La magia de los mundos
Macagno, Landa y Cía
Buenos Aires, 1952
Esta novela, surgida de la mente de una personalidad de la cultura como es Eugenio Alarco, tiene todos los atributos para convertirse en un gran clásico de la ciencia-ficción peruana. Y es que estamos frente a una obra cuyos referentes y postulados, originales y avanzados para su tiempo, mueven a discusión y análisis.
Eugenio Alarco, nacido en Lima en 1908, parece moverse en un mundo utópico, esto se deduce de su variada producción. Se nota el aliento del humanista y la prosa del hombre ilustrado, de un pensador. En estas épocas tristes de banalidad y mediocridad rampante, con una imagen y autoestima nacional enormemente deterioradas, el contacto con la obra y la personalidad de Eugenio Alarco parece ofrecer algo de esperanza, pues es el ejemplo viviente de lo que la educación, la voluntad y la peruanidad pueden lograr: un Hombre del Renacimiento. Porque, además de La magia de los mundos y Los mortales, Eugenio Alarco escribió una vasta enciclopedia histórica del Perú -El hombre peruano en su historia-, una de nuestras pocas obras de divulgación científica, El hombre ante el cosmos y obras sobre la realidad y la política nacional, como La rebelión de los ejecutivos o Reflexiones desde el Tercer Mundo.
La acción de La magia de los mundos comienza en un futuro indeterminado, a cientos o miles de años en adelante. Una nave es lanzada desde la Tierra hacia el planeta Marte, con objetivos de exploración. Esta nave colisionará con un asteroide, muriendo algunos tripulantes. Los astronautas Néstor y Angel serán designados para salir a la superficie del asteroide, a fin de enterrar a los muertos. Pero al contacto con el suelo del cuerpo celeste, ambos caerán muertos. Mientras, la nave, seriamente dañada, se convierte en la tumba del resto de la tripulación.
Transcurren otros milenios. Nuevamente, la Tierra explora el espacio, y descubre los restos de la nave en el asteroide. Afortunadamente, los cuerpos de Néstor y Angel se han conservado muy bien, lo que permite a la avanzada ciencia terrestre volverlos a la vida.
En la Tierra, ambos protagonistas atestiguan los cambios ocurridos. La gente utiliza singulares trajes transparentes que en realidad constituyen poderosísimos exoesqueletos: permiten a sus usuarios volar, comunicarse, respirar bajo el agua… y apreciar la generosa anatomía de nuestras(os) descendientes. La humanidad vive en un planeta cuya superficie asemeja un jardín edénico, pleno de vegetación y saltos de agua.
Pese a esta visión tan bucólica, existe una tecnología apenas explicada, pero que parece ser un atisbo de la nanotecnología cuyas posibilidades son motivo de especulación en la actualidad: misteriosos lagos llenos no de agua, sino de diminutas máquinas cuyas funciones específicas escapan a la comprensión de los hombres del pasado. No olvidemos la nave espacial que encontró a Néstor y Angel.
Sin embargo, resulta fácil olvidarla. La mayor parte de los acontecimientos se desenvuelve en escenarios prácticamente carentes de sofisticación tecnológica. Jardines, el fondo del mar (y las ruinas de un barco hundido), maquinarias manipuladas por chimpancés al aire libre… Eugenio Alarco logra crear un futuro aparentemente estereotipado pero con inquietantes singularidades. La sociedad se divide entre los Grandes, los Paradigmas y los ciudadanos comunes y corrientes. Todos son inmortales, gracias a los avances médicos producidos después de siglos de investigación y al transplante de órganos, aspecto en el que esta novela resultó profética.
Los inmortales que pueblan la Tierra no nacen así: provienen del mundo de los mortales, seres viciosos y muy dados a volar colocándose alas mecánicas sobre las espaldas. Cuando un mortal es considerado “digno”, es llevado al mundo de los inmortales, para volverse uno de ellos. Huelga decir que en el mundo de los mortales los inmortales son una especie de leyenda.
La inserción de Néstor y Angel en esta nueva sociedad ocurre vertiginosamente. Su llegada es celebrada por todos, especialmente por las mujeres. El ambiente bucólico descrito, que incluye flores gigantes que sirven de lecho, permite a los visitantes disfrutar de la hospitalidad de las inmortales en todos sus sentidos…
Empero, ambos terrestres empiezan a ocasionar problemas. Néstor cuestiona la moral de los inmortales. Angel, dinámico y agresivo, no se encuentra a gusto en un mundo tan bucólico y pacífico.
Néstor empezará pronto a generar una corriente de opinión adversa debido a sus opiniones sobre la cultura imperante. Se le cuestionará el hecho de ser un habitante del pasado, es decir, las épocas de violencia, guerra, ignorancia y hambre. En la persona de Néstor, se juzga al hombre contemporáneo.
Angel, quien prácticamente se ha separado de Néstor, busca emociones más fuertes que las proporcionadas por la facultad de vuelo o las diversiones artísticas de los inmortales. Nuevamente, uno de los visitantes del pasado será objeto de cuestionamiento por la nueva sociedad, que le considera un peligro para los demás, especialmente para las doncellas (Angel parece tener una libido bastante elevada, incluso para los permisivos estándares del mundo de los inmortales).
Al final, ambos serán sometidos a una especie de juicio popular en el cual participan, además de los Paradigmas, algunos de los Grandes, quienes obtienen tales títulos por su sabiduría antes que por algún procedimiento político. Angel será desterrado a uno de los mundos de los mortales, al cual será trasladado en una nave espacial junto a su pareja, Crisálida, mientras que Néstor será absuelto y elevado al rango de inmortal. Pero, sorprendentemente, éste último toma la extraña decisión de elevarse a las alturas, hasta el mismo límite de la atmósfera, donde su traje de poder será destruido, lo que ocasionará su muerte.
La magia de los mundos tiene una continuación, Los mortales, publicada en 1966.
Macagno, Landa y Cía
Buenos Aires, 1952
Esta novela, surgida de la mente de una personalidad de la cultura como es Eugenio Alarco, tiene todos los atributos para convertirse en un gran clásico de la ciencia-ficción peruana. Y es que estamos frente a una obra cuyos referentes y postulados, originales y avanzados para su tiempo, mueven a discusión y análisis.
Eugenio Alarco, nacido en Lima en 1908, parece moverse en un mundo utópico, esto se deduce de su variada producción. Se nota el aliento del humanista y la prosa del hombre ilustrado, de un pensador. En estas épocas tristes de banalidad y mediocridad rampante, con una imagen y autoestima nacional enormemente deterioradas, el contacto con la obra y la personalidad de Eugenio Alarco parece ofrecer algo de esperanza, pues es el ejemplo viviente de lo que la educación, la voluntad y la peruanidad pueden lograr: un Hombre del Renacimiento. Porque, además de La magia de los mundos y Los mortales, Eugenio Alarco escribió una vasta enciclopedia histórica del Perú -El hombre peruano en su historia-, una de nuestras pocas obras de divulgación científica, El hombre ante el cosmos y obras sobre la realidad y la política nacional, como La rebelión de los ejecutivos o Reflexiones desde el Tercer Mundo.
La acción de La magia de los mundos comienza en un futuro indeterminado, a cientos o miles de años en adelante. Una nave es lanzada desde la Tierra hacia el planeta Marte, con objetivos de exploración. Esta nave colisionará con un asteroide, muriendo algunos tripulantes. Los astronautas Néstor y Angel serán designados para salir a la superficie del asteroide, a fin de enterrar a los muertos. Pero al contacto con el suelo del cuerpo celeste, ambos caerán muertos. Mientras, la nave, seriamente dañada, se convierte en la tumba del resto de la tripulación.
Transcurren otros milenios. Nuevamente, la Tierra explora el espacio, y descubre los restos de la nave en el asteroide. Afortunadamente, los cuerpos de Néstor y Angel se han conservado muy bien, lo que permite a la avanzada ciencia terrestre volverlos a la vida.
En la Tierra, ambos protagonistas atestiguan los cambios ocurridos. La gente utiliza singulares trajes transparentes que en realidad constituyen poderosísimos exoesqueletos: permiten a sus usuarios volar, comunicarse, respirar bajo el agua… y apreciar la generosa anatomía de nuestras(os) descendientes. La humanidad vive en un planeta cuya superficie asemeja un jardín edénico, pleno de vegetación y saltos de agua.
Pese a esta visión tan bucólica, existe una tecnología apenas explicada, pero que parece ser un atisbo de la nanotecnología cuyas posibilidades son motivo de especulación en la actualidad: misteriosos lagos llenos no de agua, sino de diminutas máquinas cuyas funciones específicas escapan a la comprensión de los hombres del pasado. No olvidemos la nave espacial que encontró a Néstor y Angel.
Sin embargo, resulta fácil olvidarla. La mayor parte de los acontecimientos se desenvuelve en escenarios prácticamente carentes de sofisticación tecnológica. Jardines, el fondo del mar (y las ruinas de un barco hundido), maquinarias manipuladas por chimpancés al aire libre… Eugenio Alarco logra crear un futuro aparentemente estereotipado pero con inquietantes singularidades. La sociedad se divide entre los Grandes, los Paradigmas y los ciudadanos comunes y corrientes. Todos son inmortales, gracias a los avances médicos producidos después de siglos de investigación y al transplante de órganos, aspecto en el que esta novela resultó profética.
Los inmortales que pueblan la Tierra no nacen así: provienen del mundo de los mortales, seres viciosos y muy dados a volar colocándose alas mecánicas sobre las espaldas. Cuando un mortal es considerado “digno”, es llevado al mundo de los inmortales, para volverse uno de ellos. Huelga decir que en el mundo de los mortales los inmortales son una especie de leyenda.
La inserción de Néstor y Angel en esta nueva sociedad ocurre vertiginosamente. Su llegada es celebrada por todos, especialmente por las mujeres. El ambiente bucólico descrito, que incluye flores gigantes que sirven de lecho, permite a los visitantes disfrutar de la hospitalidad de las inmortales en todos sus sentidos…
Empero, ambos terrestres empiezan a ocasionar problemas. Néstor cuestiona la moral de los inmortales. Angel, dinámico y agresivo, no se encuentra a gusto en un mundo tan bucólico y pacífico.
Néstor empezará pronto a generar una corriente de opinión adversa debido a sus opiniones sobre la cultura imperante. Se le cuestionará el hecho de ser un habitante del pasado, es decir, las épocas de violencia, guerra, ignorancia y hambre. En la persona de Néstor, se juzga al hombre contemporáneo.
Angel, quien prácticamente se ha separado de Néstor, busca emociones más fuertes que las proporcionadas por la facultad de vuelo o las diversiones artísticas de los inmortales. Nuevamente, uno de los visitantes del pasado será objeto de cuestionamiento por la nueva sociedad, que le considera un peligro para los demás, especialmente para las doncellas (Angel parece tener una libido bastante elevada, incluso para los permisivos estándares del mundo de los inmortales).
Al final, ambos serán sometidos a una especie de juicio popular en el cual participan, además de los Paradigmas, algunos de los Grandes, quienes obtienen tales títulos por su sabiduría antes que por algún procedimiento político. Angel será desterrado a uno de los mundos de los mortales, al cual será trasladado en una nave espacial junto a su pareja, Crisálida, mientras que Néstor será absuelto y elevado al rango de inmortal. Pero, sorprendentemente, éste último toma la extraña decisión de elevarse a las alturas, hasta el mismo límite de la atmósfera, donde su traje de poder será destruido, lo que ocasionará su muerte.
La magia de los mundos tiene una continuación, Los mortales, publicada en 1966.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola me gustaría saber donde puedo conseguir este libro y LOS MORTALES también. Los ando buscando aquí en Lima Perú y no los encuentro.
ResponderEliminarEugenio Alarco fue un autor muy inteligente, cultisimo y visionario. TenIA una de las bibliotecas particulares más grandes, la cual donó antes de su muerte al colegio Franco peruano, del cual fue estudiante. Hablaba varios idiomas, incluso escribió un libro en inglés. Era generoso, respetuoso, pero con una seriedad, carácter y flema muy fuerte. Era un hombre brillante, terminó Ingeniería Civil en la UNI a los 20 años y tenía una memoria magnífica. Tuve la fortuna de conocerle. Lo único que le puedo reprochar, según mi humilde opinión, es que no creía en Dios. Bueno, cada quien tiene derecho a sus propias creencias.
ResponderEliminarNo creer en dios es realmente saludable.
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