viernes, 17 de julio de 2009

Reseña: Los humanoides (Jack Williamson)




La lectura de esta novela me ha convencido de lo siguiente: no te dejes llevar por consejos de terceros. Si quieres saber realmente cómo es un libro, tienes que leerlo.

En efecto, la mayoría de opiniones acerca de "Los humanoides" son negativas, calificándola de simplona, anticuada y otras cosas peores. La verdad, estamos ante una obra maestra del entretenimiento, con su aderezo de reflexión más, pero esta reflexión está planteada de una forma tan irónica, tan en clave de tomadura de pelo al lector, que no cae pesada. Williamson se ríe de muchos convencionalismos en la ciencia ficción, y en su burla nos muestra que reflexionar sobre algo no es privativo de espíritus solemnes o grandilocuentes.

Williamson es un escritor que juega al susto con el lector. Cada episodio es una vuelta de tuerca respecto a los acontecimientos seguidos en esta novela. Por ejemplo, en el primer capítulo (y es que son muchos capítulos), se nos presenta a los principales protagonistas de la historia, quienes parecen estar situados en un prosaico laboratorio ubicado en algún desierto... para luego soltarnos, como un golpe, que en realidad nos encontramos en sabe Dios qué planeta y sabrá Dios en que año, pues la humanidad hace tiempo que dejó la Tierra (un mundo más o menos legendario aquí), y en sus peripecias por la galaxia, ha olvidado y recuperado diversos conocimientos. Este primer capítulo es de antología, pues tiene una trama que parece no tener nada que ver con el título o con la historia que presenta la contraportada.

Los humanoides del título no son extraterrestres, sino robots. Robots creados con el altruista propósito de evitar todas las guerras entre los seres humanos. Para este fin, siguen a ultranza lo que podría ser una versión sin límites de la Primera Ley de la Robótica de Isaac Asimov: evitar que un ser humano sufra cualquier daño, de cualquier tipo. Estos humanoides, que no intentan ocultar su apariencia robótica, son la creación de un científico que ha redescubierto los principios y aplicaciones del rodomagnetismo (sea lo que sea), y ha decidido emplearlas para lo que considera el fin más altruista de todos: la creación de robots que se encarguen de administrar todos los asuntos humanos, de modo que estos no sufran nunca más hambre, miseria, y sobre todo, guerra. En este contexto, el protagonista será advertido de la llegada a su mundo de estos humanoides, quienes ofrecen sus "servicios" en base a convenios.

Nuestro protagonista, el científico que también ha redescubierto los principios del rodomagnetismo y que hasta la llegada de los humanoides se encontraba trabajando en un arma secreta, considera que éstos se convertirán en una amenaza para la humanidad, puesto que al pretender privarnos de todos nuestros males, nos privarían también de aquello que nos hace libres: la capacidad de elección.

En efecto, los humanoides impiden que la gente sufra: los dopan con sedantes si están tristes, les impiden fumar, los alejan de la lluvia para que no se resfríen... son una especie de madres sobreprotectoras. Pero hay una célula de humanos dotados con poderes "parafísicos" (a los cuales puede acceder cualquier hijo del vecino, como se nos revela después), quienes estarán dispuestos a dar batalla a los humanoides, buscando su planeta de origen a fin de destruir la computadora central que los controla... Williamson juega con el lector con cierta crueldad: nos presenta a un grupo de personajes que encarnan, por llamarlo así, vicios y virtudes mas o menos estereotipadas: el científico heróico, los rebeldes superdotados, el traidor despreciable y los enemigos de la humanidad, los humanoides del título.

Pero al final, ni el científico es tan heróico, ni los poderes de los rebeldes son tan formidables, ni el traidor es malo y, sobre todo, los enemigos de la humanidad en realidad son... bueno, eso tendrán que descubrirlo leyendo la novela. Tras el sorprendente final, uno se ríe con cierta amargura, y empieza a preguntarse ¿Qué es la libertad? ¿Qué pasaría si todas nuestras necesidades pudieran ser satisfechas por las máquinas? En forma de novela, Williamson nos ha dado su opinión al respecto, y tal vez no se equivoque.

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