martes, 4 de agosto de 2009

Reseña: El mismo río (Ana María Shua)

El mismo río
Ana María Shua
Revista Axxón Nº 169
http://axxon.com.ar/rev/169/c-169cuento17.htm


Cuando se piensa en futuros distópicos, apocalípticos o antiutópicos, se considera como tales a aquellos en los que la humanidad ha sufrido un cataclismo (natural o provocado) y deambula por ahí, sobreviviendo.
Definitivamente, son visiones bastante descorazonadoras de lo que podría ser nuestro futuro. Supongo que a nadie le gustaría perder su casa en un terremoto o, simplemente, quedarse en la completa miseria. Y si multiplicamos estas circunstancias por miles o millones de seres humanos, pues sálvese quien pueda.
Sin embargo, creo que hay visiones aún más aterradoras del futuro, y son, irónicamente, aquellas en las que la raza humana ha tenido éxito en sobrevivir a su propia autodestrucción. Es decir, aquellos futuros engendrados por los eventos “normales” de nuestro presente.
Así, tenemos las clásicas distopías 1984 de George Orwell, Un mundo feliz de Aldous Huxley y Nosotros de Yevgeny Zamiatin, en las que un Estado todopoderoso controla hasta el último detalle de la existencia de sus ciudadanos. No es posible “desviarse”. No hay – o se dice que no hay – pobreza, hambre o enfermedad, pero tampoco hay libertad.
Ahora, el caso de Un mismo río puede ubicarse en la otra orilla. En el no tan distante futuro ideado por Ana María Shua, el Estado destaca más bien por su ausencia. Aquí, la gente simplemente ha sido dejada al garete, y esto ha dado lugar a la aparición de una sociedad realmente odiosa, por que no nos ha sido impuesta, sino que es producto de nuestros propios actos y deseos. No hay Gran Hermano vigilando, se puede seguir utilizando el nombre en lugar de un número y los hijos aún nacen de manera natural…
Precisamente por esto, la visión que nos ofrece Ana María Shua es más aterradora incluso que los mundos sin agua y poblados de mutantes o caníbales de la ciencia ficción clásica. Es aterradora por que podemos reconocer prácticamente todas las cosas que ya vivimos en nuestro presente de inicios del siglo XXI: familias disfuncionales, suicidios juveniles, educación de bajísima calidad, sexualidad basada en estímulos artificiales y enmascaramiento u ocultamiento de la pobreza.
En El mismo río (título que alude a la sentencia del filósofo Heráclito “no puede bañarse dos veces en el mismo río” y, quizá, al río de La Plata), no hay una visión apocalíptica y acaso transitoria del devenir humano, sino una cotidianeidad monstruosa de la cual los protagonistas son conscientes (tal como, actualmente, somos conscientes de tantas cosas que andan mal), pero que son incapaces de modificar. Incluso parecen disfrutar de ella. Las tres generaciones de la familia que protagoniza el relato no nos dicen que haya habido un accidente histórico que haya trastocado las cosas, sino que la degeneración social en la que viven es la forma de vivir aceptada como decente y normal en un país de cuyo nombre nadie parece acordarse bien. Un país que podría ser el nuestro.

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