jueves, 30 de julio de 2009

Cuento: BEMP (Nastia T.)



Fue finalista en el concurso de literatura erótica “La sonrisa Vertical 2000” con el libro de cuentos “Humedad de las orillas” (Publicado por Editorial San Marcos 2000 Lima - Perú) y en el primer concurso de micro relatos eróticos Jeanne de Traumnovelle, con el texto “ Como el demonio sentado en su hoja de lechuga”.
Ha colaborado como periodista en diversas revistas culturales de Lima. Textos suyos han aparecido en revistas literarias limeñas como: Umbral, Arteidea, entre otros; así como en las revistas finlandesas Voima y Tähtivaeltaja.
Además de la literatura se dedica a la danza. Es bailarina semi-profesional de danza árabe, mas conocida como la danza del vientre. Pertenece al grupo de danza Bollywood Nartana
Actualmente radica en Finlandia.
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Él abrió los ojos por primera vez inmerso en un líquido entre salado y dulce, dentro de un tubo de plexigrás bio-modificado. No podía distinguir con claridad el exterior, sombras parecían moverse con lentitud. En su mente bullían ciertos recuerdos atávicos inconexos: piernas abiertas, gemidos agudos, un líquido blanco y espeso saliendo de algún miembro largo de su cuerpo y una palabra: “perfeccionar”. Su cerebro no poseía el desarrollo suficiente como para comprender todas esas imágenes. Decidió ignorarlas, cerró los ojos y se durmió. En sus sueños le pareció caer suavemente. La sensación no era desagradable, no valía la pena despertarse.

Al despertar sintió que ya tenía brazos y piernas. Seguía inmerso en el líquido salado y dulce, pero el tubo había sido cambiado por un recipiente más grande del mismo plexigrás bio-modificado. Movió un poco sus nuevos miembros. Las imágenes exteriores eran más claras. Unos pequeños seres rechonchos, vestidos con ajustados monos, movían palancas y apretaban botones de múltiples aparatos de los cuales salían cintas de colores. Él siguió con la mirada esas cintas y vio que penetraban en el recipiente de plexigrás. Miró su vientre y pudo ver que algunas de las cintas salían de un orificio en él. También pudo distinguir entre sus piernas un pequeño tubo que parecía no ir a ningún lado. Sin saber porqué la imagen del líquido blanco volvió a su mente.

De pronto algo llamó su atención. Un rostro diferente al de los rechonchos lo observaba atentamente desde el exterior. Ese rostro tenía largo cabello que le caía a cada lado, unos labios gruesos y unos grandes ojos verdes. Los labios sonrieron mientras parecían dar órdenes a los rechonchos. El ser se incorporó y él pudo comprobar que era mucho más alto que los otros seres. Entonces creyó que el mundo estaba formado por muchos seres bajos y rechonchos y por un ser alto de ojos verdes. Él decidió seguir durmiendo.

Una fuerte conmoción lo despertó. El líquido desaparecía poco a poco alrededor de él. Tuvo frío, lloró. El ser de ojos verdes se acercó y le dijo “Bienvenido, BEMP”. A pesar de tener minutos de nacido comprendió perfectamente esas palabras.

Así pues, se llamaba BEMP y lloraba porque tenía frío.

- Séquenlo y vístanlo. – Dijo el ser de ojos verdes a dos rechonchos.

Una vez seco y vestido lo ayudaron a pararse. Cayó al primer intento, pero luego sus piernas lo sostuvieron sin problemas. El ser de ojos verdes se colocó frente a él: “Ven acá, BEMP, ven acá.” BEMP trató de avanzar, pero se enredó con su cola y volvió a caer. Se levantó sin ayuda y dio tres torpes pasos antes de caer nuevamente y romper a llorar.

- No te preocupes BEMP, ya podrás caminar. – Dijo el ser de ojos verdes mientras le acariciaba la cabeza. – 34 y 35 serán tus pater en esta parte de tu vida. – Agregó señalando con un gesto a los dos rechonchos. – Ellos cuidarán de ti hasta que estés listo para – El ser de ojos verdes suspiró y dijo con un tono muy grave de voz. – tu entrenamiento.

Luego se fue dejando a BEMP con los dos pater. El nunca pudo saber quién de los dos era 34 y quién 35, pues ambos eran idénticos: cuerpos bajos y redondos, brazos cortos y fuertes de manos grandes, cabeza sin cabello de facciones pequeñas, pequeños ojos, pequeña boca sin labios.

- Vamos, BEMP. – Dijo uno de los pater mientras le extendía la mano para ayudarlo a levantarse. – Te mostraremos tu cuarto. – El segundo pater le levantó la cola para que pudiese caminar sin dificultad.
Flanqueado por los pater, se dirigió a su cuarto; un amplio salón blanco, con una cama mullida y varios instrumentos que poco a poco descubriría para qué servían.

- Lo primero que hay que enseñarte es a enrollar la cola y llevarla perfectamente pegada a tu espalda.

BEMP quiso hacer algunas preguntas, por qué él tenía cabello y los pater no, por qué ellos no tenían cola; pero su boca permaneció muda.

- Tú no puedes hablar, BEMP. Tu boca-ventosa está hecha sólo para serle útil a las dueñas. La doctora Hécate es tu dueña, ella te creó. Tu deber es satisfacer todas su necesidades. Pronto comprenderás lo que esto significa. Por ahora, concéntrate en aprender a mantener tu cola en la posición adecuada.

Dos semanas pasaron antes que BEMP empezara su entrenamiento. Dos semanas en las cuales fue sobrealimentado y ejercitado con los instrumentos que se encontraban en su cuarto: la vara metálica con dos ruedas a los lados que día a día se hacían más gruesas y pesadas, la extraña silla con apoya brazos que había que juntar a la altura del pecho, el dintel de puerta sin puerta del que debía colgarse y tantos más que su pequeño cerebro tenía dificultad de retener.

Aprendió rápidamente a mantener en la posición adecuada su cola trasera. Esa posición le facilitaba caminar, pues así no se tropezaba con ella. En cuanto a su cola delantera, cada mañana 34 le colocaba un suspensor que la mantenía casi invisible. Y es que esa cola era imposible de enrollar y sólo colgaba tontamente entre sus piernas. Era mejor esconderla así. Cada noche era pesado y medido ante la doctora Hécate. Ella siempre sonreía satisfecha al retirarse del cuarto. BEMP supuso que lo estaba haciendo bien.

Y llegó el día en que la Doctora Hécate lo miró como nunca antes lo había hecho y se acercó a tocarlo por primera vez desde su nacimiento. Acarició largamente sus brazos, sus muslos, mientras en el cerebro de BEMP volvían a aparecer los recuerdos atávicos, las piernas, los gemidos agudos. Una pequeña presión en la pelvis lo inquietó.

- Perfecto. ¡Qué brazos, qué piernas! Ya está listo para la segunda fase. Mañana temprano empezará su entrenamiento. – Dijo antes de dejar el cuarto.

Al día siguiente la doctora Hécate llegó muy temprano. Junto a ella se encontraba otra dueña y un pater. BEMP se sorprendió. Había pues otras dueñas, el mundo estaba formado por las dueñas, los pater y por él ¿Había también otros como él?

- Qué piensas, mi querida Astarte.

La otra dueña caminó alrededor de él mirándolo de pies a cabeza. Sin saber porqué, BEMP sintió un ligero calor en las mejillas.

- Es un espécimen admirable. – Dijo al fin mi querida Astarte. – Aunque esa boca le da una apariencia extraña.

- Pronto comprenderás la utilidad de esa boca. – Dijo sonriendo la doctora Hécate.- Además tú sabes que a las apariencias, uno se acostumbra pronto.

Mi querida Astarte tenía el cabello más claro y rizado que la doctora Hécate, sus ojos eran azules, tan azules que BEMP esquivaba su mirada.

- BEMP. – Dijo la doctora Hécate. – Este es 69. – El nuevo pater inclinó levemente la cabeza. – El se encargará de tu entrenamiento. Yo seguiré evaluando tus progresos; algunas veces me acompañará la doctora Astarte. Una vez que estés listo, te presentaremos ante el máximo consejo.

Ambas salieron. Al parecer todas las dueñas eran doctoras, todas las doctoras tenían largas piernas delgadas pero no colas, eran altas y con extraños globos en el pecho pero podían tener diferentes rostros. También podían vestir diferente; la doctora Hécate llevaba muchas veces, un vestido tubular, negro, muy corto y largas botas negras, no como las que BEMP usaba; estas botas tenían un alto y fino taco metálico. La doctora Astarte había usado un largo vestido rojo, con cortes que dejaban ver sus piernas, la parte superior del vestido consistía en sólo dos tiras de tela que se ataban al cuello.

BEMP se preguntaba por qué al ver a las dueñas, los recuerdos atávicos regresaban a su mente. Debía ser porque una de ellas lo creó, porque quizá ellas también crearon a los pater, porque ellas dominaban todo. Por eso también eran diferentes, no como los pater que tenían el mismo rostro y traje gris pegado al cuerpo. ¿Y él? ¿Había otros como él, vestidos igual con sólo el suspensor y botas negras, largas y planas, sin taco metálico?

- ¿BEMP? – La voz de 69 lo sacó de sus contemplaciones. – Antes de empezar tu entrenamiento, ponte esto.

69 le entregó una pequeña pantaloneta de látex negro. Tenía dos huecos, uno adelante y otro atrás. BEMP se la puso. Su cola trasera no le acusó problemas, la enrolló rápidamente y la colocó tal como le habían enseñado, perfectamente pegada a su espalda. Sin embargo se sintió torpe al ver cómo su cola delantera pendía entre sus piernas y se balanceaba de un lado al otro cuando se movía.

- Vamos a la sala de proyección BEMP; a iniciar tu entrenamiento.

Por primera vez salió de su cuarto y se asombró. El mundo era un lugar de largos corredores blancos, de puertas que se abrían y cerraban silenciosamente, de misteriosos cuartos pequeños que se abrían ante nuevos corredores; y no sólo había paters en el mundo, había otros seres, algunos muy altos y fuertes que no dejaban de cambiar de lugar pesados bultos, otros muy pequeños, con grandes cabezas que repetían sin cansarse nombres en voz baja: 456 entre 37 por raíz cuadrada de 2100..., todos con el mismo rostro, sin cabello y aparentemente sin cola, pues en ellos no se apreciaba el bulto que hacía en él su cola delantera dentro del suspensor, ni se veía enrollada en la espalda una cola trasera. Voces de dueñas sonaban en el mundo, voces dando órdenes, voces obedecidas de inmediato. Finalmente BEMP entró a una pequeña y oscura sala junto con 69. Los únicos muebles eran dos asientos, sobre uno de ellos se encontraba un casco que debía cubrir hasta los ojos.

- Siéntate aquí.

BEMP obedeció y 69 le colocó el casco en la cabeza. Efectivamente le cubría hasta los ojos. Al principio le asusto la oscuridad, pero luego una tenue luz azul apareció. De pronto una voz que podía ser la de 69, 34 o la de cualquier otro pater, repetía. “Me yergo en honor a mi dueña”, mientras veía desfilar diversas imágenes de dueñas. Dos cosas sorprendieron a BEMP, una mano acariciando su cola delantera (¿69?) y la infinidad de dueñas que podían existir; con cabellos largos o cortos, muy lacios o rizados, rubios, negros, pelirrojos y de cuando en cuando verdes o violeta. Sus ojos eran grandes y almendrados o redondos y de largas pestañas, o muy oblicuos y de mirada profunda, azules, verdes, negros. Había altas, pequeñas, espigadas, carnosas, de pieles blancas, casi transparentes u oscuras y apetitosas, sin embargo todos los cuerpos eran, cada uno a su manera, armoniosos y bellos. (Eso BEMP no lo sabía; no estaba capacitado para comprender la belleza.) Algunas tenían los globos sobre el pecho muy grandes, otras no tanto. Todas vestían diferente, con trajes pegados al cuerpo o vaporosos y transparentes, inclusive había trajes que dejaban salir completamente un globo del escote. BEMP aprendió que los globos del pecho terminaban en un botón a veces marrón, a veces rosado.

Muy al principio le incomodó la mano que acariciaba su cola delantera (Debía ser 69) pero pronto una agradable sensación lo dominó y quiso estar así siempre, sintiendo esa placentera sensación en todo su cuerpo, mientras miraba las imágenes de las dueñas y escuchaba una y otra vez “Me yergo en honor a mi dueña”. Sí... siempre así... más... La presión en la pelvis volvió, se convertía casi en dolor, pero ni siquiera eso le quitaba el placer que sentía “Me yergo en honor a mi dueña”. Las imágenes cesaron, 69 le retiró el casco.

- Muy bien, BEMP.

BEMP miró extrañado su cola delantera, había crecido, estaba erguida y dura. Luego de algunos minutos volvió a colgar entre sus piernas.

- Empezaremos de nuevo, BEMP.

Cinco veces más repitieron la operación. A la tercera vez no necesitó que le acariciaran la cola, ésta se irguió por sí sola. A la quinta vez no necesitó las imágenes, sólo la voz “Me yergo en honor a mi dueña” lograba que su cola se levantara.

- ¡Muy bien, BEMP! Aprendes rápido. Realmente la doctora Hécate hizo un buen trabajo contigo. Ahora te llevaré a tu cuarto.

BEMP volvió a salir al mundo, volvieron a abrirse puertas y a aparecer corredores, sin embargo llegaron a otro cuarto muy diferente. No tenía cama mullida pero tenía más aparatos y una extraña puerta en la pared izquierda.
- Ahora te alimentarás y luego te ejercitarás. Ven aquí.

69 le indicó la extraña puerta. BEMP pudo ver que tras la puerta había un pequeño cuarto, con lo que debía ser una estrecha cama encerrada entre tres paredes, sólo unos centímetros separaban a la cama de la puerta.

- Este será tu nuevo cuarto. Aquí dormirás y te alimentarás. Este es un prototipo del cuarto que ocuparás en la casa de tu dueña. 34 y 35 ya no se ocuparán de ti; tú deberás hacer todo sólo. Siéntate en la cama. No, frente a la puerta no, frente a la pared. Bien. En la pared verás la imagen de una mano. Pon tu mano derecha sobre ella. Bien. ¿Vez? Han aparecido dos botones. El verde te dará bebida y el azul comida. Aprieta el verde. ¿Ves? Se abrió una portezuela. Bebes el contenido y vuelves a colocar el recipiente en su lugar. Lo mismo con la comida. Puedes poner la mano sobre la imagen cuantas veces quieras; ésta posee un sensor y sólo aparecerá comida o bebida cuando tu cuerpo lo necesite. Lo mismo con tu detritus. Pones la mano sobre la imagen y aparecerá un recipiente en donde podrás evacuar cuando tu cuerpo así lo requiera. Luego de comer puedes descansar, siempre mirando al techo. Un timbre te indicará el momento de empezar tus ejercicios. No te levantes inmediatamente de la cama, una pantalla aparecerá en el techo indicándote la rutina del día. Cuando termines tu rutina, otro timbre te indicará que puedes irte a descansar.

Deberás permanecer en tu cuarto hasta que tu dueña requiera de tus servicios. Ese es tu papel en la sociedad, BEMP: satisfacer todas las necesidades fisiológicas de las dueñas.

Luego de decir esto, 69 lo dejó sólo y BEMP se sintió así, sólo, sólo...

Esa noche, al llegar la doctora Hécate, BEMP escucho dentro de su cabeza: “Me yergo en honor a mi dueña”, y su cola delantera se levantó.

- ¡Caramba! ¡Veo que progresas rápidamente! A ese paso quizá terminemos tu entrenamiento antes de lo previsto. Probemos mañana si la boca – ventosa realmente sirve. – Dijo la doctora a 69 antes de salir.

BEMP notó por primera vez que la doctora Hécate tenía un olor amargo, dulce, ácido y picante al mismo tiempo. Ella se fue y el aroma siguió flotando en el cuarto. Desde ese día BEMP no necesitó ver a la doctora Hécate, con los ojos cerrados, sólo al percibir su perfume, se erguía ante ella.

El entrenamiento siguió con un misterioso aparato. 69 lo sentó frente a un rectángulo de diez centímetros de espesor que parecía hecho de carne humana. En medio del rectángulo se encontraba un hueco ovalado, flanqueado por volantes de piel. Sobre el óvalo se veía un pequeño pliegue arrugado, un tono más oscuro que el rectángulo en general.

- Aplica tu boca – ventosa acá. – 69 le señaló el pliegue. BEMP obedeció. – Busca el botón con la punta de tu lengua y frótalo; mueve la lengua para arriba y para abajo, al mismo tiempo succiona un poco. – La operación duró unos pocos minutos. – Retírate, BEMP.

Al hacerlo él vio que el pliegue había cambiado; estaba más rosado, más grande, brillante y duro. Poco a poco volvió a su apariencia inicial. BEMP notó cierto parecido con su cola delantera, que también cambiaba al ser frotada.

Sólo un día duró el entrenamiento con el rectángulo de carne. Al otro día 69 lo llevó a un cuarto con una gran cama redonda. Una dueña se encontraba allí, parada, inmóvil, completamente desnuda. La voz resonó en él, “Me yergo en honor a mi dueña” y su cola delantera se irguió. 69 esbozó lo que parecía una sonrisa.

- Muy bien, BEMP. Acércate a la dueña, tócala.

Al tocarla BEMP notó que esa dueña se veía extraña, la movió un poco más y ella cayó al suelo. El se asustó. 69 volvió a simular una sonrisa.

- Esta no es realmente una dueña, es un simulador. En ella te entrenarás para luego servir al placer de las dueñas. Recuéstala sobre la cama, abre sus piernas. ¿Ves? ¿Reconoces eso? – Sí, era igual al rectángulo de carne. – Ya sabes qué hacer.

Y BEMP lo hizo, el simulador empezó a gemir suavemente, luego más fuerte hasta terminar en un grito agudo y BEMP al fin supo a qué correspondían sus recuerdos atávicos.

- Retírate BEMP, perfecto. Ahora sabrás para qué sirven tu verga y tu cola.

Entonces BEMP comprendió la importancia de ese día en su vida. Muchos misterios de develaban y muchas cosas aprendía; como que en realidad no poseía dos colas sino sólo una, la otra era una verga.

- ¿Ves el orificio? Introduce tu verga en él. Bien, ahora muévete hacia adelante y hacia atrás. Así. Perfecto.

El simulador volvió a gemir, sin embargo no movía los labios. BEMP experimentó una sensación aún más agradable que cuando la mano misteriosa le acarició la cola. Pronto empezó a moverse frenéticamente. El simulador gritó. 69 dijo “retírate”, pero él no quería hacerlo, sólo deseaba seguir así, con la verga introducida en ese suave orificio. Un dolor agudo en el brazo lo hizo detenerse. – Retírate, BEMP.

El miró a 69 que llevaba una especie de vara metálica terminada en dos antenas unidad por una luz azul.

- Debes aprender a retirarte a tiempo, sino el placer de las dueñas se convertiría en dolor. Cuando ellas te lo indiquen, deberás retirarte.

Le costó mucho trabajo a BEMP aprender a retirarse a tiempo. Más fácil le resultó acostumbrarse al dolor de la vara y seguir introducido dentro del placentero orificio.

Tres días después, él seguía sin detenerse cuando se lo pedían. A la doctora Hécate no le hizo gracia la noticia.

- ¿Qué hacemos?.- Le preguntó una noche a la doctora Astarte.

Ella contestó. – Subir el choque eléctrico hasta encontrar el nivel que lo pueda dominar.

- ¿Y si se muere?.

- Si nosotras no poseemos su completo control, no nos sirve.

- Tienes razón. 69, mañana trata con un choque más fuerte y auméntalo cuantas veces sea necesario, hasta encontrar el nivel adecuado.

Ambas se retiraron dejando intrigado a BEMP, pues esta vez los ojos de la doctora Astarte habían sido negros.
La idea de la doctora Astarte dio resultado. Muy pronto BEMP no necesitó la vara, sólo al escuchar la palabra “retírate” él sentía un dolor tan fuerte en el brazo que debía obedecer. Sin embargo la presión de su pelvis seguía. Por suerte un día descubrió que con su detritus se iba la presión; sólo debía evacuar inmediatamente después de haber servido a la dueña. Y ya no supo qué le causaba más placer, si introducirse en una dueña (aunque sólo sea un simulador) o evacuar.

Su entrenamiento duró dos semanas. Aprendió que algunas veces su dueña le pediría que aplique su boca – ventosa en los botones de sus globos, o a introducir su cola trasera en el orificio por donde salía el detritus. Supo que las dueñas eran extravagantes y que le exigirían introducirse en ellas en posiciones muy incómodas para él y entendió la utilidad de tener unos brazos y piernas tan fuertes. También se le enseñó que algunas le pedirían moverse más rápido y otras más suavemente; pero sobre todo aprendió que le pidiesen lo que le pidiesen, él debía obedecer.

Y una noche las doctoras llegaron. (Ese día la doctora Astarte llevaba los ojos verdes.) Y tras escuchar el reporte de 69, sonrieron.

- BEMP – Le dijo la doctor Hécate. – Mañana te presentaremos ante el Máximo Consejo.

Esa mañana lo despertaron muy temprano. 69 no estaba solo, allí se encontraban 34 y 35. Lo ayudaron a lavarse y a vestirse. Le dieron un copioso desayuno; no el de la máquina, uno de verdad, como antes de iniciar su entrenamiento.

La doctora Hécate llegó sola.

- ¿Ya está listo? – Preguntó a los pater.

- Sí – Contestaron al unísono.

- Perfecto. Sígueme, BEMP.

- Adiós BEMP. Ya no nos volveremos a ver. – Le dijeron los pater.

BEMP se sintió triste, sobre todo por nunca haber podido diferenciarlo, por no poderles decir que los iba a echar de menos, a pesar de lo importante que los tres fueron para su vida. ¿Por qué sólo las dueñas podían ser diferentes?
Salió al mundo, volvió a recorrer pasadizos, volvió a encontrarse con los otros seres. Una puerta se abrió.

- ¡Doctora Hécate! ¡Qué suerte que la encuentro! – Dijo un pater. – El semental 73 parece tener algún problema.

La mujer lanzó una mirada fulminante.

- ¿No ves que estoy ocupada? ¿No podías esperar a la doctora de turno?

El pater no supo qué contestar.

- Es que... yo iba a hacerlo... pero... como la vi... pensé...

- ¡Está bien!. – Le cortó secamente – Veamos a ese semental.

Lo dejaron de pié frente a la puerta abierta. Ese era un gran cuarto en donde se encontraban seres que tenían cierto parecido con él. También poseían una verga, pero estos seres eran obesos, estaban sentados en un inmenso asiento con un tubo conectado a la verga. De ella salía un líquido blanco (¡El líquido blanco!) que luego de pasar por el tubo, iba a parar dentro de una botella.

La doctora Hécate y el pater salieron, la puerta se cerró.

- Sí pues, está muy agotado. Hay que remplazarlo. ¿Sabes qué fichas llenar?

- Sí, doctora.

- Entonces encárgate de tramitar el pedido de otro semental lo más pronto posible.

- Entendido, doctora y disculpe por haberla perturbado.

- No, no. No te preocupes. Ya sabes lo importante que son los sementales para el equilibrio de nuestra sociedad. Vamos, BEMP.

El la siguió pensando que en el mundo también había sementales y ellos sí poseían una verga, pero ¿Para qué servía? Obviamente no para dar placer a las dueñas, conectados como se encontraban a una botella por medio de un tubo.

Llegaron al final de un amplio corredor, una gran puerta metálica se abrió y para sorpresa de BEMP ésta no dio a otro pasadizo. La doctora Hécate caminó hacia un extraño vehículo. BEMP no la siguió, se quedó parado tras la puerta cerrada, mirando extasiado a su alrededor.

- Ven, BEMP.

Avanzó titubeando, sin poder dejar de mirarlo todo.

- Sube al transportador.

Subió al asiento trasero de vehículo, que por suerte poseía grandes ventanas. Inmediatamente, él pegó su rostro al cristal. Un zumbido y el sentir que se elevaban lo asustaron; se aferró violentamente al asiento delantero. La doctora Hécate rió.

- No temas BEMP, no temas. No hay ningún peligro al utilizar el transportador. Pronto llegaremos al edificio del Máximo Consejo.

BEMP se tranquilizó y volvió a mirar por la ventana.

Y entonces supo cómo era realmente el mundo: un espacio abierto, sin muros, con cielo azul y platas y flores y animales de suave y brillante pelaje y dueñas de todos los tamaños; unas muy pequeñas, sin globos, sin saber caminar o hablar, inclusive sin cabello. Un pater las cuidaba, como lo hicieron con él. Y las dueñas crecían hasta llegar a ser como la doctora Hécate, no más. Era muy grande el mundo y lleno de edificios y calles y puentes colgantes y transportadores, casas de amplias ventanas en dónde se veían a dueñas riendo o bailando y más dueñas caminando por las anchas avenidas y sólo algunos pater trabajando por allí. Había muchos colores en el mundo y muchas luces y sonidos, risas y cantos y comprendió que el mundo era de las dueñas. Había edificios en donde ellas podían cambiar de vestido o de peinado o hasta de color de ojos, tal como lo hacía la doctora Astarte. Sólo ellas, los pater que se veían por las calles lucían igual que 34, 35 o 69. Sólo las dueñas poseían el poder de cambiar su apariencia.

Los ojos de BEMP seguían llenándose del mundo hasta llegar ante el edificio del Máximo Consejo. Bajaron del transportador. Entraron al edificio por una puerta lateral y recorrieron algunos pasadizos; BEMP se sintió reconfortado al encontrarse en un ambiente que le resultaba familiar. Luego, se detuvieron ante una gran cortina roja.

- Quédate aquí hasta que yo te avise.

La doctora Hécate atravesó la cortina. Un pater curioso, no dejaba de mirar a BEMP, él se sintió incómodo. De pronto escuchó aplausos y luego la voz de la doctora Hécate.

- Queridas Hermanas, hace ya más de dos siglos (¡Loada sea la Diosa Madre!) que logramos liberar al mundo del devastador dominio de los machos.

Hemos creado un mundo en donde reina la eterna paz, pues con nuestra infinita inteligencia hemos alcanzado un gran desarrollo en todos los ámbitos del saber humano: política, tecnología, ciencia y arte. Sin embargo, debemos aceptar que algunas actividades no pueden ser realizadas por nosotras.

Gracias a nuestros avances en genética, hemos aislado ciertas características útiles de los antiguos machos y así hemos creado los machoides. En ellos sobre todo, se han eliminado su irracional impulso agresivo y su instinto de dominio. Es así como tenemos sementales que nos proveen de la materia prima para reproducirnos, paters que realizan labores de protección y cuidado... y por supuesto seres que nos satisfacen más íntimamente.

Tomando en cuenta los comentarios (siempre bien recibidos) en cuanto a la Bestia Erótica Ultra Potente, conocida como BEUP, me he permitido crear otro ser. Hermanas, Permítanme presentarles a la Bestia Erótica de Múltiple Potencia: BEMP.

El pater apretó un botón y la cortina se abrió. - ¡Oh! – Se escuchó por doquier.

Los ojos de BEMP tardaron un poco en acostumbrarse a las luces. Luego pudo ver que se encontraba en un gran anfiteatro lleno de dueñas, todas con diversos vestidos y peinados. Algunas llevaban el pelo muy alto y de un color inusual: azul pastel o rosa iridiscente, sus ojos se veían maquillados con muchos tonos, inclusive llevaban plumas en lugar de pestañas, sus trajes eran de algún material plástico brillante y sus globos en el pecho eran tan grandes que apenas si estaban cubiertos. Otras por el contrario llevaban el pelo largo y suelto, una flor en la oreja era su único adorno, no estaban maquilladas y sus vestidos consistían en vaporosas gasas que les daban un aire irreal. Y había muchas más, unas con grandes uñas como garras, otras con pelo muy corto, vestidas con grandes volantes en el cuello o sólo con apenas una banda en el pecho y todas, todas lo miraban. El escuchó la eterna consigna: “Me yergo en honor a mi dueña” y deseó estar dentro de alguna de ellas.

- Como verán su verga no posee orificio de salida, pues consideré que el comentario sobre la inutilidad de la eyaculación en un ser que no es semental, era válido. Además a mí también me desagradaba sentirme toda mojada al final. (El público asintió) La otra ventaja es que está listo en cuanto lo requieran, no necesita un período de recuperación luego de utilizarlo. También pueden observar esta pequeña protuberancia en el pubis, sobre la verga. Sí queridas hermanas, sospechan bien: es un estimulador del clítoris. (Algunas aplaudieron) Abre la boca, BEMP. Pueden apreciar que su lengua es más fina y larga y que termina en pequeñas rugosidades. Esto nos asegura un cunnilingus sin fallas. Además su boca – ventosa se acopla perfectamente al pezón o al clítoris. (Algunos suspiros se escucharon) Voltéate, BEMP. Lo he provisto de una cola. Así podemos gozar de una doble penetración con un solo ejemplar o ser sodomizadas durante el acto sexual al mismo tiempo. El desarrollo de su cerebro es el suficiente como para que comprenda cada uno de nuestros pedidos y para que nunca nos desobedezca. Pero dejémonos de detalles técnicos y vayamos a lo concreto. He cedido el honor de probar por primera vez el BEMP a mi amada compañera, la doctora Astarte.

Ella subió al estrado y dando un apasionado beso en los labios a la doctora Hécate le dijo – Gracias, cariño.

La doctore Astarte se desvistió rápidamente, no le fue difícil pues sólo llevaba una minúscula bata de seda. BEMP notó que esta vez ella tenía los ojos tan vedes como los de su compañera. ¿Cómo lograban las dueñas cambiar de ojos? Se preguntaba.

Ella se echó en una camilla previamente colocada en el estrado y abrió las piernas.

- Ya sabes qué hacer, BEMP. – Dijo la doctora Hécate y él aplicó su boca – ventosa.

La Doctora Astarte empezó a temblar ligeramente, de pronto tomó la cabeza de BEMP y la presionó contra su pubis. – Mete la lengua. – Le dijo. BEMP obedeció.

- ¡Ah!

Luego lo empujó levemente, él supo que debía parar. Ella se volteó y separando sus nalgas con ambas manos ordenó. – Tu lengua... aquí.

A BEMP nunca le habían enseñado a hacer eso, pero sabía que su deber era satisfacer cada uno de los pedidos de las dueñas, así que lo hizo. El sintió cómo ese orificio le apretaba la lengua más que el otro, igual como hacía con su verga. Ella disfrutó un momento de la caricia y luego dijo. – Basta. Penétrame.

Ella volvió a su posición inicial y abrió las piernas anhelante. Cerró los ojos al ser penetrada. BEMP sólo había estado esperando eso: entrar en una dueña, sentir en su verga el húmedo calor de una dueña y empezó a moverse lentamente hacia arriba y hacia abajo. La doctora Astarte se retorcía, se apretaba los pezones, se mordía los labios.

- Más rápido. – Ordenó la doctora Astarte, mientras aprisionaba con sus piernas las caderas de BEMP.

El casi no podía moverse, así que se incorporó con esa mujer fuertemente aferrada a su cuerpo. Tomándola por las nalgas la levantó para seguidamente dejarla caer. - ¡Ay! – Gritó la mujer. El siguió repitiendo la operación cada vez más rápido, de pronto ella se arqueó y lanzó un agudo alarido que parecía no tener fin, él disminuyó la velocidad.

- Retírate, BEMP.

El sintió el lacerante dolor en su brazo. Se controló para no soltar bruscamente a su carga, la depositó con suavidad en la camilla mientras su verga disminuía de tamaño.

La doctora Astarte lloraba de felicidad.

- ¡Fantástico! ¡Nunca había sentido tanto placer! ¡Fantástico!

El público ovacionó de pié a la doctora Hécate. Ella agradeció emocionada. La ovación cesó y empezó la rueda de preguntas.

Una mujer de frágil apariencia, con el cabello lleno de flores violeta intervino.

- A mí me parece una verga demasiado grande y no siento que sería capaz de utilizar su cola. Por ejemplo la doctora Astarte no lo hizo esta vez.

La doctora Hécate sonrió.

- El BEMP se puede adaptar sin problemas. Cada una tendrá el tamaño que le convenga.

De algún lado alguien preguntó.

- ¿Cuánto tiempo toma hacer un BEMP?

- Si me entregan sus BEUPs, (que me proporcionarán la materia prima para trabajar) yo les aseguro que en menos de una semana tendrán listo su BEMP.

Un murmullo de complacencia se escuchó en todo el anfiteatro.

Una mujer vestida de estricto blanco y sin ningún cabello sobre la cabeza dijo:

- Todo está bien, pero... ¿Puede BEMP llegar al orgasmo?

La doctora Hécate frunció el ceño.

- No lo sé... no había pensado en eso. – Luego agregó conciliadora. – Se pueden hacer estudios al respecto, pero. ¿Realmente eso es importante?

Todas asintieron.


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