Al iniciar la andadura de “Ciencia Ficción Perú” en junio de 2002, publicamos nuestro primer editorial, titulado La ciencia ficción y nosotros que la quisimos tanto, donde expuse mi visión particular de la ciencia ficción en el Perú. Soy pues el único responsable de tan intonsa parrafada. A veces he sentido deseos de retirarla, si no fuera por que, al menos en ese año, pensaba así. Con lo que pueda tener de cierto, falso o exagerado. Y creo que sería algo cobarde retirar lo dicho de esa manera, como si nunca lo hubiera escrito.
Prefiero decir que, en muchas cosas, me equivoqué. Aunque, curiosamente, hay quienes me dicen que tengo razón.
Resumiendo dicho editorial, creo que repetí una serie de lugares comunes acerca de la ciencia ficción: nula difusión, ignorancia del stablishment académico, poca oferta en las librerías. Además, afirmé que unos pocos dominan la escena literaria nacional, y no permiten a los “otros” ubicarse en la misma. El mundo literario peruano había sido conquistado por un sector definido como “hegemónico”…
Imaginen la sorpresa que experimenté cuando, en el reciente debate entre escritores “andinos” y “criollos”, los andinos esgrimieron prácticamente los mismos argumentos. Lo afirmado líneas arriba parece un calco.
Por supuesto, no voy a creer que los “andinos” son asiduos lectores de esta página web y que hayan copiado mis argumentos para iniciar la polémica.
Lo que me temo, y de paso hago un mea culpa, es que ambos hemos magnificado ciertas situaciones y actitudes. Es cierto que hay amigos y enemigos, grupos y grupetes, y que no todos pueden estar de acuerdo. Por citar un ejemplo, tanto los andinos como los criollos no forman parte de mi grupo, los cienciaficcioneros. A unos, la ciencia ficción les parecerá ajena a nuestra realidad. A otros, un género subliterario, indigno de ser tomado en consideración. Vamos, que para los dos grupos principales, la ciencia ficción ni siquiera sería literatura.
Es decir que, siguiendo la tónica del debate, habría un tercer grupo, ni andino ni criollo: el de los escritores de ciencia ficción, fantasía y terror.
Dado que la escena nacional es la misma para todos, quienes intentamos escribir ciencia ficción y otros “subgéneros” deberíamos también quejarnos. Para empezar, por no incluirnos en sus diatribas. Ningún escritor de ciencia ficción ha sido siquiera aludido o mencionado por los andinos o criollos.
Y, viendo las cosas desde los puntos de vista de los grupos en discordia, podríamos decir que a nosotros tampoco nos publican, no nos mencionan en los periódicos, no nos entrevistan en la televisión. Estamos condenados a ser unos ilustres desconocidos, los escritores de ciencia ficción. Somos marginados no por uno sino por dos grupos. Es decir, la cosa viene con yapa. Unos no nos dejan, los otros no nos quieren.
Pero, amigos míos, estamos en el siglo XXI. El siglo de la internet, donde CUALQUIERA puede publicar virtualmente gratis, sin censura y sin ninguno de los vicios (reales y supuestos, todo hay que decirlo) que se dan en nuestro quehacer cultural.
En este contexto, no hay nada más absurdo que un escritor que afirme que no publica por culpa de una argolla, exista o no. En realidad, hoy en día nadie puede impedirle a un escritor publicar su obra.
Por ejemplo, supongamos que al fin logro redactar unos cuentos que considero lo suficientemente decentes como para publicarlos. Los imprimo, los engrapo y los pongo en un maletín. Luego, voy a tocar la puerta de la Editorial X. Como todos sabemos, Editorial X está manejada por venusinos camuflados de terrícolas, con la misión de acabar con la creatividad narrativa peruana. Los tentáculos de Editorial X se extienden a una universidad privada, dos periódicos de circulación nacional, un programa de televisión y un carrito sanguchero. Por consiguiente, una vez que he osado tocar la puerta de editorial X, pasará lo siguiente:
a) El malvado Editor en Jefe recibirá mi manuscrito, prometiéndome leerlo.
b) Luego, llamará a sus compinches de la argolla, residan o no en el Perú, para preguntarles si me conocen.
c) Como no me conocen, no me recomienda nadie.
d) Tira mis cuentos al tacho de basura.
¿Quiere decir que se acabó mi futuro como escritor? ¿Qué nunca jamás nadie leerá el producto de mi genialidad creativa?
Pues no. Argolla o no argolla, tengo la internet.
Nada más sencillo que iniciar una página web. O un blog, si la quieren más fácil.
Por un momento, me asaltó una duda: ¿y si la argolla dominaba también la internet? ¿Y si tenía chacales sueltos en la oficinas de Yahoo, de Telefónica, de Google, de Hotmail, en el Perú y en el extranjero? Por que, recuerden, la argolla es poderosisisisima.
Me arriesgué a enfrentarme con la argolla. Puse mi página web. Mis cuentos. Mis comentarios. Escribía con el inefable placer de no deberle nada a nadie…
El final felíz fue este: colocados los cuentos en internet, fueron leídos por un editor jupiteriano, quien los publicó en dos galaxias y un metauniverso. Me pagó en un extraño tipo de moneda llamada “fama” que solo podré hacer efectiva cuando muera.
Pregunta suelta: ¿alguien me impidió escribir? ¿Me dictaron titulares, me prohibieron mencionar a alguien, me obligaron a atacar a otro? No.
¿Y qué pasó con la argolla, por que no impidieron que escribiera? ¿Por qué no fabricaron a su “escritor de ciencia ficción” y lo publicaron en Editorial X, con rebote en la universidad, la televisión y los periódicos…? Bueno pues, o es una argolla bien monse, o simplemente no existe. Y si existiera, ¿qué? Actitudes mezquinas, amiguismos y alcahueterías se dan en todos lados. Y el mundo sigue girando. Si realmente existen y se publican entre ellos, ¿a mi qué? Ahora puedo publicarme solo.
Solo me queda dar un consejo: escritor o escritora peruana, ¿por qué someterse a los dictados de la argolla? ¿no quieren publicarte? ¿no quieren sacarte en televisión? ¿y tu quieres que te conozcan? ¿que te lean? ¿que te admiren? Entonces…
PON TU PAGINA WEB, Y ESCRIBE AHIPrefiero decir que, en muchas cosas, me equivoqué. Aunque, curiosamente, hay quienes me dicen que tengo razón.
Resumiendo dicho editorial, creo que repetí una serie de lugares comunes acerca de la ciencia ficción: nula difusión, ignorancia del stablishment académico, poca oferta en las librerías. Además, afirmé que unos pocos dominan la escena literaria nacional, y no permiten a los “otros” ubicarse en la misma. El mundo literario peruano había sido conquistado por un sector definido como “hegemónico”…
Imaginen la sorpresa que experimenté cuando, en el reciente debate entre escritores “andinos” y “criollos”, los andinos esgrimieron prácticamente los mismos argumentos. Lo afirmado líneas arriba parece un calco.
Por supuesto, no voy a creer que los “andinos” son asiduos lectores de esta página web y que hayan copiado mis argumentos para iniciar la polémica.
Lo que me temo, y de paso hago un mea culpa, es que ambos hemos magnificado ciertas situaciones y actitudes. Es cierto que hay amigos y enemigos, grupos y grupetes, y que no todos pueden estar de acuerdo. Por citar un ejemplo, tanto los andinos como los criollos no forman parte de mi grupo, los cienciaficcioneros. A unos, la ciencia ficción les parecerá ajena a nuestra realidad. A otros, un género subliterario, indigno de ser tomado en consideración. Vamos, que para los dos grupos principales, la ciencia ficción ni siquiera sería literatura.
Es decir que, siguiendo la tónica del debate, habría un tercer grupo, ni andino ni criollo: el de los escritores de ciencia ficción, fantasía y terror.
Dado que la escena nacional es la misma para todos, quienes intentamos escribir ciencia ficción y otros “subgéneros” deberíamos también quejarnos. Para empezar, por no incluirnos en sus diatribas. Ningún escritor de ciencia ficción ha sido siquiera aludido o mencionado por los andinos o criollos.
Y, viendo las cosas desde los puntos de vista de los grupos en discordia, podríamos decir que a nosotros tampoco nos publican, no nos mencionan en los periódicos, no nos entrevistan en la televisión. Estamos condenados a ser unos ilustres desconocidos, los escritores de ciencia ficción. Somos marginados no por uno sino por dos grupos. Es decir, la cosa viene con yapa. Unos no nos dejan, los otros no nos quieren.
Pero, amigos míos, estamos en el siglo XXI. El siglo de la internet, donde CUALQUIERA puede publicar virtualmente gratis, sin censura y sin ninguno de los vicios (reales y supuestos, todo hay que decirlo) que se dan en nuestro quehacer cultural.
En este contexto, no hay nada más absurdo que un escritor que afirme que no publica por culpa de una argolla, exista o no. En realidad, hoy en día nadie puede impedirle a un escritor publicar su obra.
Por ejemplo, supongamos que al fin logro redactar unos cuentos que considero lo suficientemente decentes como para publicarlos. Los imprimo, los engrapo y los pongo en un maletín. Luego, voy a tocar la puerta de la Editorial X. Como todos sabemos, Editorial X está manejada por venusinos camuflados de terrícolas, con la misión de acabar con la creatividad narrativa peruana. Los tentáculos de Editorial X se extienden a una universidad privada, dos periódicos de circulación nacional, un programa de televisión y un carrito sanguchero. Por consiguiente, una vez que he osado tocar la puerta de editorial X, pasará lo siguiente:
a) El malvado Editor en Jefe recibirá mi manuscrito, prometiéndome leerlo.
b) Luego, llamará a sus compinches de la argolla, residan o no en el Perú, para preguntarles si me conocen.
c) Como no me conocen, no me recomienda nadie.
d) Tira mis cuentos al tacho de basura.
¿Quiere decir que se acabó mi futuro como escritor? ¿Qué nunca jamás nadie leerá el producto de mi genialidad creativa?
Pues no. Argolla o no argolla, tengo la internet.
Nada más sencillo que iniciar una página web. O un blog, si la quieren más fácil.
Por un momento, me asaltó una duda: ¿y si la argolla dominaba también la internet? ¿Y si tenía chacales sueltos en la oficinas de Yahoo, de Telefónica, de Google, de Hotmail, en el Perú y en el extranjero? Por que, recuerden, la argolla es poderosisisisima.
Me arriesgué a enfrentarme con la argolla. Puse mi página web. Mis cuentos. Mis comentarios. Escribía con el inefable placer de no deberle nada a nadie…
El final felíz fue este: colocados los cuentos en internet, fueron leídos por un editor jupiteriano, quien los publicó en dos galaxias y un metauniverso. Me pagó en un extraño tipo de moneda llamada “fama” que solo podré hacer efectiva cuando muera.
Pregunta suelta: ¿alguien me impidió escribir? ¿Me dictaron titulares, me prohibieron mencionar a alguien, me obligaron a atacar a otro? No.
¿Y qué pasó con la argolla, por que no impidieron que escribiera? ¿Por qué no fabricaron a su “escritor de ciencia ficción” y lo publicaron en Editorial X, con rebote en la universidad, la televisión y los periódicos…? Bueno pues, o es una argolla bien monse, o simplemente no existe. Y si existiera, ¿qué? Actitudes mezquinas, amiguismos y alcahueterías se dan en todos lados. Y el mundo sigue girando. Si realmente existen y se publican entre ellos, ¿a mi qué? Ahora puedo publicarme solo.
Solo me queda dar un consejo: escritor o escritora peruana, ¿por qué someterse a los dictados de la argolla? ¿no quieren publicarte? ¿no quieren sacarte en televisión? ¿y tu quieres que te conozcan? ¿que te lean? ¿que te admiren? Entonces…
Eso sí, no esperes que te paguen…
Daniel Salvo
Julio 2005
POST SCRIPTUM: Transcribo parte del párrafo final del artículo publicado por Alonso Cueto en la edición de Perú21 del 3 de julio de 2005. Es la única mención textual a la ciencia ficción que se ha producido en el debate entre escritores andinos y criollos. A ver quien recoge la invitación… o el desafío.
“¿Y no deberíamos esperar también el desarrollo y el esplendor de obras fantásticas, de ciencia ficción, novelas de atmósferas privadas, prosas poéticas, novelas policiales, obras históricas? ¿Y qué de la literatura escrita por exilados? Declararse a favor de un único tipo de literatura es construir una trinchera en un campo de batalla inexistente. Las palabras de un buen libro se quedan grabadas en los corazones de sus lectores, vengan de donde vengan. Una novela, cuento o poema bien logrado es un organismo vivo cuyos rayos nos iluminan siempre. Debemos "estar" pues solo por la buena literatura, la que surge de la soledad esencial de sus creadores. De lo contrario, corremos el riesgo, entonces sí, de caer en una visión sectaria, y habremos perdido, en realidad, toda esperanza.”
Y a continuación, el último párrafo del artículo escrito por Miguel Gutiérrez, en respuesta al anterior, publicado también en Perú21 el 12 de julio último. Mi conclusión es que, en el fondo, tanto andinos como criollos están de acuerdo en lo esencial.
“En última instancia, toda ficción narrativa estéticamente lograda revela los dramas universales de la condición humana, dramas que pueden desplegarse en escenarios costeños, andinos o amazónicos, rurales o urbanos. Es verdad que los escritores suelen escribir sobre las realidades que conocen desde adentro, lo cual no debe implicar una limitación a sus facultades creativas. Pues a los creadores de ficciones les asiste el derecho de apropiarse de cualquier espacio real, imaginario o mítico, sin otro límite que el que les impone la propia imaginación y la audacia creativa. Un escritor costeño puede escribir sobre su aldea, pero también sobre Lima, sobre los pueblos andinos (incluyendo, por cierto, Cora Cora) o sobre el maravilloso y duro mundo de la amazonía. Igualmente, tiene la libertad de explorar las grandes ciudades del mundo, del presente y el pasado. O bien crear espacios absolutamente imaginarios o entrevistos en los sueños y pesadillas. Sólo un mandato no puede transgredir: el imperativo artístico que legitima cualquier obra.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario