jueves, 30 de julio de 2009

Reseña: La noche de los tiempos (René Barjavel)

La noche de los tiempos
La nuit des temps
René Barjavel

Ultramar Editores
Madrid, 1976


Hace muchos años, la fenecida revista Lo Insólito promovía la lectura de esta novela en su sección “Miscelánea”. La nota –probablemente redactada por María Tellería Solari- decía mas o menos lo siguiente: “Ciencia ficción, claro, pero no dejen de leerla. Se trata de La noche de los tiempos, de René Barjavel, un libro bellísimo, y que hace soñar. Cómprenlo, etc.” Como en esos tiempos no se encontraba en la ciudad donde yo residía, me quedé con la espina por más de 20 años.

Recientemente, pude verla en un librero de viejo, y me asaltó el deseo de adquirirla. Pero, ¿de qué iba la dichosa novela? Acudí a la internet para informarme, y los resultados fueron algo desoladores: gran parte de lectores coincidía en que era una narración de tipo “poético” (falso), con poco contenido de ciencia ficción (falso) y fuera de contexto histórico, como si esto último fuera un demérito.

Por suerte, no hice caso de esos comentarios, y en cuanto pude, la leí. Y lo que leí no me defraudó para nada.

El principio es impactante. Una expedición antártica percibe señales de “algo” enterrado en el hielo de un glaciar. Un objeto esférico compuesto por una capa de oro, que data de 900,000 años, es decir, de la noche de los tiempos… El mundo se inquieta, y un grupo de científicos de diversas nacionalidades es destacado para ahondar en el descubrimiento. La esfera es la cubierta de una estancia que contiene los cuerpos desnudos de un hombre y una mujer que portan máscaras de oro, congelados en bloques de un material más frío que el hielo. Con la técnica de la época, reviven primero a la mujer, Eléa, quien les revela su asombroso origen.

La bellísima mujer –su belleza es algo que se nos recuerda en cada página- es oriunda de Gondawa, un país o región que basa su economía en la “ecuación de Zoran”, que permite sintetizar alimentos, ropa, en fin, lo que sea. Eléa recuerda con mucho pesar la separación de su amado Paikan, pues el cuerpo que ha sido hallado junto al suyo corresponde al sabio Coban, poseedor del secreto de la ecuación de Zoran.

Eléa revela que en su época existían también dos grandes naciones, la suya Gondawa y Enisoraï. Si bien los gondawaneses son poderosos, lo enisorianos lo son aún más. Y hay varias divergencias que los tienen en constante conflicto. Desde la posesión de colonias en otros planetas (¡según esta novela, los humanos de raza negra son descendientes de marcianos!) hasta el descubrimiento de un arma –el Arma Solar- que pone en juego el equilibrio entre naciones. Parece que hace 900,000 años, hubo una guerra atómica que llevó a la humanidad al borde de la extinción. El descubrimiento de un suero que proporciona algo parecido a la inmortalidad permite a los gondwaneses escoger a dos representantes de su civilización para ser preservados de la hecatombe. Eléa, por su belleza inigualable, y Coban, por ser el científico más inteligente de Gondawa. Ambos serán congelados y puestos en la cámara de oro donde serán hallados luego de 900,000 años.

Mientras Eléa hace estas sorprendentes revelaciones, los intereses en conflicto de norteamericanos y soviéticos entran en juego. Se suceden intrigas, incluso intentos de asesinato, por el interés que despierta tanto la famosa ecuación de Zoran, como algunos artefactos hallados junto a Eléa y Coban – un arma, un sintetizador de alimentos, un reproductor de pensamientos- . Se plantea la necesidad urgente de reanimar a Coban, para lo cual necesitan la sangre de Eléa.

Cabe destacar el tratamiento casi caricaturesco que hace el autor de algunos de sus personajes: la científica soviética siempre de mal humor y dispuesta a lanzar imprecaciones contra el capitalismo. Los franceses, en franca retirada respecto al dominio tecnológico frente a los norteamericanos. Y una situación completamente inverosímil: ¿no reconocería el lector (o lectora) a su pareja si estuviera desnuda, a pesar de utilizar una máscara? Y después dudan de que Superman sea Clark Kent…

Hasta aquí lo que puedo comentar sin destripar el argumento. Hay más de una sorpresa al final, que por cierto es bastante triste. Eso si, en lugar de una situación anacrónica o pasada de moda, “La noche de los tiempos” pone en evidencia la siniestra estupidez de la llamada Guerra Fría.

Cuento: BEMP (Nastia T.)



Fue finalista en el concurso de literatura erótica “La sonrisa Vertical 2000” con el libro de cuentos “Humedad de las orillas” (Publicado por Editorial San Marcos 2000 Lima - Perú) y en el primer concurso de micro relatos eróticos Jeanne de Traumnovelle, con el texto “ Como el demonio sentado en su hoja de lechuga”.
Ha colaborado como periodista en diversas revistas culturales de Lima. Textos suyos han aparecido en revistas literarias limeñas como: Umbral, Arteidea, entre otros; así como en las revistas finlandesas Voima y Tähtivaeltaja.
Además de la literatura se dedica a la danza. Es bailarina semi-profesional de danza árabe, mas conocida como la danza del vientre. Pertenece al grupo de danza Bollywood Nartana
Actualmente radica en Finlandia.
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Él abrió los ojos por primera vez inmerso en un líquido entre salado y dulce, dentro de un tubo de plexigrás bio-modificado. No podía distinguir con claridad el exterior, sombras parecían moverse con lentitud. En su mente bullían ciertos recuerdos atávicos inconexos: piernas abiertas, gemidos agudos, un líquido blanco y espeso saliendo de algún miembro largo de su cuerpo y una palabra: “perfeccionar”. Su cerebro no poseía el desarrollo suficiente como para comprender todas esas imágenes. Decidió ignorarlas, cerró los ojos y se durmió. En sus sueños le pareció caer suavemente. La sensación no era desagradable, no valía la pena despertarse.

Al despertar sintió que ya tenía brazos y piernas. Seguía inmerso en el líquido salado y dulce, pero el tubo había sido cambiado por un recipiente más grande del mismo plexigrás bio-modificado. Movió un poco sus nuevos miembros. Las imágenes exteriores eran más claras. Unos pequeños seres rechonchos, vestidos con ajustados monos, movían palancas y apretaban botones de múltiples aparatos de los cuales salían cintas de colores. Él siguió con la mirada esas cintas y vio que penetraban en el recipiente de plexigrás. Miró su vientre y pudo ver que algunas de las cintas salían de un orificio en él. También pudo distinguir entre sus piernas un pequeño tubo que parecía no ir a ningún lado. Sin saber porqué la imagen del líquido blanco volvió a su mente.

De pronto algo llamó su atención. Un rostro diferente al de los rechonchos lo observaba atentamente desde el exterior. Ese rostro tenía largo cabello que le caía a cada lado, unos labios gruesos y unos grandes ojos verdes. Los labios sonrieron mientras parecían dar órdenes a los rechonchos. El ser se incorporó y él pudo comprobar que era mucho más alto que los otros seres. Entonces creyó que el mundo estaba formado por muchos seres bajos y rechonchos y por un ser alto de ojos verdes. Él decidió seguir durmiendo.

Una fuerte conmoción lo despertó. El líquido desaparecía poco a poco alrededor de él. Tuvo frío, lloró. El ser de ojos verdes se acercó y le dijo “Bienvenido, BEMP”. A pesar de tener minutos de nacido comprendió perfectamente esas palabras.

Así pues, se llamaba BEMP y lloraba porque tenía frío.

- Séquenlo y vístanlo. – Dijo el ser de ojos verdes a dos rechonchos.

Una vez seco y vestido lo ayudaron a pararse. Cayó al primer intento, pero luego sus piernas lo sostuvieron sin problemas. El ser de ojos verdes se colocó frente a él: “Ven acá, BEMP, ven acá.” BEMP trató de avanzar, pero se enredó con su cola y volvió a caer. Se levantó sin ayuda y dio tres torpes pasos antes de caer nuevamente y romper a llorar.

- No te preocupes BEMP, ya podrás caminar. – Dijo el ser de ojos verdes mientras le acariciaba la cabeza. – 34 y 35 serán tus pater en esta parte de tu vida. – Agregó señalando con un gesto a los dos rechonchos. – Ellos cuidarán de ti hasta que estés listo para – El ser de ojos verdes suspiró y dijo con un tono muy grave de voz. – tu entrenamiento.

Luego se fue dejando a BEMP con los dos pater. El nunca pudo saber quién de los dos era 34 y quién 35, pues ambos eran idénticos: cuerpos bajos y redondos, brazos cortos y fuertes de manos grandes, cabeza sin cabello de facciones pequeñas, pequeños ojos, pequeña boca sin labios.

- Vamos, BEMP. – Dijo uno de los pater mientras le extendía la mano para ayudarlo a levantarse. – Te mostraremos tu cuarto. – El segundo pater le levantó la cola para que pudiese caminar sin dificultad.
Flanqueado por los pater, se dirigió a su cuarto; un amplio salón blanco, con una cama mullida y varios instrumentos que poco a poco descubriría para qué servían.

- Lo primero que hay que enseñarte es a enrollar la cola y llevarla perfectamente pegada a tu espalda.

BEMP quiso hacer algunas preguntas, por qué él tenía cabello y los pater no, por qué ellos no tenían cola; pero su boca permaneció muda.

- Tú no puedes hablar, BEMP. Tu boca-ventosa está hecha sólo para serle útil a las dueñas. La doctora Hécate es tu dueña, ella te creó. Tu deber es satisfacer todas su necesidades. Pronto comprenderás lo que esto significa. Por ahora, concéntrate en aprender a mantener tu cola en la posición adecuada.

Dos semanas pasaron antes que BEMP empezara su entrenamiento. Dos semanas en las cuales fue sobrealimentado y ejercitado con los instrumentos que se encontraban en su cuarto: la vara metálica con dos ruedas a los lados que día a día se hacían más gruesas y pesadas, la extraña silla con apoya brazos que había que juntar a la altura del pecho, el dintel de puerta sin puerta del que debía colgarse y tantos más que su pequeño cerebro tenía dificultad de retener.

Aprendió rápidamente a mantener en la posición adecuada su cola trasera. Esa posición le facilitaba caminar, pues así no se tropezaba con ella. En cuanto a su cola delantera, cada mañana 34 le colocaba un suspensor que la mantenía casi invisible. Y es que esa cola era imposible de enrollar y sólo colgaba tontamente entre sus piernas. Era mejor esconderla así. Cada noche era pesado y medido ante la doctora Hécate. Ella siempre sonreía satisfecha al retirarse del cuarto. BEMP supuso que lo estaba haciendo bien.

Y llegó el día en que la Doctora Hécate lo miró como nunca antes lo había hecho y se acercó a tocarlo por primera vez desde su nacimiento. Acarició largamente sus brazos, sus muslos, mientras en el cerebro de BEMP volvían a aparecer los recuerdos atávicos, las piernas, los gemidos agudos. Una pequeña presión en la pelvis lo inquietó.

- Perfecto. ¡Qué brazos, qué piernas! Ya está listo para la segunda fase. Mañana temprano empezará su entrenamiento. – Dijo antes de dejar el cuarto.

Al día siguiente la doctora Hécate llegó muy temprano. Junto a ella se encontraba otra dueña y un pater. BEMP se sorprendió. Había pues otras dueñas, el mundo estaba formado por las dueñas, los pater y por él ¿Había también otros como él?

- Qué piensas, mi querida Astarte.

La otra dueña caminó alrededor de él mirándolo de pies a cabeza. Sin saber porqué, BEMP sintió un ligero calor en las mejillas.

- Es un espécimen admirable. – Dijo al fin mi querida Astarte. – Aunque esa boca le da una apariencia extraña.

- Pronto comprenderás la utilidad de esa boca. – Dijo sonriendo la doctora Hécate.- Además tú sabes que a las apariencias, uno se acostumbra pronto.

Mi querida Astarte tenía el cabello más claro y rizado que la doctora Hécate, sus ojos eran azules, tan azules que BEMP esquivaba su mirada.

- BEMP. – Dijo la doctora Hécate. – Este es 69. – El nuevo pater inclinó levemente la cabeza. – El se encargará de tu entrenamiento. Yo seguiré evaluando tus progresos; algunas veces me acompañará la doctora Astarte. Una vez que estés listo, te presentaremos ante el máximo consejo.

Ambas salieron. Al parecer todas las dueñas eran doctoras, todas las doctoras tenían largas piernas delgadas pero no colas, eran altas y con extraños globos en el pecho pero podían tener diferentes rostros. También podían vestir diferente; la doctora Hécate llevaba muchas veces, un vestido tubular, negro, muy corto y largas botas negras, no como las que BEMP usaba; estas botas tenían un alto y fino taco metálico. La doctora Astarte había usado un largo vestido rojo, con cortes que dejaban ver sus piernas, la parte superior del vestido consistía en sólo dos tiras de tela que se ataban al cuello.

BEMP se preguntaba por qué al ver a las dueñas, los recuerdos atávicos regresaban a su mente. Debía ser porque una de ellas lo creó, porque quizá ellas también crearon a los pater, porque ellas dominaban todo. Por eso también eran diferentes, no como los pater que tenían el mismo rostro y traje gris pegado al cuerpo. ¿Y él? ¿Había otros como él, vestidos igual con sólo el suspensor y botas negras, largas y planas, sin taco metálico?

- ¿BEMP? – La voz de 69 lo sacó de sus contemplaciones. – Antes de empezar tu entrenamiento, ponte esto.

69 le entregó una pequeña pantaloneta de látex negro. Tenía dos huecos, uno adelante y otro atrás. BEMP se la puso. Su cola trasera no le acusó problemas, la enrolló rápidamente y la colocó tal como le habían enseñado, perfectamente pegada a su espalda. Sin embargo se sintió torpe al ver cómo su cola delantera pendía entre sus piernas y se balanceaba de un lado al otro cuando se movía.

- Vamos a la sala de proyección BEMP; a iniciar tu entrenamiento.

Por primera vez salió de su cuarto y se asombró. El mundo era un lugar de largos corredores blancos, de puertas que se abrían y cerraban silenciosamente, de misteriosos cuartos pequeños que se abrían ante nuevos corredores; y no sólo había paters en el mundo, había otros seres, algunos muy altos y fuertes que no dejaban de cambiar de lugar pesados bultos, otros muy pequeños, con grandes cabezas que repetían sin cansarse nombres en voz baja: 456 entre 37 por raíz cuadrada de 2100..., todos con el mismo rostro, sin cabello y aparentemente sin cola, pues en ellos no se apreciaba el bulto que hacía en él su cola delantera dentro del suspensor, ni se veía enrollada en la espalda una cola trasera. Voces de dueñas sonaban en el mundo, voces dando órdenes, voces obedecidas de inmediato. Finalmente BEMP entró a una pequeña y oscura sala junto con 69. Los únicos muebles eran dos asientos, sobre uno de ellos se encontraba un casco que debía cubrir hasta los ojos.

- Siéntate aquí.

BEMP obedeció y 69 le colocó el casco en la cabeza. Efectivamente le cubría hasta los ojos. Al principio le asusto la oscuridad, pero luego una tenue luz azul apareció. De pronto una voz que podía ser la de 69, 34 o la de cualquier otro pater, repetía. “Me yergo en honor a mi dueña”, mientras veía desfilar diversas imágenes de dueñas. Dos cosas sorprendieron a BEMP, una mano acariciando su cola delantera (¿69?) y la infinidad de dueñas que podían existir; con cabellos largos o cortos, muy lacios o rizados, rubios, negros, pelirrojos y de cuando en cuando verdes o violeta. Sus ojos eran grandes y almendrados o redondos y de largas pestañas, o muy oblicuos y de mirada profunda, azules, verdes, negros. Había altas, pequeñas, espigadas, carnosas, de pieles blancas, casi transparentes u oscuras y apetitosas, sin embargo todos los cuerpos eran, cada uno a su manera, armoniosos y bellos. (Eso BEMP no lo sabía; no estaba capacitado para comprender la belleza.) Algunas tenían los globos sobre el pecho muy grandes, otras no tanto. Todas vestían diferente, con trajes pegados al cuerpo o vaporosos y transparentes, inclusive había trajes que dejaban salir completamente un globo del escote. BEMP aprendió que los globos del pecho terminaban en un botón a veces marrón, a veces rosado.

Muy al principio le incomodó la mano que acariciaba su cola delantera (Debía ser 69) pero pronto una agradable sensación lo dominó y quiso estar así siempre, sintiendo esa placentera sensación en todo su cuerpo, mientras miraba las imágenes de las dueñas y escuchaba una y otra vez “Me yergo en honor a mi dueña”. Sí... siempre así... más... La presión en la pelvis volvió, se convertía casi en dolor, pero ni siquiera eso le quitaba el placer que sentía “Me yergo en honor a mi dueña”. Las imágenes cesaron, 69 le retiró el casco.

- Muy bien, BEMP.

BEMP miró extrañado su cola delantera, había crecido, estaba erguida y dura. Luego de algunos minutos volvió a colgar entre sus piernas.

- Empezaremos de nuevo, BEMP.

Cinco veces más repitieron la operación. A la tercera vez no necesitó que le acariciaran la cola, ésta se irguió por sí sola. A la quinta vez no necesitó las imágenes, sólo la voz “Me yergo en honor a mi dueña” lograba que su cola se levantara.

- ¡Muy bien, BEMP! Aprendes rápido. Realmente la doctora Hécate hizo un buen trabajo contigo. Ahora te llevaré a tu cuarto.

BEMP volvió a salir al mundo, volvieron a abrirse puertas y a aparecer corredores, sin embargo llegaron a otro cuarto muy diferente. No tenía cama mullida pero tenía más aparatos y una extraña puerta en la pared izquierda.
- Ahora te alimentarás y luego te ejercitarás. Ven aquí.

69 le indicó la extraña puerta. BEMP pudo ver que tras la puerta había un pequeño cuarto, con lo que debía ser una estrecha cama encerrada entre tres paredes, sólo unos centímetros separaban a la cama de la puerta.

- Este será tu nuevo cuarto. Aquí dormirás y te alimentarás. Este es un prototipo del cuarto que ocuparás en la casa de tu dueña. 34 y 35 ya no se ocuparán de ti; tú deberás hacer todo sólo. Siéntate en la cama. No, frente a la puerta no, frente a la pared. Bien. En la pared verás la imagen de una mano. Pon tu mano derecha sobre ella. Bien. ¿Vez? Han aparecido dos botones. El verde te dará bebida y el azul comida. Aprieta el verde. ¿Ves? Se abrió una portezuela. Bebes el contenido y vuelves a colocar el recipiente en su lugar. Lo mismo con la comida. Puedes poner la mano sobre la imagen cuantas veces quieras; ésta posee un sensor y sólo aparecerá comida o bebida cuando tu cuerpo lo necesite. Lo mismo con tu detritus. Pones la mano sobre la imagen y aparecerá un recipiente en donde podrás evacuar cuando tu cuerpo así lo requiera. Luego de comer puedes descansar, siempre mirando al techo. Un timbre te indicará el momento de empezar tus ejercicios. No te levantes inmediatamente de la cama, una pantalla aparecerá en el techo indicándote la rutina del día. Cuando termines tu rutina, otro timbre te indicará que puedes irte a descansar.

Deberás permanecer en tu cuarto hasta que tu dueña requiera de tus servicios. Ese es tu papel en la sociedad, BEMP: satisfacer todas las necesidades fisiológicas de las dueñas.

Luego de decir esto, 69 lo dejó sólo y BEMP se sintió así, sólo, sólo...

Esa noche, al llegar la doctora Hécate, BEMP escucho dentro de su cabeza: “Me yergo en honor a mi dueña”, y su cola delantera se levantó.

- ¡Caramba! ¡Veo que progresas rápidamente! A ese paso quizá terminemos tu entrenamiento antes de lo previsto. Probemos mañana si la boca – ventosa realmente sirve. – Dijo la doctora a 69 antes de salir.

BEMP notó por primera vez que la doctora Hécate tenía un olor amargo, dulce, ácido y picante al mismo tiempo. Ella se fue y el aroma siguió flotando en el cuarto. Desde ese día BEMP no necesitó ver a la doctora Hécate, con los ojos cerrados, sólo al percibir su perfume, se erguía ante ella.

El entrenamiento siguió con un misterioso aparato. 69 lo sentó frente a un rectángulo de diez centímetros de espesor que parecía hecho de carne humana. En medio del rectángulo se encontraba un hueco ovalado, flanqueado por volantes de piel. Sobre el óvalo se veía un pequeño pliegue arrugado, un tono más oscuro que el rectángulo en general.

- Aplica tu boca – ventosa acá. – 69 le señaló el pliegue. BEMP obedeció. – Busca el botón con la punta de tu lengua y frótalo; mueve la lengua para arriba y para abajo, al mismo tiempo succiona un poco. – La operación duró unos pocos minutos. – Retírate, BEMP.

Al hacerlo él vio que el pliegue había cambiado; estaba más rosado, más grande, brillante y duro. Poco a poco volvió a su apariencia inicial. BEMP notó cierto parecido con su cola delantera, que también cambiaba al ser frotada.

Sólo un día duró el entrenamiento con el rectángulo de carne. Al otro día 69 lo llevó a un cuarto con una gran cama redonda. Una dueña se encontraba allí, parada, inmóvil, completamente desnuda. La voz resonó en él, “Me yergo en honor a mi dueña” y su cola delantera se irguió. 69 esbozó lo que parecía una sonrisa.

- Muy bien, BEMP. Acércate a la dueña, tócala.

Al tocarla BEMP notó que esa dueña se veía extraña, la movió un poco más y ella cayó al suelo. El se asustó. 69 volvió a simular una sonrisa.

- Esta no es realmente una dueña, es un simulador. En ella te entrenarás para luego servir al placer de las dueñas. Recuéstala sobre la cama, abre sus piernas. ¿Ves? ¿Reconoces eso? – Sí, era igual al rectángulo de carne. – Ya sabes qué hacer.

Y BEMP lo hizo, el simulador empezó a gemir suavemente, luego más fuerte hasta terminar en un grito agudo y BEMP al fin supo a qué correspondían sus recuerdos atávicos.

- Retírate BEMP, perfecto. Ahora sabrás para qué sirven tu verga y tu cola.

Entonces BEMP comprendió la importancia de ese día en su vida. Muchos misterios de develaban y muchas cosas aprendía; como que en realidad no poseía dos colas sino sólo una, la otra era una verga.

- ¿Ves el orificio? Introduce tu verga en él. Bien, ahora muévete hacia adelante y hacia atrás. Así. Perfecto.

El simulador volvió a gemir, sin embargo no movía los labios. BEMP experimentó una sensación aún más agradable que cuando la mano misteriosa le acarició la cola. Pronto empezó a moverse frenéticamente. El simulador gritó. 69 dijo “retírate”, pero él no quería hacerlo, sólo deseaba seguir así, con la verga introducida en ese suave orificio. Un dolor agudo en el brazo lo hizo detenerse. – Retírate, BEMP.

El miró a 69 que llevaba una especie de vara metálica terminada en dos antenas unidad por una luz azul.

- Debes aprender a retirarte a tiempo, sino el placer de las dueñas se convertiría en dolor. Cuando ellas te lo indiquen, deberás retirarte.

Le costó mucho trabajo a BEMP aprender a retirarse a tiempo. Más fácil le resultó acostumbrarse al dolor de la vara y seguir introducido dentro del placentero orificio.

Tres días después, él seguía sin detenerse cuando se lo pedían. A la doctora Hécate no le hizo gracia la noticia.

- ¿Qué hacemos?.- Le preguntó una noche a la doctora Astarte.

Ella contestó. – Subir el choque eléctrico hasta encontrar el nivel que lo pueda dominar.

- ¿Y si se muere?.

- Si nosotras no poseemos su completo control, no nos sirve.

- Tienes razón. 69, mañana trata con un choque más fuerte y auméntalo cuantas veces sea necesario, hasta encontrar el nivel adecuado.

Ambas se retiraron dejando intrigado a BEMP, pues esta vez los ojos de la doctora Astarte habían sido negros.
La idea de la doctora Astarte dio resultado. Muy pronto BEMP no necesitó la vara, sólo al escuchar la palabra “retírate” él sentía un dolor tan fuerte en el brazo que debía obedecer. Sin embargo la presión de su pelvis seguía. Por suerte un día descubrió que con su detritus se iba la presión; sólo debía evacuar inmediatamente después de haber servido a la dueña. Y ya no supo qué le causaba más placer, si introducirse en una dueña (aunque sólo sea un simulador) o evacuar.

Su entrenamiento duró dos semanas. Aprendió que algunas veces su dueña le pediría que aplique su boca – ventosa en los botones de sus globos, o a introducir su cola trasera en el orificio por donde salía el detritus. Supo que las dueñas eran extravagantes y que le exigirían introducirse en ellas en posiciones muy incómodas para él y entendió la utilidad de tener unos brazos y piernas tan fuertes. También se le enseñó que algunas le pedirían moverse más rápido y otras más suavemente; pero sobre todo aprendió que le pidiesen lo que le pidiesen, él debía obedecer.

Y una noche las doctoras llegaron. (Ese día la doctora Astarte llevaba los ojos verdes.) Y tras escuchar el reporte de 69, sonrieron.

- BEMP – Le dijo la doctor Hécate. – Mañana te presentaremos ante el Máximo Consejo.

Esa mañana lo despertaron muy temprano. 69 no estaba solo, allí se encontraban 34 y 35. Lo ayudaron a lavarse y a vestirse. Le dieron un copioso desayuno; no el de la máquina, uno de verdad, como antes de iniciar su entrenamiento.

La doctora Hécate llegó sola.

- ¿Ya está listo? – Preguntó a los pater.

- Sí – Contestaron al unísono.

- Perfecto. Sígueme, BEMP.

- Adiós BEMP. Ya no nos volveremos a ver. – Le dijeron los pater.

BEMP se sintió triste, sobre todo por nunca haber podido diferenciarlo, por no poderles decir que los iba a echar de menos, a pesar de lo importante que los tres fueron para su vida. ¿Por qué sólo las dueñas podían ser diferentes?
Salió al mundo, volvió a recorrer pasadizos, volvió a encontrarse con los otros seres. Una puerta se abrió.

- ¡Doctora Hécate! ¡Qué suerte que la encuentro! – Dijo un pater. – El semental 73 parece tener algún problema.

La mujer lanzó una mirada fulminante.

- ¿No ves que estoy ocupada? ¿No podías esperar a la doctora de turno?

El pater no supo qué contestar.

- Es que... yo iba a hacerlo... pero... como la vi... pensé...

- ¡Está bien!. – Le cortó secamente – Veamos a ese semental.

Lo dejaron de pié frente a la puerta abierta. Ese era un gran cuarto en donde se encontraban seres que tenían cierto parecido con él. También poseían una verga, pero estos seres eran obesos, estaban sentados en un inmenso asiento con un tubo conectado a la verga. De ella salía un líquido blanco (¡El líquido blanco!) que luego de pasar por el tubo, iba a parar dentro de una botella.

La doctora Hécate y el pater salieron, la puerta se cerró.

- Sí pues, está muy agotado. Hay que remplazarlo. ¿Sabes qué fichas llenar?

- Sí, doctora.

- Entonces encárgate de tramitar el pedido de otro semental lo más pronto posible.

- Entendido, doctora y disculpe por haberla perturbado.

- No, no. No te preocupes. Ya sabes lo importante que son los sementales para el equilibrio de nuestra sociedad. Vamos, BEMP.

El la siguió pensando que en el mundo también había sementales y ellos sí poseían una verga, pero ¿Para qué servía? Obviamente no para dar placer a las dueñas, conectados como se encontraban a una botella por medio de un tubo.

Llegaron al final de un amplio corredor, una gran puerta metálica se abrió y para sorpresa de BEMP ésta no dio a otro pasadizo. La doctora Hécate caminó hacia un extraño vehículo. BEMP no la siguió, se quedó parado tras la puerta cerrada, mirando extasiado a su alrededor.

- Ven, BEMP.

Avanzó titubeando, sin poder dejar de mirarlo todo.

- Sube al transportador.

Subió al asiento trasero de vehículo, que por suerte poseía grandes ventanas. Inmediatamente, él pegó su rostro al cristal. Un zumbido y el sentir que se elevaban lo asustaron; se aferró violentamente al asiento delantero. La doctora Hécate rió.

- No temas BEMP, no temas. No hay ningún peligro al utilizar el transportador. Pronto llegaremos al edificio del Máximo Consejo.

BEMP se tranquilizó y volvió a mirar por la ventana.

Y entonces supo cómo era realmente el mundo: un espacio abierto, sin muros, con cielo azul y platas y flores y animales de suave y brillante pelaje y dueñas de todos los tamaños; unas muy pequeñas, sin globos, sin saber caminar o hablar, inclusive sin cabello. Un pater las cuidaba, como lo hicieron con él. Y las dueñas crecían hasta llegar a ser como la doctora Hécate, no más. Era muy grande el mundo y lleno de edificios y calles y puentes colgantes y transportadores, casas de amplias ventanas en dónde se veían a dueñas riendo o bailando y más dueñas caminando por las anchas avenidas y sólo algunos pater trabajando por allí. Había muchos colores en el mundo y muchas luces y sonidos, risas y cantos y comprendió que el mundo era de las dueñas. Había edificios en donde ellas podían cambiar de vestido o de peinado o hasta de color de ojos, tal como lo hacía la doctora Astarte. Sólo ellas, los pater que se veían por las calles lucían igual que 34, 35 o 69. Sólo las dueñas poseían el poder de cambiar su apariencia.

Los ojos de BEMP seguían llenándose del mundo hasta llegar ante el edificio del Máximo Consejo. Bajaron del transportador. Entraron al edificio por una puerta lateral y recorrieron algunos pasadizos; BEMP se sintió reconfortado al encontrarse en un ambiente que le resultaba familiar. Luego, se detuvieron ante una gran cortina roja.

- Quédate aquí hasta que yo te avise.

La doctora Hécate atravesó la cortina. Un pater curioso, no dejaba de mirar a BEMP, él se sintió incómodo. De pronto escuchó aplausos y luego la voz de la doctora Hécate.

- Queridas Hermanas, hace ya más de dos siglos (¡Loada sea la Diosa Madre!) que logramos liberar al mundo del devastador dominio de los machos.

Hemos creado un mundo en donde reina la eterna paz, pues con nuestra infinita inteligencia hemos alcanzado un gran desarrollo en todos los ámbitos del saber humano: política, tecnología, ciencia y arte. Sin embargo, debemos aceptar que algunas actividades no pueden ser realizadas por nosotras.

Gracias a nuestros avances en genética, hemos aislado ciertas características útiles de los antiguos machos y así hemos creado los machoides. En ellos sobre todo, se han eliminado su irracional impulso agresivo y su instinto de dominio. Es así como tenemos sementales que nos proveen de la materia prima para reproducirnos, paters que realizan labores de protección y cuidado... y por supuesto seres que nos satisfacen más íntimamente.

Tomando en cuenta los comentarios (siempre bien recibidos) en cuanto a la Bestia Erótica Ultra Potente, conocida como BEUP, me he permitido crear otro ser. Hermanas, Permítanme presentarles a la Bestia Erótica de Múltiple Potencia: BEMP.

El pater apretó un botón y la cortina se abrió. - ¡Oh! – Se escuchó por doquier.

Los ojos de BEMP tardaron un poco en acostumbrarse a las luces. Luego pudo ver que se encontraba en un gran anfiteatro lleno de dueñas, todas con diversos vestidos y peinados. Algunas llevaban el pelo muy alto y de un color inusual: azul pastel o rosa iridiscente, sus ojos se veían maquillados con muchos tonos, inclusive llevaban plumas en lugar de pestañas, sus trajes eran de algún material plástico brillante y sus globos en el pecho eran tan grandes que apenas si estaban cubiertos. Otras por el contrario llevaban el pelo largo y suelto, una flor en la oreja era su único adorno, no estaban maquilladas y sus vestidos consistían en vaporosas gasas que les daban un aire irreal. Y había muchas más, unas con grandes uñas como garras, otras con pelo muy corto, vestidas con grandes volantes en el cuello o sólo con apenas una banda en el pecho y todas, todas lo miraban. El escuchó la eterna consigna: “Me yergo en honor a mi dueña” y deseó estar dentro de alguna de ellas.

- Como verán su verga no posee orificio de salida, pues consideré que el comentario sobre la inutilidad de la eyaculación en un ser que no es semental, era válido. Además a mí también me desagradaba sentirme toda mojada al final. (El público asintió) La otra ventaja es que está listo en cuanto lo requieran, no necesita un período de recuperación luego de utilizarlo. También pueden observar esta pequeña protuberancia en el pubis, sobre la verga. Sí queridas hermanas, sospechan bien: es un estimulador del clítoris. (Algunas aplaudieron) Abre la boca, BEMP. Pueden apreciar que su lengua es más fina y larga y que termina en pequeñas rugosidades. Esto nos asegura un cunnilingus sin fallas. Además su boca – ventosa se acopla perfectamente al pezón o al clítoris. (Algunos suspiros se escucharon) Voltéate, BEMP. Lo he provisto de una cola. Así podemos gozar de una doble penetración con un solo ejemplar o ser sodomizadas durante el acto sexual al mismo tiempo. El desarrollo de su cerebro es el suficiente como para que comprenda cada uno de nuestros pedidos y para que nunca nos desobedezca. Pero dejémonos de detalles técnicos y vayamos a lo concreto. He cedido el honor de probar por primera vez el BEMP a mi amada compañera, la doctora Astarte.

Ella subió al estrado y dando un apasionado beso en los labios a la doctora Hécate le dijo – Gracias, cariño.

La doctore Astarte se desvistió rápidamente, no le fue difícil pues sólo llevaba una minúscula bata de seda. BEMP notó que esta vez ella tenía los ojos tan vedes como los de su compañera. ¿Cómo lograban las dueñas cambiar de ojos? Se preguntaba.

Ella se echó en una camilla previamente colocada en el estrado y abrió las piernas.

- Ya sabes qué hacer, BEMP. – Dijo la doctora Hécate y él aplicó su boca – ventosa.

La Doctora Astarte empezó a temblar ligeramente, de pronto tomó la cabeza de BEMP y la presionó contra su pubis. – Mete la lengua. – Le dijo. BEMP obedeció.

- ¡Ah!

Luego lo empujó levemente, él supo que debía parar. Ella se volteó y separando sus nalgas con ambas manos ordenó. – Tu lengua... aquí.

A BEMP nunca le habían enseñado a hacer eso, pero sabía que su deber era satisfacer cada uno de los pedidos de las dueñas, así que lo hizo. El sintió cómo ese orificio le apretaba la lengua más que el otro, igual como hacía con su verga. Ella disfrutó un momento de la caricia y luego dijo. – Basta. Penétrame.

Ella volvió a su posición inicial y abrió las piernas anhelante. Cerró los ojos al ser penetrada. BEMP sólo había estado esperando eso: entrar en una dueña, sentir en su verga el húmedo calor de una dueña y empezó a moverse lentamente hacia arriba y hacia abajo. La doctora Astarte se retorcía, se apretaba los pezones, se mordía los labios.

- Más rápido. – Ordenó la doctora Astarte, mientras aprisionaba con sus piernas las caderas de BEMP.

El casi no podía moverse, así que se incorporó con esa mujer fuertemente aferrada a su cuerpo. Tomándola por las nalgas la levantó para seguidamente dejarla caer. - ¡Ay! – Gritó la mujer. El siguió repitiendo la operación cada vez más rápido, de pronto ella se arqueó y lanzó un agudo alarido que parecía no tener fin, él disminuyó la velocidad.

- Retírate, BEMP.

El sintió el lacerante dolor en su brazo. Se controló para no soltar bruscamente a su carga, la depositó con suavidad en la camilla mientras su verga disminuía de tamaño.

La doctora Astarte lloraba de felicidad.

- ¡Fantástico! ¡Nunca había sentido tanto placer! ¡Fantástico!

El público ovacionó de pié a la doctora Hécate. Ella agradeció emocionada. La ovación cesó y empezó la rueda de preguntas.

Una mujer de frágil apariencia, con el cabello lleno de flores violeta intervino.

- A mí me parece una verga demasiado grande y no siento que sería capaz de utilizar su cola. Por ejemplo la doctora Astarte no lo hizo esta vez.

La doctora Hécate sonrió.

- El BEMP se puede adaptar sin problemas. Cada una tendrá el tamaño que le convenga.

De algún lado alguien preguntó.

- ¿Cuánto tiempo toma hacer un BEMP?

- Si me entregan sus BEUPs, (que me proporcionarán la materia prima para trabajar) yo les aseguro que en menos de una semana tendrán listo su BEMP.

Un murmullo de complacencia se escuchó en todo el anfiteatro.

Una mujer vestida de estricto blanco y sin ningún cabello sobre la cabeza dijo:

- Todo está bien, pero... ¿Puede BEMP llegar al orgasmo?

La doctora Hécate frunció el ceño.

- No lo sé... no había pensado en eso. – Luego agregó conciliadora. – Se pueden hacer estudios al respecto, pero. ¿Realmente eso es importante?

Todas asintieron.


Cuento: El iceberg (Adriana Alarco de Zadra)

En medio de una neblina tupida y rodeada de agua por todas partes, trato de enfrentarme a la cruda realidad: me estoy muriendo. El frío me hiela hasta los huesos, no siento la cara y el último pez que hubiera llenado el vacío que siento en el estómago, se me escapó de las manos entumecidas y volvió a caer al agua.

Una niebla húmeda, persistente, gris y muda que atenúa los sonidos y los sentidos, las visiones y los sabores, una soledad infinita, una tristeza sin fin, es todo lo que me rodea.

Al rato me refriego los ojos para quitar la escarcha que se acumula en las pestañas. Una pared alta y blanca, casi transparente se va acercando al bote o quizás yo me voy aproximando; aún no he decidido lo que está sucediendo realmente.

El olor a sal se hace más fuerte, el sabor del último erizo me rebrota a los labios, el sonido del viento vuelve a estallar en mis oídos. ¿Regreso al mundo o me estoy embriagando de delirios?

Por la pared resbala el agua a chorros, lo que es inconcebible. ¿Se está derritiendo una isla ante mis ojos? Sí sé que cierta parte del planeta está en época de deshielo, pero ¿tan rápidamente? Olas impetuosas me empujan hacia el borde de la isla transparente que es de hielo lleno de carámbanos, sombras y fantasmas.

Anclo mi bote entre rocas blancas y bajo con precaución para no resbalar por los cauces que abren grietas en el suelo helado del lugar. Increíble es la cascada que vertiginosa cae al mar desde lo alto. Como un volcán de agua, como un crujir de témpanos, como un disolverse de la materia sólida en otra líquida, como un deslizamiento de tempestades que abre un barranco en un páramo de hielo.

¿Quién soy? ¿Alguien me pregunta que quién soy?

Una mujer extraviada, una exploradora, una náufraga de un barco ballenero sin hogar ni rumbo fijo. Quise ser descubridora, conquistadora, navegante, comandante; llenaba mi vida de sueños y mis ojos de mar. Mi vida se acaba y soy una gota de agua más en esta inmensidad. Yo no soy nadie. Puedo existir o no existir, soy algo más en medio de la vida que prosigue. ¿Y, cuál vida?

Camino como sobre escamas de hielo que se comienzan a fundir y a deslizar bajo mis sandalias que no me protegen del frío. Estoy entumecida cuando veo filtrarse entre la muralla de nubes grises un rayo de luz. Me detengo y alzo la cara hacia esa luz. Esa luz que es vida, que da vida, que ilumina la vida. Pero nada se mueve a mi alrededor.

El frágil hielo que piso, en cualquier momento se hunde y puedo terminar mis días atrapada en un hielo transparente.

El fulgor se hace más fuerte. ¿Es vida lo que veo?

Una sombra detrás de la muralla que se está derritiendo me hace pensar que hay algo más que yo en medio de los témpanos helados. Me aproximo mientras un destello refleja sobre los cristales y me ciega. Distingo una sombra que, al diluirse el entorno, descubre una nave distinta a todo lo que he visto antes. Es muy grande y redonda; rodeada de puntas que empiezan a girar lentamente, y esos extremos como cuchillos van rajando las paredes como tratando de librarse de un cascarón que lo oprime. ¿Se está liberando o está naciendo? Es enorme. Se desliza hacia la cascada y el agua termina de descubrir su inmensa mole. Es de metal brillante que gira y lanza rayos brillantes desde algunos orificios. No puedo moverme aunque el glaciar parece que se estuviera hundiendo. El frío o el rayo me han paralizado. Sólo observo, girando los ojos, lo que tengo alrededor. Mi cuerpo ya no me obedece. Me voy a congelar y me va a cubrir el hielo de esta isla.

Saliendo de la cascada un ser extraño se aproxima. Un ser con sólo un ojo en medio de la frente. Un cíclope infernal, un monstruo que estuvo prisionero de la roca helada. Siento que me levanta con dos brazos escamosos, metálicos, potentes, y yo sigo inmóvil como una estatua de hielo. Sus pies enormes se dirigen hacia la nave que ha abierto un tabique en un costado. ¿El cíclope quiere raptarme, subyugarme, comerme, matarme? ¿Es un ser extraterrestre? ¿Es un sueño, un delirio o me estoy muriendo y es el camino al más allá?

Me desmayo del terror mientras la niebla alrededor va encerrando en su muralla helada el misterio de esa nave incógnita.

Cuento: El regalo de las estrellas (Daniel Salvo)

Tomás Rancana observó con temor la luz que venía desde el estrellado cielo de la sierra de Huancavelica. La luz se hacía cada vez más grande e intensa, al punto que su fulgor empezaba a asustar a los carneros, que empezaron a balar y tratar inútilmente de dejar el corral. Tomás, encomendándose a Santa Bárbara, (Santa Bárbara, doncella, líbranos del rayo y la centella, pensó con fervor), se ajustó sus gastados pantalones de bayeta y el poncho, que ya empezaba a ondear a causa de un fuerte viento venido de Dios sabía donde. Desde el interior de la choza, oyó la voz de su mujer:

- Viejito lindo, ¿qué está pasando?
- ¡Achachau Olinda! ¡No vayas a salir! ¡Feo estoy viendo!

Asustado pero consciente de ser el único varón en esas soledades serranas, Tomás Rancana decidió permanecer de pie ante la luz que había bajado del cielo. Total, todo el mundo decía en el pueblo que cualquier día se iban a morir el y la Olinda, su mujer. Y es que estaban viejos, y hacía tiempo que vivían solos, sus hijos habían hecho sus vidas bien lejos del pueblito. Hacía años que no los veían.

Y ahora había venido la luz, una luz entre azul y blanco, como leche recién ordeñada, que se movía ante sus ojos como un remolino, haciendo un ruido como de piedras arrastradas por un río. ¿Vendría del cielo? ¿O del otro lado?

La luz empezó a menguar, al tiempo que empezaba a disminuir sus movimientos. Repentinamente, Tomás Rancana empezó a sentir una gran paz en su interior, una sensación de alegría que no había experimentado desde su infancia. Sonrió. Alborozado, llamó a su mujer:

- ¡Olinda! ¡Salte rápido! ¡Han bajado los ángeles!
- ¡Ay tatito, ya te estás volviendo loco! ¡Mucho hablas con los carneros tú!
- ¡Estoy hablando en serio! – exclamó Tomás, al tiempo que golpeaba el portón de su choza. -¡Ven acá, te digo!

Frente a la choza de los Rancana, podía verse un gran objeto parecido a una lenteja hecha de plata brillante, suspendido en el aire a poca distancia del suelo. Tomás Rancana pudo observar que de la parte baja del objeto empezaban a salir cuatro extensiones, como las patas de una mesa.

De pronto, su mujer, quien había salido tras el llamado de su esposo, dejó escapar un grito:

- ¡Jesús, María y José! ¡El fin del mundo! – Se hincó de rodillas - ¡Perdóname Virgencita! ¡Perdóname San Judas Tadeo! ¡Ay mamacha, qué hemos hecho!
- ¡Cállate, so cojuda! ¿No sientes bonito? ¿No te das cuenta?

En efecto, la mujer también empezaba a sentirse invadida por un sentimiento de paz y tranquilidad inefable. Sonrió, sabiendo en su interior que no había nada que temer del misterioso objeto. Apoyándose en su marido, lo miró con curiosidad. Era algo que nunca habían visto, y que no comprendían. Sólo entendían que algo maravilloso iba a ocurrir.

Debido al peculiar estado mental en que se encontraban, los ancianos no se sorprendieron cuando una abertura se hizo visible en un costado del objeto, de la cual salió una rampa que llegaba hasta el suelo. Del interior de la nave – pues no podía ser otra cosa –, surgió un ser altísimo y vestido con una túnica de un blanco resplandeciente. Su rostro era idéntico al de un ser humano normal, a excepción de sus ojos, azules y carentes de pupilas. Sus dorados cabellos parecían brillar. Mirando a los atónitos terrestres, dijo lo siguiente:

- Vengo en son de paz. Mi nombre es Monsen. Quiero darles un regalo.

Tomás y Olinda asintieron. Algo indefinible que emanaba del ser les hacía comprender que no debían tener miedo, y que sus intenciones eran buenas.

Monsen continuó hablando:

- Mi raza ha buscado por cientos de sus años en el espacio profundo a seres racionales que estuvieran en un estado primitivo de evolución, como es el caso de ustedes. Sólo les falta un poco, un leve empujón, para estar en el mismo nivel de las mentes del cosmos. Por eso han sido elegidos, por su aislamiento y por su receptividad. No podía presentarme en una gran ciudad, pues causaría mucho miedo. El regalo será para ustedes dos, para que después puedan compartirlo.
- ¿Qué nos vas a regalar, papay? – preguntó ansiosa la mujer.
- Mi regalo no es una cosa hecha por manos humanas. Es para sus mentes. Para ser mejores. Cuando yo me vaya, tendrán poderes que nunca imaginaron. Podrán comunicarse sin hablar. Mover cosas sin tocarlas. Ver lo que está lejos. Y lo mejor de todo, podrán transmitir el don a todo el mundo. Mañana.

Tras decir estas palabras, el ser que se hacía llamar Monsen miró fijamente a los ojos de los ancianos. Un fulgor azul eléctrico, como un relámpago, llameó formando caudales de luz hacia los ojos de los terrestres. Estos cayeron aturdidos delante de su choza. Como en sueños, les llegaron los pensamientos de Monsen:

“Listo. He terminado mi misión en este planeta. Ahora volveré a mi nave, para buscar otras razas que necesiten evolucionar. Que la paz esté siempre con ustedes”.

Y la nave despegó con su tripulante, dejando una estela de luz blancoazulada que se desvaneció rápidamente en el firmamento.

Tomás Rancana y su mujer recobraron la conciencia pronto, a causa del intenso frío de la noche serrana. Al tiempo que se incorporaban, Olinda pensó:

“Alalau, qué frío, mejor nos metemos a la casa”
“Si pues... oye, te estoy escuchado dentro de mi cabeza”
“¡Si, tatito lindo, que bonito, era cierto lo que dijo el Monsen!”
“Y no era un ángel, era de otro mundo nomás”
“Qué frío, hay que cerrar bien la puerta. ¡Mira! ¡Se ha cerrado solita! ¡Yo la he cerrado!”
“Así es pues, a ver qué puedo hacer yo. Mira mi soga. Mira como la hago bailar.”
“Mañana en el pueblo la gente va a estar como loca de contento.”
“Sí pues. Hay que dormir, para llevar a comer mañana a los animalitos. Pobrecitos, con este frío, allá afuera”.
“Sí pues, pobrecitos... Oye, ¿QUÉ ES ESO QUE HAS RECORDADO?”
“Nada, yo... ¡salte de mi cabeza, so mierda!”
“¡Aj! ¡Con animales te gusta estar! ¡Cochino! ¡Jarjacho serás también!”
“Jarjacha tu, vieja puta. ¿Tus revolcones con el Mateo, cuando me fui de viaje? Ahora te has recordado, so jijuna, te has revolcado con tus primos también...”
“Y tú eres un asqueroso, yo aunque sea con gente estuve, tú con animales.”
“¡CALLATE!”
“¡No me callo viejo asqueroso! ¡Con razón todo el día con los carneros!”
“¡SUELTA ESE CUCHILLO!”
“Ahora vas a ver. Toditititas las vas a pagar, asqueroso, roñoso... ¡SUELTA ESA PALA!”


* * *


El crimen de los Rancana fue tema de conversación en el pueblo durante mucho tiempo. Nadie supo nunca quien pudo haber sido capaz de asesinar con tanto salvajismo a dos viejos que vivían cuidando su ganado. Con lo risueños que se los veía siempre. Si eran incapaces de matar una mosca. Lo peor de todo había sido la forma en que habían muerto: el viejo abierto en canal por un cuchillo de cocina y su mujer decapitada por el filo de una pala.



Daniel Salvo

(publicado originalmente en Velero 25)

Autores peruanos: Los cristales de Vuhrán: El Athyrant (Ivan Bolaños Gamero)

Los Cristales de Vuhrán
El Athyrant

Iván Bolaños Gamero
Edición de autor, 2005
Lima, Perú


Empecemos con la historia. Hace miles de años, dos naves extraterrestres se enfrentan lanzándose rayos en las inmediaciones de nuestro planeta. La nave de los malos, por suerte, es destruida. Pero sus restos caen a la Tierra y ocasionan un cataclismo que destruye una isla que no es otra que la Atlántida.

Los buenos extraterrestres, apenados por los resultados no deseados de su victoria, cogen a los sobrevivientes y se los llevan a otro planeta con dos satélites, que posteriormente serán bautizados como Dumia y Mosira. Los dejan en una isla – la futura Vuhran – y les regalan uno poderoso y mágico cristal, que brilla por si solo. Los atlantes agradecen a quienes erróneamente han tomado por dioses. En adelante, vivirán recordando ese momento.

Tras unos años de progreso, viene el pecado de la soberbia. Algunos atlantes pretenden abusar del poder del cristal, lo cual es impedido por un valiente guerrero llamado Efahón-Zores. Este rompe el cristal, engarzando los trozos resultantes en espadas y escudos (suyos y de sus seguidores). El resultado son armas invencibles. Protegiendo el resto del cristal, huyen de Vuhrán y de sus malvados gobernantes, fundando la orden de los “soldados de dios” o athyrant.

El tiempo continúa su marcha, y la población del planeta se ha dividido en tres estados o reinos. En uno de ellos, un buen y responsable soldado decidirá entrenar a su hijo, Aheólian-Priem, como militar. Sin embargo, el buen hombre es asesinado por unos bandidos. Para buena suerte del muchacho, quien iba a ser victimado por estos bandidos, un athyrant pasaba cerca y lo rescata, para luego hacerse cargo de su educación y entrenamiento. La madurez de Aheóliam-Priem coincide con el inicio de una serie de cruentas guerras entre los poderes monárquicos, cuyo objetivo principal es conseguir los restos del cristal que les fuera obsequiado por los extraterrestres que los rescataron del hundimiento de la Atlántida.

Este es el inicio de la saga de los cristales de Vuhrán, centrado en las aventuras del athyrant Aheólian-Priem, diestro espadachín y magnífico caballero. El athyrant es la primera de una trilogía de novelas ofrecida por el autor.
Cabe precisar la deuda con varios clásicos del cine de aventuras, así como el esquema heróico tradicional, en el cual un mundo sumergido en el caos espera la providencial llegada de un elegido para arreglar las cosas.

El libro es acompañado de oportunos dibujos y gráficos que permiten hacerse una idea de cómo transcurren algunas escenas, aunque habría sido deseable dejarlas a la imaginación del lector.

Si bien cuenta con un útil glosario de términos al final del libro (al igual que “Máscaras de matar” de León Arsenal), muchos de estos nuevos términos sólo contribuyen a generar confusión, pues se trata de objetos y categorías existentes en nuestro idioma. Por ejemplo, no hay problema en seguir llamando “caballo” a las monturas de los jinetes, aunque sea poco probable que un planeta distante cuente con una fauna similar a la terrestre, pero se crea el término “nelibar” para decir “capitán”. También se recurre en exceso al uso de la letra “h” intercalada en casi todos los nombres propios, quizá con el objetivo de darle exotismo a la acción, lo que se logra a medias: el lector pierde más tiempo en tratar de descifrar cómo se pronuncia una palabra que en empaparse de la trama.

Reseña: Cuarenta sílabas, catorce palabras (Enrique Prochazka)

Cuarenta silabas, catorce palabras
Enrique Prochazka

Lluvia Editores, 2005
Lima

Este volumen de cuentos de Enrique Prochazka lo posiciona como uno de los principales escritores peruanos que está “saliendo adelante” en estos años. No solo eso, es también uno de los ya-no-tan-pocos escritores nacionales que escribe ciencia ficción. No que “ha incursionado” en el género, sino que lo ha asumido como un medio más de expresión artística. Como diría un gran amigo y escritor, José B. Adolph: “no hay géneros buenos o malos, sino buenos o malos escritores”. Y Prochazka es uno de los buenos.

Y además de bueno, original. Aunque hay quien le recuerda su “deuda” con Borges, sus cuentos son, que duda cabe, algo más o menos anómalo dentro de lo que podríamos llamar tradición literaria peruana. Prochazka, tal vez para su buena suerte, no podría estar incluido en los (falsos) bandos “andino” y “criollo”, en los que algunos desean ver reducida la expresión literaria nacional. Prochazka nos demuestra que un escritor es básicamente eso, un trabajador de las letras, antes que militante de una secta o simpatizante de algún bando.

Entonces, para mi mal quizá, tampoco podría “reducirlo” a escritor de ciencia ficción. Escribe cuentos del género, si, pero estos forman parte de una producción más vasta que está empezando a dar que hablar. Por ende, me limitaré a comentar con cierto detalle los cuentos de “Cuarenta sílabas, catorce palabras” que me ha parecido pertenecen al género de ciencia ficción. Y es que de eso trata esta página.

Daniel Salvo


Un cuento.- Más que un cuento, una reflexión sobre el oficio de escribir.

Test de Turing.- El test de Tuing, procedimiento creado por Alan Turing en 1950, sirve para averiguar si una máquina es inteligente o no. (Recuerden la policía Turing de “Neuromante”, cuya finalidad era impedir la aparición de inteligencias artificiales). Los protagonistas de esta historia juegan un poco a ser Frankensteins informáticos, planteándose como reto “crear” una inteligencia artificial. Y, al igual que lo ocurrido con el Doctor Victor von Frankenstein, la criatura no hace lo que sus creadores desean. El final es sorpresivo. Lo mejor de todo, nos muestra que la vida académica puede ser tan emocionante (y mezquina) como cualquiera.

Usos telefeéricos del cuchillo.- Parte de una novela prometida por el autor.

“Tu, que entraste conmigo”.- Un ejemplo interesantísimo de ciencia ficción “hard-metafísica”. La protagonista del relato, una científica llamada Beatriz Mathieu, se encuentra con un misterioso desconocido que se autodenomina Dante en el curso de una expedición a una caverna. Dante resulta ser el poseedor de la palabra secreta que permite el viaje en el espacio y en el tiempo. Más aún, su propio origen es enigmático, pues no sabemos si viene del futuro, del pasado o siquiera si es humano… Lo cual no le impide trabar una singular amistad con Beatriz, a quien conduce a su morada actual, a la que llama Ucronía. Entre otras actividades, tienen lugar largas conversaciones acerca de la naturaleza del universo, la utilidad de los fractales, las máquinas de Von Neuman y otras disquisiciones que dotan de verosimilitud el singular viaje realizado por ambos. Es admirable la soltura con la que se expresa Prochazka al exponer temas que, en otro contexto, me habrían hecho salir corriendo. Un glosario de términos poco usuales (al menos, para quienes sólo tenemos nociones básicas de filosofía) habría sido de agradecer. Empero, una vez finalizado el relato (¡en Marte!), uno descubre que incluso un neófito en cosas como el teorema de Gödel o el test de Turing puede disfrutarlo sin problemas.

Vientre del Ucumayo.- No es CF, pero que importa. Un veterano experto en canotaje queda atrapado en un río subterráneo, teniendo que descubrir la vía que conduce al exterior. Las otras alternativas son conductos ciegos que pueden llevarlo a una muerte segura.

Los orillados.- Un recuento de intenciones, personajes y escritores.

At the beach y At the beach II.- Excelentes cuentos con sorpresa final, sobre un autor de éxito y un abogado que parecen disfrutar de la playa y al final no son lo que parecen.

El rey y el mar.- Divertida recreación de los afanes de Jerjes y sus esfuerzos por conquistar Europa.

Las tardes en Nazareth.- En otros tiempos, decir que un relato era digno de haber sido escrito por Jorge Luis Borges era considerado un honor. Hoy en día, uno no sabe cómo lo va tomar el público lector o el mismo autor. Ni modo, este es un relato digno de haber sido escrito por Borges: una erudita investigación sobre un supuesto sermón que nos revela un aspecto insólito acerca de la crucifixión de Jesucristo.

El revés.- Un cuento tristísimo, sobre una niña que vive en la selva y posee como únicos tesoros un libro y una bolsa plateada.

Exoesqueletos.- Un relato de horror, donde la lejanía, la oscuridad y otros seres que comparten el mundo con el ser humano pueden aliarse contra él, sin culpa. ¿Cuánto sabemos de la naturaleza? ¿Quién sabe qué se oculta en la oscuridad?

Golpe de timón.- El protagonista de esta historia tiene motivos bastante bizarros para vivir… y para morir.


Reseña: XYZ (Clemente Palma)


Clemente Palma
Ediciones “Perú Actual”

Lima, 1934


Esta novela constituye una de las mayores piedras de escándalo de la literatura peruana. Ha sido prácticamente borrada de todo estudio o recopilación académica “seria” de nuestra escena literaria. Haga la prueba, lector, y trate de ubicar alguna referencia a Clemente Palma en cualquier biblioteca o estudio sobre literatura peruana. A lo más, encontrará menciones a sus cuentos y a su desdichado juicio sobre César Vallejo. Y si trata de ser más detallista, encontrará que algunos estudiosos mencionan a “XYZ” como parte de su producción literaria, aunque se cuidan de mencionar que no la han leído. Y como nuestras glorias académicas son muy respetuosas de la palabra escrita, se limitan a informar al lector que “XYZ” es una novela “grotesca”. Vaya novedad, si lo dice la misma portada. Les faltó agregar que se trataba de un libro con cubiertaa y hojas de papel, impreso en castellano…

¿Cómo es que pudo escribirse una novela como “XYZ” en nuestro panorama literario, centrado (hasta ahora) en intonsos debates entre “andinos” y “criollos”, o en buscar la cuadratura del círculo que constituye la “novela nacional”? Por suerte, Clemente Palma supo librarse desde un principio de ciertos prejuicios, al menos en el campo literario, puesto que, lamentablemente, en otros aspectos era un peruano a carta cabal: era un racista. Aunque es pertinente precisar que, hasta antes de la Segunda Guerra Mundial, casi toda la sociedad peruana era racista, como lo prueba el refrán “no hay nada peor que blanco pobre, negro con plata e indio con mando”. No es el único caso de un talento literario que es al mismo tiempo un imbécil moral: el mismo José Carlos Mariátegui, en sus “Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana”, tiene una opinión bastante peyorativa acerca de los afroperuanos y los asiáticos, lo cual no le impidió desarrollar una de las teorías políticas más interesantes del siglo XX.

No intento justificar el racismo, ni menos a Clemente Palma como racista. Simplemente, deseo situar al hombre dentro de su contexto histórico-social (como me enseñaron en el colegio), el cual me llega a preguntar ¿y quién no era racista en esa época? ¿Y en la actualidad, es menos racista la sociedad peruana?

XYZ

El título, críptico como el que más, es otro factor que, a mi parecer, ha contribuido al desconocimiento de esta obra de Clemente Palma. Si a ello añadimos el hecho de una edición única y difícil de hallar, obtenemos pues un libro rodeado de una aureola de misterio.

El protagonista de la novela responde al nombre de Rolland Poe, acaudalado científico norteamericano aficionado al álgebra, afición de la cual viene el apodo que le pone un compañero universitario: XYZ. Cabe señalar que las iniciales de “Rolland Poe” corresponden a las de “Ricardo Palma”, padre del autor.
La novela está narrada desde el punto de vista de William Perkins, condiscípulo de Rolland Poe en la Universidad de Los Angeles. Perkins principia por rememorar los primeros años universitarios de ambos, para luego indicarnos que Rolland Poe inició una carrera de industrial, basada en la explotación de inventos propios y mejoras técnicas. Rolland Poe se nos muestra como un brillante científico, cuyo talento es celebrado por sus contemporáneos, al punto que se le llega a considerar el “heredero de (Thomas Alva) Edison”. Incluso, llega a brindar importantes consejos a Albert Einstein y Madame Curie, en lo tocante a la teoría de la relatividad y al proceso de producción de radio.

Este singular personaje, empero, decide orientar sus investigaciones hacia otros campos del saber humano, como la filosofía y la biología, lo cual no le impide desenvolverse en otros ámbitos, como el cinematográfico. Amigo de Douglas Fairbanks, pasa un tiempo en su compañía y con la de otras estrellas hollywoodenses. Al espectar varias producciones cinematográficas, admira la capacidad del cine de reproducir la existencia –sobre todo de las actrices - en casi todos sus aspectos. Y se pregunta si acaso no será posible perfeccionar esa reproducción, al punto de hacer audibles y tangibles las imágenes que observa en la pantalla…

Este deseo llevará a Rolland Poe a desarrollar un proceso que le permitirá hacer realidad sus ambiciones, proceso que involucra a partes iguales seudo ciencia y fantasía: mediante radioactividad, se estimula una porción de albúmina de huevo, para dar origen a un duplicado humano. En palabras de Poe, “La radioactividad ejerce una acción sustantiva en la vitalidad, energía y multiplicación de las células que, de inertes y trabajosamente conservables, se convierten en dóciles y evolutivas”. Esta suerte de materia vital puede adoptar la forma (viviente) que el científico desee. En este caso, la “forma” es provista por las imágenes de actores y actrices hollywoodenses registradas en sus respectivas películas. Poe hace construir “una especie de moldes de cristal que tenían vagamente la forma o contorno de la entidad orgánica que deseaba reproducir”. Si bien estamos en la época del cine mudo, nuestro inventor utiliza placas de selenio y sales de potasio para dotar de habla a sus réplicas (no explica, en cambio, cómo consigue que la voz sea idéntica a la original). Y con una solución digna de Robert Bloch, el resultado son reproducciones idénticas de seres humanos, basadas en las imágenes capturadas en el celuloide: identidad de los entes, identidad de las personalidades. Pero dejemos que el mismo Clemente Palma nos narre el primer encuentro de William Perkins con una de las criaturas surgidas de la inventiva de Rolland Poe:

Y pasamos a otra habitación del mismo piso de la casa. Rolland me puso un pequeño micrófono adaptable a un oído, y me dijo”
- Ahora mira y escucha.
Así lo hice, y de pronto ví en el piso claramente iluminado por la luz solar que entraba por las ventanas un perrillo de San Bernardo, no mayor que un ratoncillo, que vino a mí moviendo amistosamente la cola y ladrando alegremente. En otro extremo de la habitación, sobre una diminuta chaise longue, estaba un pequeño Maurice Chevalier, de unos cuarenta centímetros, y a quien había conocido y tratado alguna vez en Los Angeles con más respetables dimensiones. Estaba tarareando su Paris je t’aime … y al vernos entrar se incorporó, y con voz que me llegó por el micrófono con la intensidad humana normal, me dijo:
- Hello, mister Perkins, how do you do?”


El “Maurice Chevalier” de cuarenta centímetros, calco perfecto del original, se considera a sí mismo el “auténtico” Maurice Chevalier, aunque no puede explicarse su aparición repentina en la residencia de Rolland Poe, a quien sin embargo “recuerda” haber conocido en Hollywood. Lamenta además lo breve de su estadía, pues está por “regresar al estudio de la Paramount, en Hollywood, para filmar un nuevo argumento con miss Jeannette (McDonald), Irene Dunn, (Clark) Gable y Stone... Y después iré a mi París, donde pasaré el invierno”.

Ya en privado, Rolland Poe explica a su amigo que los seres a los que ha dado vida, los “homúnculus, una variedad específica de lo que llamo a los andrógenos o andromorfos” se rigen por leyes biológicas bastante singulares: viven poco tiempo, no tienen la percepción de ser copias, su inteligencia y conciencia son idénticas a las del “original” y, entre otras características más, su muerte se produce al agotarse la “radioactividad acumulada, por delicuescencia, o sea, que todo el organismo se deshace y licuefacta de un modo semejante al de la sal común en la humedad.” El líquido resultante es reutilizable.

A partir de aquí, la acción se traslada a una isla ubicada en algún lugar del Océano Pacífico, isla que ha sido comprada por Rolland Poe para continuar con sus experimentos lejos de miradas indiscretas. William Perkins se encarga de la construcción de una residencia y laboratorios idóneos para la reproducción de los homúnculos.

Ya instalado, Rolland Poe empezará por duplicar a diversas actricess: Greta Garbo (cuyo duplicado “muere” tras cumplir su ciclo), Joan Crawford, Norma Shearer, Joan Bennett y Jeannette McDonnal (sic), con quien Poe iniciará una relación romántica.

Dado que las instalaciones de la isla requerían de mantenimiento, Poe se rodea de un grupo de servidores negros, a los que considera de mente simple y suficientemente ignorantes como para no tener sospechas respecto a las actividades a que se dedica. Tiene también un capataz, un joven blanco y sordomudo, de quien deduce que sería incapaz de comunicar nada al mundo exterior.

Empero, el supuesto sordomudo es un pícaro que finge tal condición para suscitar lástima y lograr así mejores empleos y remuneraciones. Se sorprende ante la aparición de las actrices, considerando utilizar dicha información en su provecho. Abandona la isla en el barco que, necesariamente, los aprovisiona de alimentos. Dada la inesperada ausencia de su capataz, y siendo sus servicios necesarios, Rolland Poe creará un duplicado de Rodolfo Valentino. Considero que estamos ante una suerte de broma de Clemente Palma. Valentino ya estaba muerto para el tiempo en el cual transcurre la novela, y su presunta homosexualidad lo hacía “seguro” para el ambiente de la isla, llena de hermosas mujeres…

En Hollywood, el ex capataz informa a algunos representantes de la industria cinematográfica sobre la presencia de varias actrices en la isla de Poe. Estos sospechan primero que se ha producido un rapto, para luego concluir que Rolland Poe prepara algún tipo de sorpresa utilizando dobles de las actrices de moda. En una acción entre intrépida y jocosa, “el director de la Metro Goldwin Meyer, Lewis Stone, William Power, Gary Cooper y George Bancroft” se embarcan en un yate, junto con un grupo de mercenarios, y se dirigen a la isla. Tras un intento fallido de negociación con Rolland Poe, rescatan (o raptan, según se mire) a las cuatro dobles, matando (de nuevo) a Rodolfo Valentino, ofreciendo a Poe volver con el dinero correspondiente a sus derechos como “manager” de las actrices, a quienes consideran dobles de las originales, sin conocer su extraordinario origen. Demás está decir que las dobles agradecen el rescate, pues siguen creyendo que son las actrices originales.

De vuelta en Hollywood, y con mucho sentido del negocio, los productores deciden realizar un espectáculo basado en el “rescate de las dobles”, en el cual participarán estas y las actrices “originales”, quienes no salen de su asombro al encontrarse con sosías tan perfectas. La opinión pública, manipulada por los diarios, atribuye las peculiares personalidades de estas dobles, quienes creen ser las auténticas estrellas del cine, a supuestos poderes hipnóticos de Rolland Poe.

El final es melodramático. Durante la presentación de las actrices y sus dobles, en un teatro de San Francisco, reaparecerá Rolland Poe (a quien habíamos dejado en su isla), quien, comunicará al mundo la naturaleza de las dobles, su inevitable final (la licuefacción de las mismas, que ocurre en esos mismos instantes) y la consecuencia no deseada de la manipulación del radio: Rolland Poe ha sido contaminado por la radioactividad, y por ende, está condenado a muerte. Tras producirse la licuefacción de las dobles, a la vista de los concurrentes al teatro y de los representantes de la prensa, Rolland Poe “rápidamente se descerrajó un tiro de pistola en el corazón cayendo muerto en la sala”.

Este es, pues, el increíble argumento de “XYZ”, novela que constituye un verdadero rasgo originalidad dentro de la literatura peruana. Quien diría que fue escrita en 1935.

Mi agradecimiento al señor Guillermo Guedes y a la señora Adriana Alarco de Zadra, Director y Presidenta de la Fundación a cargo de la Casa Museo Ricardo Palma, sin cuya colaboración habría sido imposible escribir este artículo.

Y mi reconocimiento y admiración a Clemente Palma, hijo de su tiempo, por haber escrito esta novela.



Daniel Salvo
Lima, 3 de setiembre de 2005

(publicado originalmente en Velero 25)

Reseña: Megasistema (Clark Carrados/Luis Gonzales Lecha)




Megasistema

Clark Carrados (Luis Gonzales Lecha)

Editorial Bruguera
Colección La conquista del espacio

Junio de 1975
Cubierta: Jorge Núñez
(imagen cortesía de la Tercera Fundación)


¿Cómo olvidar mi primer amor con la ciencia ficción? Hay quien prefiere reconocerse en Verne o Wells, pero no es mi caso. Si había leído “De la Tierra a la Luna”, “Viaje al centro de la Tierra” y “Veinte mil leguas de viaje submarino”. Y las disfruté. Ahí quedó la cosa. Pero “Megasistema”, de Clark Carrados, hizo que en mi cabeza estallara como una nova esta revelación: “pucha, existe la ciencia ficción”.

“Megasistema” es una novelita pulp, de a duro como le dicen los españoles. Pero para mi, era la gloria, el primer libro sin ilustraciones que leía en mi vida, comprado especialmente por mi padre para mi, y solo para mi. Vaya uno a saber cuantas relecturas le hice, cuantas veces lo volví a empezar al mismo tiempo que me servía un bistec con arroz y papas fritas, que es como empieza esta novela.

El protagonista, Thor Berry, es un detective terrestre que acaba de ordenar a su máquina dispensadora de alimentos prácticamente el mismo menú que el lector (salvo quizá el arroz). Y como un servidor, se dispone a degustarlo mientras ve las noticias de la televisión. Destacan los “golpes de Estado” que ocurren en varios planetas del Megasistema de Proción (del cual forma parte la Tierra). También se propalan noticias sobre el otorgamiento de premios a científicos que han acuñado el término “micronía”, aplicado a un grado de miniaturización que realmente es imposible.

Berry es interrumpido por la bellísima (no hay mujeres feas en las novelas de a duro, gracias a Dios) Sybila Ur-Urrid, procedente del planeta Kenitros. La comida en ese planeta es tan mala que prácticamente le gorrea la cena a Thor (yo ya iba por la mitad de la mía). Entre otras cosas, Sybila trae una carta para Thor (en ese futuro de viajes intergalácticos a nadie se le ha ocurrido inventar la internet). Esta carta es de la reina Guduria, el inolvidable e imposible amor de Thor, Berry, que ahora reina en un planeta o sistema de cuyo nombre no puedo acordarme. La carta solo tiene una palabra, “Ven”, seguida de un punto, que al ser visto con lupa, revela un intrincado sello que acredita su procedencia.

El alcahuete de Thor le presenta a Sybila (por videófono) a su amigo Kidd Diller, experto en informática, mecánica, artesanía, en fin, en todo. Mientras los chicos conversan (conversación que acabará en matrimonio, con aro de 14k y todo), Thor se alista para su viaje. Y es que una orden de la reina Guduria no puede ignorarse.

Pero no todos son amigos de Thor. Unos matones (armados de las consabidas pistolas de rayos) interrumpen un encuentro romántico en casa de una amiga (quiero creer que es solo una amiga, Thor), amenazando a Thor con matarlo si no desiste de su proyectado viaje al planeta de Guduria. ¿Cómo escapar de esta situación? Simple. Como Thor tiene poderes especiales, pues los usa. No se rían, es en serio. En su primer encuentro, Guduria le ha conferido a Thor el poder de cambiar de forma. Thor es un polimorfo, capaz de transformarse en CUALQUIER COSA. Y cuando digo cualquier cosa, digo cualquier cosa: un televisor (¡con imagen y audio!), el Conde Drácula, animales… Guduria puede hacer otro tanto, pero es medio tímida.

Total, Thor sale de la Tierra, no recuerdo si en vuelo comercial o cohete particular, y llega al castillo/fortaleza/planeta/lo que sea/ de Guduria. Todo pasó tan rápido que ni me di cuenta. Eso si, recuerdo parte del diálogo de los tórtolos durante su reencuentro. Prohibido vomitar:

- Mi reina…
- Thor, por favor.
- No tengo más vida que para mi reina.
- Thor, la última vez que nos vimos no éramos otra cosa que un detective terrestre, y yo… una mujer enamorada

¡Aggg! Y encima, Thor se la pasa de rodillas en esta escena, recuerden que está ante una reina (y una mujer que sigue enamorada…).

El asunto con Guduria era el siguiente: se había casado con el difunto rey Ramshill por razones de Estado. Al enviudar, se convierte en una especie de reina madre pues Ramshill tenía un hijo de un anterior compromiso, Ramshinor, heredero del trono que no gozaba para nada del afecto del pueblo (de todo un planeta o sistema, nada menos). Entonces, para contentar al pueblo, y de paso, convertirse en rey antes de tiempo, aspiraba a… ¡casarse con su madrastra! Con la pobre Guduria, cuyo matrimonio con Ramshill había sido por razones de Estado (una manera de decirnos que nunca tuvieron relaciones sexuales, recuerden que las heroínas de las novelas de a duro llegan vírgenes al matrimonio o solo se acuestan con quien luego será su esposo... al menos, hasta antes del año 1980). Como buen villano, Ramshinor tiene un as bajo la manga para conseguir lo quiere. Si Guduria sigue negándose a casarse con él, utilizará el gran cañón que ha puesto en órbita para destruir el planeta (supongo que los psicoanalistas verán algo simbólico en lo del gran cañón, yo no). ¿Un anticipo de la Estrella de la Muerte? ¿Y los derechos de autor? ¿Alguien quiere un abogado?

Thor y Guduria, al ver que no hay tiempo que perder, cogen una nave y se dirigen al satélite donde se encuentra el gran cañón. Como una prueba de que los humanos, en cualquier lugar y en cualquier tiempo, somos una raza chapucera, Thor descubre que los intrincados mecanismos del cañón no están hechos para funcionar en el vacío. Así que le quita la tapa (con un destornillador) al cañón y… ¡listo! Un pedazo más de chatarra espacial.

A todo esto, Ramshinor se ha enterado del sabotaje , y se comunica con nuestros héroes por videófono. Ofrece amnistía para Berry e insta a Guduria a volver y casarse con él de inmediato. Con tranquilidad, Thor le informa que su cañón ha sido inutilizado. Además, le informa estar al tanto de los rumores que sindican a Ramshinor como presunto envenenador de su padre, el difunto rey Ramshill:

- ¡ Parricida! ¿Conoce el significado de esa palabra?

Me imagino al pobre Ramshinor buscando un diccionario en ese momento.

Total, Ramshinor termina en la cárcel, Guduria abdica al trono y todos regresan a la Tierra. Pero las aventuras de Thor no acaban aquí. Su mucama le comenta que está muy preocupada por su hijo, quien hacía unos meses se había enrolado en el equivalente a la marina mercante del Megasistema. Tras unos meses de viaje, había enviado a su madre una carta (todavía no hay internet) donde le informaba que su batallón había desembarcado en el planeta tal. ¿Batallón? ¿Acaso el hijo de la mucama es Johny Rico? Dado que Thor tiene un buen corazón, le ofrece a la mucama investigar el asunto.

Buscando en las páginas amarillas, Thor averigua donde queda la agencia de empleos y se inscribe. Lo admiten, lo citan a unas oficinas y el tipo acude. Ingresa por una puerta que es como un detector de metales, a la que sigue un pasillo laaargo laaargo, que desemboca al aire libre. Ahí lo espera un jeep (!), el cual aborda siguiendo las instrucciones que aparecen en un panel ad hoc. Y se encuentra con … ¡una hormiga gigante!, a la cual destruye no recuerdo bien como. Oye unas risas en la radio, y una voz que lo insta a mirar hacia arriba. Un inmenso lente de vidrio le ofrece la visión de un ojo distorsionado. Thor Berry ha sido reducido a una milésima parte de su tamaño original.

Todo era un plan de los científicos expertos en “micronía”. Reclutaban personas con el cuento de la marina mercante, les lavaban el cerebro para convertirlos en soldados mercenarios, los reducían a un tamaño infinitesimal y los transportaban en maletines de mano de un planeta a otro. De ahí el elevado número de golpes de Estado, con ejércitos surgidos aparentemente de la nada… el negocio perfecto, excepto que el detective Thor Berry lo sabe todo. Así que, ha reducirlo y buenas noches los pastores.

Para complicar las cosas, los malvados han enviado un mensaje a Guduria, quien presurosa acude a la agencia en búsqueda de su (ahora si) marido. Realiza el mismo recorrido que Thor, por lo que acaba como él, reducida a una milésima parte de su tamaño real (para colmo, los poderes polimórficos de ambos han sido anulados por la reducción de tamaño). El villano científico suelta un par de “ja - jas” por radio (es tan considerado que habla por radio con Thor y Guduria, pues les rompería los tímpanos si les hablara en forma directa), y los deja para que se mueran o vaya uno a saber qué, total, es como si hubieran dejado de existir…

Sin embargo, no contaban con la astucia de Thor, quien encuentra la solución: hacer el mismo camino que hizo al principio, pero al revés. Así que vuelve sobre sus pasos, rompe la puerta de madera (!) que da paso a la máquina reductora, sigue caminando y ¡voilá! Aparece del otro lado en su tamaño original, al igual que Guduria.

Los científicos malvados se enteran de esta fuga, al mismo tiempo que ven en la televisión las preocupantes noticias del momento: han sido acusados de reducir personas con fines belicistas, y están por ser capturados. ¿Qué hacer, como diría Lenín? Fácil pues, utilizar su máquina reductora en ellos mismos, se hacen chiquitos y se disponen a ocultarse hasta que pase la tormenta. De modo que eso hacen, y los tenemos en las escenas finales, sonriendo de alivio, cuando escuchan por la radio del vehículo la voz de Thor Berry.

Cachacientamente, Berry les informa que el televisor que pasaba las noticias en realidad había sido el en su faceta de polimorfo. Que sus planes de conquista y ambición habían llegado a su fin. Que nadie los perseguía ni nada por el estilo. Ah, y de paso, que su máquina reductora había sido destruida, así que ni soñar con volver a su tamaño original. Y chau. Los pobres científicos malvados quedan lamentándose, pero no por mucho tiempo, pues viene un pájaro hambriento que se los come. RIP.

Nunca supe que fue del hijo de la mucama. Nunca supe de qué marca era el televisor flotante en el cual se había transformado Thor Berry. Solo recuerdo que esta historia, trepidante, magnífica en su sencillez, digerible en su simpleza, tuvo más de un final feliz.

Y como ponía Bruguera…

FIN