Merecidamente celebrada por tirios y troyanos, la obra de Enrique Prochazka (Lima, 1960) se consolida como una ineludible revelación de la narrativa peruana de los últimos años. Su primer volumen de cuentos "Un único desierto" fue considerado entre los mejores libros publicados en 1997, y lo mismo se dice de "Casa" para 2004. Tenemos pues otro autor que nos demuestra que la literatura peruana no está lastrada por referencias temáticas o geográficas obligatorias. Esperemos que su obra (a la que debe agregarse "Cuarenta sílabas, catorce palabras", que ya se encuentra en circulación) goce de la distribución que merece.
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Casa, de Enrique Prochazka
Lluvia editores, 2004.
Un libro que mereció elogios de escritores y críticos de la talla de Francisco Angeles, Ivan Thays y Javier Agreda, al punto de ser considerado La Novela del año 2004. Si bien se trata de excelentes comentarios que revelan aspectos significativos de Casa, a los comentaristas ya citados se les escapan algunos aspectos, precisamente aquellos que permiten una lectura más enriquecedora de Casa. Y es que, a estas alturas del siglo XXI, simplemente ya no se puede ignorar a la ciencia ficción (como pretende mas de un “consagrado”), aunque la obra parezca no pertenecer al género… aparentemente.
A grandes trazos, la trama puede resumirse así: Hal Durbeyfield, famoso arquitecto y creador de la corriente denominada “albismo”, despierta un día sin recordar lo ocurrido durante los últimos quince años de su vida. Así pues, de golpe, debe asumir que sus hijos son ya adolescentes y que ha enviudado. Además, debe acostumbrarse a vivir en la “casa” del título, construida bajos los principios del “albismo” y que esconde más de un secreto. Un gran apoyo es el eficiente servicio de su mayordomo, Clarke…
Ahí está una de las claves. Hal y Clarke. Hal nos remite, obviamente, a HAL 9000, la computadora que asesina a los astronautas de la nave Discovery en “2001, Odisea del Espacio”, novela escrita por Arthur C. Clarke y adaptada para el cine por Stanley Kubrick.
Con estas pistas, podemos ahora leer la novela desde una nueva perspectiva. La casa ofrece grandes superficies pintadas de un blanco deslumbrante y acaso aséptico, como los interiores de la nave Discovery mostrados en el film de Kubrick. Más aún, el despertar de Hal (ojo con este detalle, al que volveremos después) remite al extraño espacio-tiempo al que accede el astronauta Bowman luego de cruzar el Monolito en “2001”.
Así, podría decirse que Casa empieza con “el despertar de Hal”, Hal Durbeyfield, que bien podría ser un aspecto de HAL 9000. Recordemos que en “2001” la computadora es desconectada temporalmente. Dicha desconexión, ¿qué efectos puede tener en una inteligencia artificial? ¿Es como la muerte? ¿O es que HAL sufre también la influencia del monolito en el espacio, y se le hace “vivir” algún tipo de experiencia? ¿Y no podría consistir esta experiencia en “despertar” como un reputado arquitecto, sin memoria de los acontecimientos recientes… pero siempre bajo la batuta de Clarke? Después de todo, HAL 9000 es un producto de la imaginación de Arthur C. Clarke, por lo que bien podría decirse que habita la “casa” de sus pensamientos.
Volviendo al Hal protagonista de Casa, resulta que además de tener que volver a relacionarse con unos hijos que recuerda como niños, descubre que la morada que el mismo ha diseñado tiene además una serie de trampas (los inquietantes espantapájaros) y cuartos secretos… Es decir, su entorno familiar, edificado por el mismo, se convierte en un espacio prácticamente alienígena, al cual debe volver a adaptarse para recuperar la clave de su existencia, siempre y cuando la casa se lo permita. Como los astronautas de la nave Discovery, ahora resulta que Hal (Durbeyfield) puede convertirse en la víctima de su propia creación.
Por cierto, no quiero decir que Casa se lee como una continuación de la novela de Arthur C. Clarke, sino que la relación entre los personajes Hal y Clarke es más relevante de lo que parece. Clasificarla es un reto que no creo poder asumir, sin embargo, estas referencias a una de las obras capitales de la ciencia-ficción escrita y cinematográfica son ya una muestra de lo que un talento libre (recordemos el, al final, improductivo debate entre “andinos” y “criollos”) puede ofrecer a nuestro panorama literario. Ivan Thays se refirió a esta novela como “un tanque de oxígeno para la literatura peruana”. Yo diría que es toda una nueva atmósfera, una bienvenida ruptura con lo ya conocido hasta el hartazgo. Será por eso que no lo incluyeron en el debate (curiosamente, tampoco a José B. Adolph o Juan Rivera Saavedra).
Eso si, cabe precisar que el lector flojo (el “lector hembra”, que diría Cortázar) difícilmente podrá disfrutar de Casa en su totalidad. La cultura filosófica que se trasmite en cada página está fuera del alcance de quien busca malditismo efectista o chauvinismo trasnochado.
Quizá me aventuro más allá de lo que es el texto y de lo que se supone debe ser una reseña. Solo quiero expresar, de manera harto incompleta, el efecto que esta novela me ha causado. Todos los elogios son más que merecidos, Enrique Prochazka ha escrito una magnífica novela. Y por suerte, está escribiendo más.
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Casa, de Enrique Prochazka
Lluvia editores, 2004.
Un libro que mereció elogios de escritores y críticos de la talla de Francisco Angeles, Ivan Thays y Javier Agreda, al punto de ser considerado La Novela del año 2004. Si bien se trata de excelentes comentarios que revelan aspectos significativos de Casa, a los comentaristas ya citados se les escapan algunos aspectos, precisamente aquellos que permiten una lectura más enriquecedora de Casa. Y es que, a estas alturas del siglo XXI, simplemente ya no se puede ignorar a la ciencia ficción (como pretende mas de un “consagrado”), aunque la obra parezca no pertenecer al género… aparentemente.
A grandes trazos, la trama puede resumirse así: Hal Durbeyfield, famoso arquitecto y creador de la corriente denominada “albismo”, despierta un día sin recordar lo ocurrido durante los últimos quince años de su vida. Así pues, de golpe, debe asumir que sus hijos son ya adolescentes y que ha enviudado. Además, debe acostumbrarse a vivir en la “casa” del título, construida bajos los principios del “albismo” y que esconde más de un secreto. Un gran apoyo es el eficiente servicio de su mayordomo, Clarke…
Ahí está una de las claves. Hal y Clarke. Hal nos remite, obviamente, a HAL 9000, la computadora que asesina a los astronautas de la nave Discovery en “2001, Odisea del Espacio”, novela escrita por Arthur C. Clarke y adaptada para el cine por Stanley Kubrick.
Con estas pistas, podemos ahora leer la novela desde una nueva perspectiva. La casa ofrece grandes superficies pintadas de un blanco deslumbrante y acaso aséptico, como los interiores de la nave Discovery mostrados en el film de Kubrick. Más aún, el despertar de Hal (ojo con este detalle, al que volveremos después) remite al extraño espacio-tiempo al que accede el astronauta Bowman luego de cruzar el Monolito en “2001”.
Así, podría decirse que Casa empieza con “el despertar de Hal”, Hal Durbeyfield, que bien podría ser un aspecto de HAL 9000. Recordemos que en “2001” la computadora es desconectada temporalmente. Dicha desconexión, ¿qué efectos puede tener en una inteligencia artificial? ¿Es como la muerte? ¿O es que HAL sufre también la influencia del monolito en el espacio, y se le hace “vivir” algún tipo de experiencia? ¿Y no podría consistir esta experiencia en “despertar” como un reputado arquitecto, sin memoria de los acontecimientos recientes… pero siempre bajo la batuta de Clarke? Después de todo, HAL 9000 es un producto de la imaginación de Arthur C. Clarke, por lo que bien podría decirse que habita la “casa” de sus pensamientos.
Volviendo al Hal protagonista de Casa, resulta que además de tener que volver a relacionarse con unos hijos que recuerda como niños, descubre que la morada que el mismo ha diseñado tiene además una serie de trampas (los inquietantes espantapájaros) y cuartos secretos… Es decir, su entorno familiar, edificado por el mismo, se convierte en un espacio prácticamente alienígena, al cual debe volver a adaptarse para recuperar la clave de su existencia, siempre y cuando la casa se lo permita. Como los astronautas de la nave Discovery, ahora resulta que Hal (Durbeyfield) puede convertirse en la víctima de su propia creación.
Por cierto, no quiero decir que Casa se lee como una continuación de la novela de Arthur C. Clarke, sino que la relación entre los personajes Hal y Clarke es más relevante de lo que parece. Clasificarla es un reto que no creo poder asumir, sin embargo, estas referencias a una de las obras capitales de la ciencia-ficción escrita y cinematográfica son ya una muestra de lo que un talento libre (recordemos el, al final, improductivo debate entre “andinos” y “criollos”) puede ofrecer a nuestro panorama literario. Ivan Thays se refirió a esta novela como “un tanque de oxígeno para la literatura peruana”. Yo diría que es toda una nueva atmósfera, una bienvenida ruptura con lo ya conocido hasta el hartazgo. Será por eso que no lo incluyeron en el debate (curiosamente, tampoco a José B. Adolph o Juan Rivera Saavedra).
Eso si, cabe precisar que el lector flojo (el “lector hembra”, que diría Cortázar) difícilmente podrá disfrutar de Casa en su totalidad. La cultura filosófica que se trasmite en cada página está fuera del alcance de quien busca malditismo efectista o chauvinismo trasnochado.
Quizá me aventuro más allá de lo que es el texto y de lo que se supone debe ser una reseña. Solo quiero expresar, de manera harto incompleta, el efecto que esta novela me ha causado. Todos los elogios son más que merecidos, Enrique Prochazka ha escrito una magnífica novela. Y por suerte, está escribiendo más.
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