Juan Rivera Saavedra
Editorial Horizonte, 1976
Lima
Indice
La causa
Punto
Uno
El recogedor
Sensación
La raza detestable
La esquina roja
Imaginación
Los explotadores
El primer amanecer
Aquella noche
El reloj de arena
El gerente
Robot 2
La solución
Otro punto
Robot 3
La proeza
Morfeo asesino
Hospitalidad
Los privilegiados
Robot 4
Lío callejero
La máquina del tiempo
La visita
Aire
Herbario
Confía en el hombre
Inocencia
Coqueta
Sospecha
La causa
Punto
Uno
El recogedor
Sensación
La raza detestable
La esquina roja
Imaginación
Los explotadores
El primer amanecer
Aquella noche
El reloj de arena
El gerente
Robot 2
La solución
Otro punto
Robot 3
La proeza
Morfeo asesino
Hospitalidad
Los privilegiados
Robot 4
Lío callejero
La máquina del tiempo
La visita
Aire
Herbario
Confía en el hombre
Inocencia
Coqueta
Sospecha
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Hace muchos años, leí un cuento muy breve de ciencia-ficción publicado en la página cultural de un diario (nada que ver con los suplementos culturales actuales). Trataba sobre una perra robot y sus crías robot. También se publicaba un cuento sobre una pareja que descubre en forma repentina que el tiempo se ha detenido para ellos. Y recuerdo que al pie de página aparecía el título del volumen: "Cuentos sociales de ciencia ficción".
La memoria es una cosa extraña. Todos estos años, éste recuerdo quedó como arrinconado en algún lugar de mi mente, al punto que incluso al iniciar la edición de "Ciencia Ficción Perú" en junio de 2002, no recordaba la existencia de esta obra. Fue una súbita inspiración ante la pantalla de la computadora, un recuerdo fugaz del título, que me hizo digitarlo en un buscador. Y tuve suerte, pues obtuve la información que buscaba, y la información acerca del autor: Juan Rivera Saavedra, quien sigue vivito y coleando, al punto que acaba de publicar el libro "Oprimidos y exprimidos", editado por la Universidad Alas Peruanas. este año del Señor de 2003
Juan Rivera Saavedra es más conocido como dramaturgo, y tiene algunas piezas teatrales que podrían considerarse como de ciencia ficción. Es tal vez ésta opción por la ciencia-ficción, tan a contracorriente de nuestra narrativa nacional, la que ha silenciado, por decirlo de alguna manera, un trabajo bastante prolífico en el ámbito de la literatura.
Volviendo a la obra que nos ocupa, está compuesta por treintiún cuentos, de extensión bastante breve, menor incluso a los escritos por Gaham Wilson, considerado un maestro del cuento corto en EE.UU. Muchos de estos cuentos tienen un aire al Ray Brádbury de "Crónicas marcianas" y "El país de octubre", al punto que hay quienes no los incluirían dentro del género de ciencia-ficción.
Algo que se aprecia también es un espíritu deliberadamente crítico hacia lo que podríamos llamar un capitalismo salvaje, encarnado en los "yanquis". Recordemos que esta opción fue la bandera de lucha de la izquierda latinoamericana hasta casi finales de los 1980´s, siendo ahora una postura tenida por trasnochada y anacrónica. Sin embargo, la invasión a Irak nos ha demostrado que la expresión "imperialismo yanqui" no es ni tan trasnochada ni tan anacrónica... y que no pertenece al ámbito de la ciencia-ficción o la fantasía. En el contexto actual, algunas de las pesadillas descritas por Rivera Saavedra en su libro, que en otro tiempo nos hubieran hecho sonreir por su aparente maniqueísmo, tienen ahora los visos de siniestras profecías, algunas cumplidas y otras aún por cumplirse. Espero equivocarme.
Por ejemplo, tenemos cuentos como La causa, El recogedor, La raza detestable, Los explotadores, Aquella noche, La solución, Robot 3, Los privilegiados, Inocencia y Sospecha; en los que se evidencia el deseo del autor de denunciar diversas formas de maldad y estupidez tales como el racismo, la explotación humana, la doblez moral. Nuevamente, está presente la crítica al imperialismo estadounidense, aunque cabe precisar que dicha crítica es al gobierno norteamericano y no al pueblo norteamericano ( niños, amas de casa, escritores), a quien debemos, entre muchas otras cosas positivas, gran parte de las obras más famosas de la ciencia-ficción. No todos los gringos son unos hijos de puta.
Existen también cuentos de índole fantástica, como Punto, Sensación, Imaginación, El reloj de arena, Otro punto, Morfeo asesino, Lío callejero, Aire, y Coqueta. El choque de una situación cotidiana o banal con un desenlace totalmente inesperado es el sello de estos cuentos, además de la atmósfera atemporal de los mismos.
Caber resaltar la presencia de cuentos en los que se mezclan la ciencia ficción y un humorismo muy peruano, fiel reflejo de nuestra idiosincracia. Me refiero a Robot 2, La proeza (¡cuento peruano cien por ciento!), Hospitalidad, La máquina de tiempo (de un humor mas bien cruel).
Del presente volumen, merece una mención especial el Prólogo, escrito por Antonio Gálvez Ronceros, en una novedosa faceta de escritor realista leyendo ciencia-ficción. Juzguen ustedes.
-------------------------------------------------------------------------------Prólogo a "Cuentos sociales de ciencia- ficción"
La idea de que en un futuro aún muy lejano la ciencia y la tecnología habrán avanzado tanto que determinarán cambios en el discurrir de la vida cotidiana del hombre y en la fisonomía de su habitat, impulsa básicamente la imaginación del escritor de relatos de ciencia-ficción. Por contraste con lo que hasta el momento llevan conseguido la ciencia y la tecnología, los hechos y situaciones que se anticipan de esta supuesta realidad futura hacen del relato de ciencia-ficción una modalidad del género fantástico. Pero lo que no pocas veces ha resultado en el cultivo de las otras modalidades que conforman el amplio espectro del género se ha dado también en el relato de ciencia-ficción: unas veces, obedeciendo al propósito de deslumbrar al lector con un texto presuntuoso que le valga al autor el reconocimiento a su "genial capacidad imaginativa", se ha recurrido al amontonamiento de escenas fantásticas que naturalmente no han logrado hilvanar ni el más inofensivo sentido y en cambio han dejado curiosamente la imagen de una suerte de competencia descabellada por mostrarse cada cual como la más insólita; otras veces - incuestionablemente de peligrosidad por su propósito embrutecedor - el producto ha sido la historia de aventuras acartonadas, de pretendidos misterios y enigmas pues la historia ha carecido de la atmósfera misteriosa y enigmática (tan cara a los narradores que con justicia llevan ganando un nombre en este terreno; en suma, la historia que se vale de canallas presentados tramposamente como depositarios de valores excelsos, para justificar y perpetuar aquellas ideas y actitudes causantes de los padecimientos que sufren actualmente los pueblos expoliados y pauperizados. Dando por un hecho el tratamiento eficaz de los elementos de la historia - sin lo cual las mejores intenciones se van al diablo en el arte de narrar -, los frutos memorables del género fantástico se han logrado por el papel de mero servicio que han sabido desempeñar los elementos fantásticos en provecho de una intencionalidad no precisamente fantástica sino muy real y concreta: aquella que se afinca en la condición humana para revelarnos con sentido crítico sus grandezas y miserias. La pervivencia de las miserias humanas en esa sociedad futura donde el hombre cree haberse elevado espiritualmente por el conocimiento de la ciencia y por el vencimiento de los obstáculos que le impedían antaño rodearse de comodidades materiales, otorga al relato de ciencia-ficción, así concebido un carácter esclarecedor y premonitorio: si en la humanidad futura algunas sociedades mantienen la existencia de clases, las ventajas de una avanzadísima ciencia y tecnología estarán al servicio de los torvos intereses de la minoría dominante, que las usará para perfeccionar sus mecanismos de poder y mantener sus privilegios. Así, el futuro imaginado revierte en el presente, pues por entre la maraña y laberintos fantásticos el lector siente reflejada de modo impactante la problemática fundamental que aqueja a la humanidad presente. Este es el mérito más importante que se percibe en Cuentos sociales de ciencia - ficción de Juan Rivera Saavedra.
Para impregnar de futurabilidad los hechos que narra, Rivera Saavedra desecha la exuberancia descriptiva, el recargo referencial al exotismo de situaciones, personajes y objetos condicionados por la supuesta ciencia y tecnología del futuro (exuberancia y recargo más acordes con el relato de ciencia-ficción extenso, que requiere de multiplicar escenarios, personajes y anécdotas). Usa la mención parca. Le es suficiente, por ejemplo, una máquina del tiempo en la escena, un robot o un ser extraterrestre como personaje, algún artefacto de viaje interestelar, el cambio operado en el color de la piel del hombre al arribar a otro planeta, la absurda metamorfosis que sufre un día la Tierra o la existencia de una golosina elaborada con una materia repugnante. Igual parquedad asume en los hechos que integran las historias. No se trata, sin embargo, de la parquedad gratuita o mezquina; la sobriedad y economía de los elementos descriptivos y narrativos obedecen en Rivera Saavedra a su propósito de lograr el cuento breve y a la conciencia que tiene de que ello sólo es posible recurriendo a la selección de lo estrictamente funcional como para configurar un universo narrativo circular y cerrado, en el que el poder de las significaciones de la materia narrativa en su transcurso se enriquece con la revelación final hacia la que confluyen los hechos. Así, el universo narrativo construido solo de síntesis se ensancha por las implicitaciones que contiene. Dentro del ejercicio de esta concepción del cuento breve, Rivera Saavedra construye las historias de modo lineal y usa el lenguaje con llaneza. Aunsentes, pues, el retorcimiento de la construcción, los matices de atmósfera y los efectos estilísticos, es la índole misma de los hechos lo que impregna la materia narrativa del tono que Rivera Saavedra se propone para entregarnos sus intencionalidades. Y el tono que predomina en el conjunto de estas breves historias es la burla, unas veces cargada de humor y otras intercalada de acrimonias, ya para denunciar convicciones y actos cavernarios de quienes han hecho su propiedad los medios de poder del Estado, ya para poner en ridículo preocupaciones deshumanizantes, ya para descubrir y destruir falsos valores que alienan, ya simplemente para recrearnos por lo festivo con situaciones o preocupaciones absurdas y estúpidas que aprisionan la individualidad del hombre.
La conquista espacial por los norteamericanos con la finalidad de "librar" a la Tierra de una raza que detestan o para abandonar el planeta porque les incomoda la convivencia con los pueblos pobres del mundo o para desembarazarse en un nuevo planeta alcanzado de quienes no poseen la "privilegiada naturaleza de ser blancos", son algunos de los motivos con que Rivera Saavedra denuncia irónicamente algunas taras del imperialismo norteamericano y, en suma, de la estupidez humana. En medio de ese mundo supuestamente elevado por el conocimiento científico y por el uso de una tecnología superior, perviven también los métodos civiles de lucha antisubversiva empleados por el imperialismo y sus servidores para impedir la liberación de los pueblos; la secreta eliminación física de los luchadores sociales y la reducción, igualmente por muerte, del número de hombres cuya situación paupérrima es un peligro en potencia al "orden" establecido por los opresores. En una de las historias que forman un ciclo de cinco con el robot como personaje, la naturaleza mecánica del robot - tomada en el sentido de que no puede albergar ningún sentimiento humano- sirve para denunciar, bajo un símil aterrador, la naturaleza semejante que pueden adquirir los hombres que frecuentan la actividad que implica la posesión y el uso de las armas, cuando con ellas se ejerce la sinrazón de la fuerza bruta como garantía del abuso, la miseria, la destrucción y, en suma, de todas las injusticias se nos entrega de un modo ostensible en una historia en que desatada la guerra entre las naciones del mundo hay un país donde reina la paz como si estuviera en otro planeta, sencillamente porque en ese país, como dice la breve historia "se guardan los tesoros de los más grandes ladrones y asesinos del mundo", es decir, de los que tienen el poder en las sociedades explotadas. Cuando Rivera Saavedra penetra en los sombríos pensamientos y sentimientos del explotador, la estupidez que descubre da relieve al tono de burla con que concibe la historia: de una de las historias se infiere que el explotador, envenenado por la codicia de riquezas a fuerza de empobrecer a los explotados, no percibe en ello su autodestrucción, pues cuanto más hambre padezcan sus víctimas menos será la cantidad que éstas puedan arrojar de cierta materia con que el explotador fabrica una golosina para enriquecerse.Asimismo, por otra historia - cuya modalidad se aleja de la ciencia-ficción para situarse en el realismo - nos enteramos de que los explotadores deciden eliminar a los explotados, pero se indignan cuando reparan en que si la eliminación la llevan a cabo no habrá quienes trabajen para ellos. Pero Rivera Saavedra penetra también en el mundo personal de los explotados para señalarnos - en una historia de índole realista - la alienación que los adormece y les impide distinguir las causas de su condición paupérrima; en este caso la denuncia fustiga tácitamente al poder que propicia la alienación por el deporte en una sociedad cuya mayoría ha sido frustrada y anda sedienta por satisfacer sus necesidades espirituales con cualquier cosa que le ofrezcan.
Con todos estos motivos como materia de una no despreciable cantidad de historias, no es de extrañar que Rivera Saavedra nos entregue en otras que integran la colección una visión deshumanizada del futuro de la humanidad: la pérdida de los valores que diferencian al hombre de lo cósico y lo animal. Si en una historia se da una imagen deshumanizada del hombre al otorgársele las mismas características de indolencia que particularizan al robot en la realidad, en otra el hombre se ve degradado por la humanización profunda del robot, pues esta humanización concebida en el universo narrativo invade las zonas más preciadas del espíritu, le pone un toque de ternura realmente conmovedor y convierte al artefacto en un verdadero ser humano, mientras que al hombre, por su conducta inhumana, en un frío e indolente artefacto. La visión deshumanizada de ese futuro se acentúa como a través de una escalada, pues la vemos desde la instancia en que ya sólo la niñez existen la bondad, el amor, la solidaridad, hasta la instancia en que la niñez no sólo ha perdido los valores como el resto de la humanidad sino que además los ha invertido; el ideal del mundo es todo el conjunto de antivalores.
Por entre los textos de ciencia-ficción se intercalan algunos que escapan a esta modalidad y, en cierto modo, a la índole de sociales que señala el título del conjunto, pero pertenecen al género fantástico. Los motivos que toman como materia son variados: la incorporación de lo real en el mundo de la irrealidad, la exaltación del conocimiento científico en relación a la frivolidad de la mujer, el extraño modo de solucionar el caso de un doblaje, el amor como causa de la paralización del tiempo entre los amantes, la venganza que se toman los objetos contra el hombre para demostrar que también tienen sentimientos, la muerte como precio de la curiosidad estúpida, el animismo de dos entes cósicos que inician una persecución amorosa, la muerte de dos enemigos a la misma hora y en diferentes lugares por acciones recíprocas de ambos... El humor cruel, en unos casos, y la burla risueña e inofensiva en otros casos impregnan estos textos fantásticos, aunque es verdad que de pronto algunos nos sacuden con la revelación y destrucción de un mito, como aquellas dos historias que ponen al descubierto en la actividad de los siquiatras y en la condición de ciudadano extranjero, respectivamente, el mito bobalicón que reconoce a priori una esplendente lucidez en los siquiatras y el mito no menos bobalicón que da en todos los casos por bienvenido al extranjero, aunque los unos sean -como puntual y respectivamente dicen los textos de Rivera Saavedra - unos "locos de mierda" y el otro, en algunos casos, "un hijo de puta".
Lima, marzo de 1976.
Antonio GALVEZ RONCEROS
He tenido el gusto de leer aquel libro, me trae recuerdos memorables de mi niñez, mi padre leía cada cuento cómo si fuera una gran aventura de lo que pudiera pasar en cada corto cuento. Los finales son tan inesperados y fuera de este mundo. Sólo queda agradecer su existencia y ahora que ya no está sus obras sigan inspirando.
ResponderEliminarHola mi nombre es Luis Flores. Si alguien tiene ese libro se lo compro a buen precio. Saludos. 987716764
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