jueves, 30 de julio de 2009

Reseña: Saga del exilio en el Plioceno (Julian May)

La saga del exilio en el Plioceno

Julian May
Ultramar Editores S.A.
España,1985


Tetralogía compuesta por La tierra multicolor, El torque de oro, El rey nonato y El adversario


Después de algunos años, mis vagabundeos por Jirón Quilca (Lima) y otros lugares me han permitido conseguir los 4 volúmenes de la saga, que a su vez se integra dentro del universo concebido por Julian May, denominado el Medio Galáctico, situado en un futuro en el cual la humanidad se ha expandido por las estrellas y forma parte de una confederación de mundos poblados por razas extraterrestres.

El exilio en el Plioceno empieza con buen pie. Pese a la edad de oro en la que vive la humanidad después de su inclusión en el Medio Galáctico, existen descontentos que no soportan tanta belleza. Así somos los humanos. Y para ellos, no hay otra solución que el Portal. El origen del Portal está en una anomalía descubierta por un científico de apellido Guderian, que abre una vía a la época que llamamos Plioceno, situada unos seis millones de años en el pasado terrestre. Puesto que los antropólogos, sociólogos e historiadores coinciden en que todo vestigio de ésta época han sido borrados en la historia posterior de la humanidad, concluyen en que el transporte de seres humanos a ese remoto pasado no afectara los sucesos de la historia. Entonces, el exilio en el Plioceno se ofrece como alternativa de vida para quien así lo desee. Cabe precisar que el portal del tiempo sólo se abre en un lugar, situado en Europa, en lo que hoy sería el Valle del Ródano (los volúmenes de Ultramar traen mapas que muestran con lujo de detalles donde se ubica la acción) y sólo se puede utilizar en una dirección, esto es, hacia el pasado. Cualquier ser viviente que pretende regresar sufre los efectos del transcurso de seis millones de años…

En diversas oleadas, grupos significativos de humanos utilizan el portal, esperando llegar a un lugar donde puedan realizar sus deseos de libertad, vida campestre, soledad contemplativa, en fin, lo que todos creemos que ocurre lejos de donde vivimos.

Solo que el Plioceno no estaba deshabitado. Una raza de extraterrestres ha llegado “antes”, y se ha adueñado de Europa. Provenientes de la Galaxia Duat, llegaron en una nave sentiente que “murió” en la Tierra, por lo que no pueden regresar. Es una raza dimórfica, dividida en los Tanu, altos y lindos; y los Firvulag, achaparrados y tirando a feos. Vamos, los elfos, enanos, trolls, duendes y demás criaturas del folklore europeo. Los Tanu tienen poderes mentales latentes (metafunciones), que se vuelven activos (operantes, según la terminología utilizada por May) mediante el uso de torques de oro en el cuello. Los Firvulag, en cambio, no usan torques y son operantes limitados.

Los humanos que llegan al Plioceno son recibidos por los Tanu, y reducidos a una situación de benévola servidumbre. De hecho, varios humanos han sido “elevados” a los más altos niveles jerárquicos tanu, obteniendo el derecho a utilizar torques de oro. También existen torques de plata y grises, que permiten un despliegue más limitado de metafunciones. Además, al descubrirse que los extraterrestres y los humanos son compatibles, se han producido tantas uniones que un gran número de tanu son en realidad híbridos.

Todo empieza a cambiar cuando llega al exilio un grupo de humanos realmente excepcional. Varios de ellos tienen también poderes mentales, o funciones metapsíquicas, las cuales parecen ser repotenciadas espontáneamente al utilizar el portal del tiempo.

Conscientes de estos poderes, los tanu tratan inútilmente de tomar medidas, pero estas fracasan. En este punto, desarrollado en los volúmenes intermedios de la saga (El torque de oro y El rey nonato), Julian May varía de registro y entra de lleno en la descripción de escenas donde prima la acción. Muchos de los aparentes protagonistas de la saga pasan a un segundo plano o simplemente desaparecen. Y otros “habitantes” del exilio en el Plioceno entran en escena, complicando aún más las cosas. Nuevas alianzas se crean, nuevos giros, nuevos escenarios (es magnífica la manera en que May integra dentro de la saga un acontecimiento geográfico de primera magnitud como es el nacimiento del Mar Mediterráneo).

Sin embargo, el continuo despliegue de poderes mentales para los cuales no parece haber límites llega a cansar. En algunos momentos, parecemos asistir a esos duelos protagonizados por personajes de dibujo animado japonés, como Gokú o Saint Seya. Y suele ocurrir que estas luchas distraen al lector de eventos más importantes, como los conflictos entre las facciones en que se dividen los extraterrestres o la manera en que una sociedad compuesta por extraterrestres y humanos exiliados del futuro acaba pareciéndose a un pueblo cualquiera de nuestro mundo, con helados de fresa incluídos.

Por suerte, la historia recupera el nivel inicial en el cuarto volumen, donde se produce el desenlace. Siguen habiendo luchas e intrigas medievales, pero más ligadas a la trama, donde se resuelve el conflicto entre tanus, firvulag, humanos y ramapitecos, nuestros más directos antepasados. Aunque los protagonistas ya no sean los mismos...

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