miércoles, 5 de agosto de 2009

Editorial: Ciencia ficción y mainstream... ¿encuentro o choque?

Este año 2007 ocurrió un acontecimiento deseado y a la vez temido por ciertos aficionados a la ciencia ficción, entre los que me incluyo: el otorgamiento del Premio Nobel de Literatura a Doris Lessing, autora que prácticamente era casi una desconocida en el mainstream peruano (y ello pese a contar con una novela comentada en “La verdad de las mentiras” de Mario Vargas Llosa), aunque no para alguien con un mínimo de interés en la ciencia ficción. De hecho, diría que es precisamente debido a la publicación de algunas de sus obras en “Minotauro” que el nombre de Doris Lessing, por lo menos, nos “suena” a todos.
Sobre la idoneidad del otorgamiento del Premio Nobel a la señora Lessing se han pronunciado diversos especialistas, aunque la mayor parte de ellos reconoce no haber leído su obra.
Ahora bien, ¿qué relevancia tiene esto para el fandom de la ciencia ficción, en el Perú y en el resto del mundo? Pues que habiendo Doris Lessing escrito ciencia ficción en una proporción bastante significativa en relación al resto de su obra, tirios y troyanos no han podido evitar referirse a “esa” parte de su obra. Muchos habrían estado felices si madame Lessing sólo hubiera escrito El cuaderno dorado y La buena terrorista, para poder verter ríos de tinta (o de bits) respecto a estas obras, y su relevancia en la ideología feminista, el posmodernismo y esos términos en los que todo crítico literario es experto.
¿Y de la ciencia ficción de Doris Lessing? Ahí está el detalle. Como la ciencia ficción no se considera como objeto de estudio o de discusión “seria”, pues los ríos de tinta (o de bits) sobre sus novelas de la serie Shikasta, Instrucciones para un descenso al infierno, El quinto hijo, Memorias de una sobreviviente y la reciente La grieta apenas han dado para riachuelos o acequias. Ya se encargó Harold Bloom de emitir el dictum lapidario: Doris Lessing hace ciencia ficción de cuarta categoría.
Nótese el efecto tranquilizador de esta última combinación de términos. Al margen de lo acertado o no del diagnóstico, creo que este dictamen de Bloom (por cierto, Bloom es uno de los críticos más serios de la actualidad, y por algo dice lo que dice) ha servido para volver al status quo de siempre, esto es, considerar a la ciencia ficción como subliteratura o un tipo de literatura carente de “seriedad”. En suma, un género de cuarta categoría.
¿Qué es lo que ha pasado? Permítaseme expresarlo con una fábula. Imaginemos a la literatura como un prado arquetípico, con un sol radiante en medio del cielo azul. Ahora, imaginemos a la ciencia ficción como un grupo de insectos que viven bajo una piedra, ocultos del mainstream que serían los conejitos, los ciervos, los cisnes y demás animales disneyanos que retozan en el prado. Ahora, de improviso viene un fulano llamado Nobel y vaya uno a saber cómo, remueve la piedra y expone a los insectos a la luz del sol. ¡Horror! ¡Hay vida debajo de las piedras! ¡Se mueven, respiran, anhelan! Pero, ¿son parte del prado? ¿desean serlo? ¿los invitamos a retozar con nosotros? Esperen, no se apresuren. Dejen pasar el tiempo. La piedra volverá a su sitio. Los insectos ya no se ven. Algunos son comestibles, o al menos sus ideas (Philip Roth y Cormac McCarthy dixit). Ya se terminó el año. La piedra volvió a su sitio. Podemos seguir retozando tranquilos.
¿Y qué fue o qué será de los insectos de la ciencia ficción? Quiero ser optimista, y creer que, pese a todo, ya no se puede dar marcha atrás. Por más que la piedra la oculte, la ciencia ficción (o el término que se elija para denominarla) está viva y en actividad. Los felices animales del prado pueden hacer de cuenta que no está ahí, pero la verdad es que ahí está. Y la piedra puede volver a moverse, tal vez de manera definitiva.
Después de todo, los insectos han estado en la Tierra desde hace muchísimo más tiempo que otras especies…

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