La plateada nave se deslizaba suave y vertiginosamente por los espacios siderales. En sus entrañas, era imperceptible el funcionamiento de los sincrotones que regulaban el generador gravitatorio. Una suave fosforescencia liliácea iluminaba los ductos de reposo.
Al producirse luego el automático cambio a un verde ambarino, despertaron los treintiséis jóvenes cadetes que conformaban la expedición hacia el tercer planeta. Incorporándose prestamente, iniciaron la jornada culminante de su visita, paso previo a su graduación como vigilantes galácticos.
Izar, el más adelantado de los estudiantes, permanecía especialmente expectante: conocía detalladamente los datos obtenidos en la visita abterior a ese planeta, efectuada hacía poco más de dos mil años terráqueos, y le fascinaban las arduas contradicciones, perspectivas y problemas de aquellos seres inteligentes, estudiados por los avanzadísimos y altamente sensitivos instrumentos con que realizaban sus prospecciones.
En un aparente silencio, pletórico de intercambios mentales (pues utilizaban las comunicaciones orales sólo para casos singulares), los gallardos jóvenes, de resplandeciente apariencia, claros rostros y ceñidas vestimentas color naranja, se dirigieron al refectorio. Hacía ya mucho tiempo que su civilización había superado la necesidad del aseo personal: en virtud de un cristalino metabolismo, mantenían sus organismos en limpio y sano funcionamiento, siendo evacuadas y procesadas sus secreciones al mismo tiempo que reposaban.
Se hallaron, pues, ubicados en el amplio refectorio de la nave, alrededor de una espaciosa mesa ovoide, y sentàronse a la espera de su instructor, quien no tardó en presentarse, siendo recibido con sonrisas alegres pero respetuosas, que él correspondió con una inclinación del sereno rostro: las ropas de color marrón claro y un aire de suave gravedad lo caracterizaban como el guía y el maestro de aquella pléyade de jóvenes escogidos.
Poniéndose todos de pie y juntando el Instructor delante del rostro las manos de largos dedos, exclamó con voz melodiosa: "Henos aquí, Señor de la Luz, entregados siempre a tus altos designios. Somos parte de Tí, porque Tú eres dueño de nosotros, así como eres Señor del Cosmos. Nos alimentamos de Tí, así como Tú de nosotros. El día de hoy te pedimos especial orientación, pues culmina el destino de nuestro viaje. En nombre mío y de tud hijos (aquí mencionó los treintiséis nombres), agradecemos tu guía, tu confianza y tuy amor".
Y después de una pàusa reverente, dispuso con un ademán tomar asiento, haciéndolo él mismo. Luego presionó algunos controles ubicados en la cabecera de la ancha mesa donde se hallaban, y de ella surgieron treintisiete receptáculos con nutrientes, que los jóvenes cadetes consumieron en breves momentos, en compañía de su instructor, con fruición y juvenil apetito.
"Ahora estamos listos", dijo el maestro terminado el ritual de la alimentación, "para observsar de cerca el tercer planeta del sistema solar. Luego que recorramos todas las órbitas programadas y según lo que arroje el detalle de nuestras computadoras, Izar, a quien hemos designado brigadier de esta operación de observación cercana, nos efectuará un resumen del estudio, de cuyos resultados consultaremos con los Consejeros acerca de un posible descenso".
Al oir esto último, un murmullo de excitación recorrió los juveniles corazones: ¡descender en el turbulento tercer planeta! En sus expresiones se notaba un emocionado anhelo, no exento de cierto reservado temor.
Pasaron entonces a un ambiente repleto de paneles, instrumentos y videoramas murales que, en nítidas imágenes tridimensionales a colores, mostraban una completa gama de aspectos de la muy cercana Tierra: su topografía, sus relieves, cordilleras, ríos, océanos, valles, ciudades... Ante dichos videoramas, anchos y que ocupaban la mitad del ambiente, tomaron asiento los estudiantes en semicírculo, con su instructor al frente quien, acompañado por Izar, manipulabndo un pequeño telemando cilíndrico en el que se veían multitud de pequeñas llaves, botones y controles, podía obtener aproximaciones desde cincuenta kilómetros hasta cincuenta metros en medidas terrestres. Además, las sofisticadas computadoras se aprestaban ya a trabajar, también por telemando, comparando, complementando datos anteriores, procesando y, por fin, informando a velocidades vertiginosas.
Llegado el instante preciso, la nave se incrustó en la atmósfera terráquea y, neutralizando fácilmente la incandescencia producida por la altísima fricción, los visitantes procedieron a examinar, hurgar, investigar y estudiar minuciosa y detalladamente una ingente cantidad de datos acerca del planeta, su vida y los conflictos de la humanidad que lo puebla...
Terminada la prolija observación y procesados raudamente los resultados, el instructor invitó a Izar, el destacado cadete, a resumir las observaciones y los estudios efectuados.
Con la ayuda de un telemando que le permitía ilustrar sus explicaciones en los videoramas, Izar procedió entonces a sintetizar la historia de la Tierra, su geografía, sus climas, sus recursos, sus formas de vida... y al llegar al punto de su humanidad, resumió sus evoluciones, su actual diversidad de razas, idiomas, creencias, religiones y costumbres, sus diferentes civilizaciones sucedidas en el transcurso de milenios, hasta que le tocó detallar las características del dilema y los graves problemas que penden sobre la actual civilización: sobrepoblación incontrolada, creciente contaminación, el aumentante abismo entre la riqueza de los poderosos paìses del hemisferio norte frente a la miseria desesperante de los del hemisferio sur, las hambrunas, las guerras, las enfermedades, los delitos, los vicios ("sus valores morales están en rápido deterioro: existen lugares donde grupos de personas, parodiando uno de sus ritos religiosos, comulgan con cocaína, y en estos momentos tienen millones de personas involucradas en la drogadicción"); abundó también Izar en lo gravemente perturbada que está la ecología del planeta por la irracional utilización del agua y de los recursos, en base a una ciencia insconsciente cuya aplicación no respeta los más bien lentos ciclajes de la naturaleza. Terminó refiriéndose a la crisis de energía, a la codicia y al caos en que se debate el mundo que observaban, y que repercute en especial sobre los países menores, llamados "subdesarrollados".
Si bien todos los cadetes habían observado por sí mismos los hechos cuyo resumen acababan de escuchar, la exposición de Izar los dejó pensativos, notando algunos de ellos que aun su instructor permanecía un poco más grave que de costumbre.
- ¿No deseas añadir algo más a tu exposición? -preguntó éste al joven cadete-. ¿Tal vez algo relacionado con la contraparte de la negatividad que nos has expuesto?
- Para analizar las determinantes de los terráqueos sería preciso, señor -contestó Izar-, utilizar el telegravímetro o el sincrómetro de...
Pero en eso se produjo una seria contravención a los reglamentos: Búden, cadete impetuoso y vehemente, preguntó, antes de que el instructor hubiera dado por terminada la manifestación de Izar y autorizado el debate:
- ¿Por qué razones, señor, esta civilización, que todavía posee abundancia de recursos naturales, los utiliza mal, y por otra parte sus habitantes son tan codiciosos y crueles?
El instructor lo miró serio y sereno a la vez. Y pasando por alto la reconvención que el arrebato implicaba, dirigióse a todos diciendo:
-Búden ha formulado una pregunta que, en resumen, se reduce a lo siguiente: ¿por qué estos seres son negativos pudiendo ser colectivamente positivos? ¿Y por qué tiendeen a ser "malos" pudiendo ser "buenos"? Hagan ustedes mismos el análisis. El debate queda abierto.
Los adelantados jóvenes reflexionaron y tardaron en opinar. El problema era arduo. Entonces Izar pensò que debía empezar él como brigadier:
- Tal vez, señor, porque no han logrado un completo adelanto científico todavía. Al no poseer la ciencia completa, son incapaces aún de aprovechar sus recursos armoniosamente, y sus limitaciones técnicas los impulsas a enfrentarse los unos con los otros.
- Esa es una posibilidad que también puede enfocarse a la inversa -apuntño el instructor-. Al poseer una técnica todavía limitada, bien podrían aunar esfuerzos para extraer el mejor fruto de ella.
- Entonces les hace falta algo más que ciencia, señor -dijo el impaciente Búden-. ¿Qué es ello?
- El análisis debe ser vuestro y no mío: vosotros sois quienes vais a graduaros como vigilantes galácticos. ¿Cuál es la opinión de Nun? -era éste un joven de espíritu meditativo y reservado-.
- Parecería que a estos seres les hace falta lo que ellos mismos llaman... serenidad. Hay en ellos demasiada voilencia, lo cual no sólo manifiestan en sus guerras y delitos, sino también en sus propios deportes y aficiones: lidian toros, hacen pelear aves, "juegan" pateando o arrebatándose un balón, disparan y cazan fieras por placer, practican diferentes clases de lucha... y obtienen placer de ello.
- En efecto -dijo el instructor-. Has tocado de cerca el problema: son seres turbulentos y rudos, pero de ser pasivos y pacíficos, por contradictorio que ello parezca, no habrían llegado a colocar satèlites alrededor de su globo, ni a viajar a su luna, ni a prospeccionar sus planetas vecinos. Es esa misma cualidad de impetuosos la que los ha llevado por el camino de la ciencia, pues a su naturaleza intensa añaden curiosidad, tenacidad y también, como contrapartes de su negatividad, lo que ellos llaman "virtudes", tales como la adaptabilidad, el nervio, la constancia en alcanzar sus propósitos. Y muchos de ellos no son ya violentos, pues se han disciplinado para ser sabios y tranquilos. También son solidarios, y se ayudan en caso de hecatombes en su mundo convulso, pues aún no tienen el control de su ecosistema.
Por otro lado, cuentan con médicos, con misioneros y voluntarios que luchan por acrecentar la positividad y por paliar la miseria. Es decir, son seres de contrastes, ambivalentes, capaces de ser muy brutales pero también, en el otro extremo, de alcanzar un alto grado de lo que llaman "espiritualidad". Tienen asimismo notables artistas que han producido y producen bellas obras de arte: pinturas, esculturas, mùsica, poesía... El análisis que ha efectuado Izar es de la negatividad colectiva, por ser lo más notorio y saltante. Pero cuando interrumpió Búden tal vez hubiera recordado que poseen además hospitales para el cuidado y rehabilitación de sus enfermos, sociedades protectoras de animales, reservaciones para la protección de su fauna y flora, museos, bibliotecas, universidades, centros de investigación cientìfica; en particular su ciencia llamada "psicotrónica" podría llevarles a tecnificar lo que ahora es espiritualidad críptica, con resultados que serían prodigiosos para el incremento de sus potencialidades positivas. En fin, la ambivalencia de estas gentes y el detalle de sus ragsos "buenos" que acabo de hacer me faculta a informarles que, dentro de nuestra más antigua historia nosotros mismos, es decir, los más remotos de nuestros antepasados, fueron alguna vez tan violentos y agrestes como hoy nos parecen estos seres. Por supuesto, de esto han transcurrido eones y a ustedes ello les parecerá inconcebible.
En efecto, una expresión de asombro e incredulidad pareció recorrer los jóvebnes rostros. Ante tal revelación, efectuada por el maestro como oportuno bagaje a estos jóvenes selectos, fueron espontáneas las exclamaciones de Búden, Nun, Izar, Módem... "¡Entonces debemos hacer algo por ellos, señor! ¡No debe seguir peligrando su evolución hacia lo positivo!". "¡Es preciso ayudcomunicándonos con ellos! ¡Decirles cómo deben desarrollarse en base a lo que ya poseen, de modo que de su mundo desaparezcan la pobreza y la miseria!"
El instructor sonrió complacido. Esperaba esta reacción de sus discípulos. Era llegado el momento de que profundizaran en el tema, de modo que les dijo:
- ¿Entonces pensáis que debemos ayudarles? Bien. Pero para hacerlo concienzudamente deberíamos primero asegurarnos de que nuestra ayuda les será útil y provechosa, ¿verdad?
- Desde luego, dijo Búden-. Podemos efectuar, siendo la miseria y las desigualdades el principal problema, la necesaria inducción sobre ellos y sus gobernantes para que, actuando con equidad, desaparezcan los pobres. Que todos y cada uno tengan el suficiente alimento, abrigo y techo. Y que no olviden la educación-
- Olvidas tú -dijo el instructor- que son de naturaleza voluntariosa y ambivalente. A menos que deseemos someterlos completamente, convirtiéndolos en robots sin pensamientos y sin sentimientos, esta inducción no sería eficaz ni permanente en aquellos que son de mente y espíritu vigoroso. Y existen no sólo los místicos que practican disciplinas espirituales positivas, sino también quienes utilizan sus poderes espirituales para el mal. De estos últimos, los que no podamos inducir completamente gobernarían a su manera. Bastarían unos cuantos fuertes y malvados para tiranizar a toda una humanidad robotizada.
- Entonces retiremos a los malvados - dijo Izar- y aislémoslos. Proteegiendo a los sabios y bondadosos, inevitablemente su mundo deberá mejorar.
- Lamentablemente en todos y cada uno de ellos, aun en los mejores, son indesligables lo "bueno" de lo "malo". No existen malvados absolutos, ni tampoco humanos totalmente positivos. Hay un axioma que rige para esta humanidad: lo blanco va junto con lo negro, lo cristalino con lo turbio. Son rasgos indesligables. Al aquietarlos, como propone Búden, los haríamos como sus ovejas o sus reses, y si quisiéramos retirar a sus malos, tendríamos que extraer lo "malo" que hay en todos ellos.
- Entonces veamos de acentuar sus espiritualidad -dijo el reflexivo Nun-. Ayudémosles en su adelanto científico para que puedan utilizar mejor sus recursos, pero que este progrreso vaya de la mano con el acrecentamiento de su positividad. Así podrán disminuir su pobreza, domeñando al mismo tiempo su malevolencia.
- Ya trató de hacerse esto, aunque ustedes no lo sabíais, pues no estaba hasta ahora para decíroslo. El último intento del Señor de la Luz se cumplió hace podo más de dos mil años terrícolas. Ahmé, quien para vosotros constituye una leyenda, fue un personaje real, especialmente preparado y enviado con esa misión a este planeta, y no sólo para espiritualizarlo, sino para morir en él y quedarse. Aún está, transfundido en cuarenta mil hombras sabios y buenos. Pero no parece que cuarenta mil pesen lo suficiente para más de seis mil millones de estos seres.
La expresión de los cadetes fue entonces de desilusión. Pasaron largos instantes. Serios, graves y algunos de ellos desolados, no sabían qué decir ni qué pensar. El instructor vio entonces llegado el momento:
- Jóvenes cadetes de esta expedición: Habéis sido escogidos para descender en este planeta y prepararos después para decantarlo. Losa cuarenta mil humanos mejores resultantes del trabajo espiritual de nuestro venerable Ahmé, necesitan apremiante ayuda para serenar su turbulento mundo. Todos vosotros habéis sido seleccionados como aptos para ello. Pero no podemos obligaros a aceptar. Es preciso obtener nueve voluntarios de estre ustedes.
El movimiento fue casi unánime. No nueve, ni quince, ni veinte, sino casi todos se adelantaron. Tan sólo cuatro se mostraron reticentes. El instructor sonrió:
- Gracias, valientes jóvenes. No esperábamos menos de vosotros. Seleccionaremos no nueve, sino dieciocho voluntarios. Y con vuestro aporte, dentro de quinientos años terrícolas este planeta se habrá convertido en lo que puede llegar a ser: un muindo donde reine no la disensión sino la concordia, no la violencia sino la paz, no la pobreza sino la abundancia.
Descenderemos ahora en una visita preliminar. Luego regresaremos y en nuestro mundo seréis minuciosamente preparados para retornar y trabajar aquí como intensos catalizadore espirituales. Seréis incomprendidos, maltratados y aun sacrificados, pero estaréis preparados para todo ello. Seréis los dignos continuadores de Ahmé, el venerado. El nuevo nombre de nuestra nave, pues yo también retornaré con ustedes, es hermoso y simbólico. Será llamada "Esperanza".
Al producirse luego el automático cambio a un verde ambarino, despertaron los treintiséis jóvenes cadetes que conformaban la expedición hacia el tercer planeta. Incorporándose prestamente, iniciaron la jornada culminante de su visita, paso previo a su graduación como vigilantes galácticos.
Izar, el más adelantado de los estudiantes, permanecía especialmente expectante: conocía detalladamente los datos obtenidos en la visita abterior a ese planeta, efectuada hacía poco más de dos mil años terráqueos, y le fascinaban las arduas contradicciones, perspectivas y problemas de aquellos seres inteligentes, estudiados por los avanzadísimos y altamente sensitivos instrumentos con que realizaban sus prospecciones.
En un aparente silencio, pletórico de intercambios mentales (pues utilizaban las comunicaciones orales sólo para casos singulares), los gallardos jóvenes, de resplandeciente apariencia, claros rostros y ceñidas vestimentas color naranja, se dirigieron al refectorio. Hacía ya mucho tiempo que su civilización había superado la necesidad del aseo personal: en virtud de un cristalino metabolismo, mantenían sus organismos en limpio y sano funcionamiento, siendo evacuadas y procesadas sus secreciones al mismo tiempo que reposaban.
Se hallaron, pues, ubicados en el amplio refectorio de la nave, alrededor de una espaciosa mesa ovoide, y sentàronse a la espera de su instructor, quien no tardó en presentarse, siendo recibido con sonrisas alegres pero respetuosas, que él correspondió con una inclinación del sereno rostro: las ropas de color marrón claro y un aire de suave gravedad lo caracterizaban como el guía y el maestro de aquella pléyade de jóvenes escogidos.
Poniéndose todos de pie y juntando el Instructor delante del rostro las manos de largos dedos, exclamó con voz melodiosa: "Henos aquí, Señor de la Luz, entregados siempre a tus altos designios. Somos parte de Tí, porque Tú eres dueño de nosotros, así como eres Señor del Cosmos. Nos alimentamos de Tí, así como Tú de nosotros. El día de hoy te pedimos especial orientación, pues culmina el destino de nuestro viaje. En nombre mío y de tud hijos (aquí mencionó los treintiséis nombres), agradecemos tu guía, tu confianza y tuy amor".
Y después de una pàusa reverente, dispuso con un ademán tomar asiento, haciéndolo él mismo. Luego presionó algunos controles ubicados en la cabecera de la ancha mesa donde se hallaban, y de ella surgieron treintisiete receptáculos con nutrientes, que los jóvenes cadetes consumieron en breves momentos, en compañía de su instructor, con fruición y juvenil apetito.
"Ahora estamos listos", dijo el maestro terminado el ritual de la alimentación, "para observsar de cerca el tercer planeta del sistema solar. Luego que recorramos todas las órbitas programadas y según lo que arroje el detalle de nuestras computadoras, Izar, a quien hemos designado brigadier de esta operación de observación cercana, nos efectuará un resumen del estudio, de cuyos resultados consultaremos con los Consejeros acerca de un posible descenso".
Al oir esto último, un murmullo de excitación recorrió los juveniles corazones: ¡descender en el turbulento tercer planeta! En sus expresiones se notaba un emocionado anhelo, no exento de cierto reservado temor.
Pasaron entonces a un ambiente repleto de paneles, instrumentos y videoramas murales que, en nítidas imágenes tridimensionales a colores, mostraban una completa gama de aspectos de la muy cercana Tierra: su topografía, sus relieves, cordilleras, ríos, océanos, valles, ciudades... Ante dichos videoramas, anchos y que ocupaban la mitad del ambiente, tomaron asiento los estudiantes en semicírculo, con su instructor al frente quien, acompañado por Izar, manipulabndo un pequeño telemando cilíndrico en el que se veían multitud de pequeñas llaves, botones y controles, podía obtener aproximaciones desde cincuenta kilómetros hasta cincuenta metros en medidas terrestres. Además, las sofisticadas computadoras se aprestaban ya a trabajar, también por telemando, comparando, complementando datos anteriores, procesando y, por fin, informando a velocidades vertiginosas.
Llegado el instante preciso, la nave se incrustó en la atmósfera terráquea y, neutralizando fácilmente la incandescencia producida por la altísima fricción, los visitantes procedieron a examinar, hurgar, investigar y estudiar minuciosa y detalladamente una ingente cantidad de datos acerca del planeta, su vida y los conflictos de la humanidad que lo puebla...
Terminada la prolija observación y procesados raudamente los resultados, el instructor invitó a Izar, el destacado cadete, a resumir las observaciones y los estudios efectuados.
Con la ayuda de un telemando que le permitía ilustrar sus explicaciones en los videoramas, Izar procedió entonces a sintetizar la historia de la Tierra, su geografía, sus climas, sus recursos, sus formas de vida... y al llegar al punto de su humanidad, resumió sus evoluciones, su actual diversidad de razas, idiomas, creencias, religiones y costumbres, sus diferentes civilizaciones sucedidas en el transcurso de milenios, hasta que le tocó detallar las características del dilema y los graves problemas que penden sobre la actual civilización: sobrepoblación incontrolada, creciente contaminación, el aumentante abismo entre la riqueza de los poderosos paìses del hemisferio norte frente a la miseria desesperante de los del hemisferio sur, las hambrunas, las guerras, las enfermedades, los delitos, los vicios ("sus valores morales están en rápido deterioro: existen lugares donde grupos de personas, parodiando uno de sus ritos religiosos, comulgan con cocaína, y en estos momentos tienen millones de personas involucradas en la drogadicción"); abundó también Izar en lo gravemente perturbada que está la ecología del planeta por la irracional utilización del agua y de los recursos, en base a una ciencia insconsciente cuya aplicación no respeta los más bien lentos ciclajes de la naturaleza. Terminó refiriéndose a la crisis de energía, a la codicia y al caos en que se debate el mundo que observaban, y que repercute en especial sobre los países menores, llamados "subdesarrollados".
Si bien todos los cadetes habían observado por sí mismos los hechos cuyo resumen acababan de escuchar, la exposición de Izar los dejó pensativos, notando algunos de ellos que aun su instructor permanecía un poco más grave que de costumbre.
- ¿No deseas añadir algo más a tu exposición? -preguntó éste al joven cadete-. ¿Tal vez algo relacionado con la contraparte de la negatividad que nos has expuesto?
- Para analizar las determinantes de los terráqueos sería preciso, señor -contestó Izar-, utilizar el telegravímetro o el sincrómetro de...
Pero en eso se produjo una seria contravención a los reglamentos: Búden, cadete impetuoso y vehemente, preguntó, antes de que el instructor hubiera dado por terminada la manifestación de Izar y autorizado el debate:
- ¿Por qué razones, señor, esta civilización, que todavía posee abundancia de recursos naturales, los utiliza mal, y por otra parte sus habitantes son tan codiciosos y crueles?
El instructor lo miró serio y sereno a la vez. Y pasando por alto la reconvención que el arrebato implicaba, dirigióse a todos diciendo:
-Búden ha formulado una pregunta que, en resumen, se reduce a lo siguiente: ¿por qué estos seres son negativos pudiendo ser colectivamente positivos? ¿Y por qué tiendeen a ser "malos" pudiendo ser "buenos"? Hagan ustedes mismos el análisis. El debate queda abierto.
Los adelantados jóvenes reflexionaron y tardaron en opinar. El problema era arduo. Entonces Izar pensò que debía empezar él como brigadier:
- Tal vez, señor, porque no han logrado un completo adelanto científico todavía. Al no poseer la ciencia completa, son incapaces aún de aprovechar sus recursos armoniosamente, y sus limitaciones técnicas los impulsas a enfrentarse los unos con los otros.
- Esa es una posibilidad que también puede enfocarse a la inversa -apuntño el instructor-. Al poseer una técnica todavía limitada, bien podrían aunar esfuerzos para extraer el mejor fruto de ella.
- Entonces les hace falta algo más que ciencia, señor -dijo el impaciente Búden-. ¿Qué es ello?
- El análisis debe ser vuestro y no mío: vosotros sois quienes vais a graduaros como vigilantes galácticos. ¿Cuál es la opinión de Nun? -era éste un joven de espíritu meditativo y reservado-.
- Parecería que a estos seres les hace falta lo que ellos mismos llaman... serenidad. Hay en ellos demasiada voilencia, lo cual no sólo manifiestan en sus guerras y delitos, sino también en sus propios deportes y aficiones: lidian toros, hacen pelear aves, "juegan" pateando o arrebatándose un balón, disparan y cazan fieras por placer, practican diferentes clases de lucha... y obtienen placer de ello.
- En efecto -dijo el instructor-. Has tocado de cerca el problema: son seres turbulentos y rudos, pero de ser pasivos y pacíficos, por contradictorio que ello parezca, no habrían llegado a colocar satèlites alrededor de su globo, ni a viajar a su luna, ni a prospeccionar sus planetas vecinos. Es esa misma cualidad de impetuosos la que los ha llevado por el camino de la ciencia, pues a su naturaleza intensa añaden curiosidad, tenacidad y también, como contrapartes de su negatividad, lo que ellos llaman "virtudes", tales como la adaptabilidad, el nervio, la constancia en alcanzar sus propósitos. Y muchos de ellos no son ya violentos, pues se han disciplinado para ser sabios y tranquilos. También son solidarios, y se ayudan en caso de hecatombes en su mundo convulso, pues aún no tienen el control de su ecosistema.
Por otro lado, cuentan con médicos, con misioneros y voluntarios que luchan por acrecentar la positividad y por paliar la miseria. Es decir, son seres de contrastes, ambivalentes, capaces de ser muy brutales pero también, en el otro extremo, de alcanzar un alto grado de lo que llaman "espiritualidad". Tienen asimismo notables artistas que han producido y producen bellas obras de arte: pinturas, esculturas, mùsica, poesía... El análisis que ha efectuado Izar es de la negatividad colectiva, por ser lo más notorio y saltante. Pero cuando interrumpió Búden tal vez hubiera recordado que poseen además hospitales para el cuidado y rehabilitación de sus enfermos, sociedades protectoras de animales, reservaciones para la protección de su fauna y flora, museos, bibliotecas, universidades, centros de investigación cientìfica; en particular su ciencia llamada "psicotrónica" podría llevarles a tecnificar lo que ahora es espiritualidad críptica, con resultados que serían prodigiosos para el incremento de sus potencialidades positivas. En fin, la ambivalencia de estas gentes y el detalle de sus ragsos "buenos" que acabo de hacer me faculta a informarles que, dentro de nuestra más antigua historia nosotros mismos, es decir, los más remotos de nuestros antepasados, fueron alguna vez tan violentos y agrestes como hoy nos parecen estos seres. Por supuesto, de esto han transcurrido eones y a ustedes ello les parecerá inconcebible.
En efecto, una expresión de asombro e incredulidad pareció recorrer los jóvebnes rostros. Ante tal revelación, efectuada por el maestro como oportuno bagaje a estos jóvenes selectos, fueron espontáneas las exclamaciones de Búden, Nun, Izar, Módem... "¡Entonces debemos hacer algo por ellos, señor! ¡No debe seguir peligrando su evolución hacia lo positivo!". "¡Es preciso ayudcomunicándonos con ellos! ¡Decirles cómo deben desarrollarse en base a lo que ya poseen, de modo que de su mundo desaparezcan la pobreza y la miseria!"
El instructor sonrió complacido. Esperaba esta reacción de sus discípulos. Era llegado el momento de que profundizaran en el tema, de modo que les dijo:
- ¿Entonces pensáis que debemos ayudarles? Bien. Pero para hacerlo concienzudamente deberíamos primero asegurarnos de que nuestra ayuda les será útil y provechosa, ¿verdad?
- Desde luego, dijo Búden-. Podemos efectuar, siendo la miseria y las desigualdades el principal problema, la necesaria inducción sobre ellos y sus gobernantes para que, actuando con equidad, desaparezcan los pobres. Que todos y cada uno tengan el suficiente alimento, abrigo y techo. Y que no olviden la educación-
- Olvidas tú -dijo el instructor- que son de naturaleza voluntariosa y ambivalente. A menos que deseemos someterlos completamente, convirtiéndolos en robots sin pensamientos y sin sentimientos, esta inducción no sería eficaz ni permanente en aquellos que son de mente y espíritu vigoroso. Y existen no sólo los místicos que practican disciplinas espirituales positivas, sino también quienes utilizan sus poderes espirituales para el mal. De estos últimos, los que no podamos inducir completamente gobernarían a su manera. Bastarían unos cuantos fuertes y malvados para tiranizar a toda una humanidad robotizada.
- Entonces retiremos a los malvados - dijo Izar- y aislémoslos. Proteegiendo a los sabios y bondadosos, inevitablemente su mundo deberá mejorar.
- Lamentablemente en todos y cada uno de ellos, aun en los mejores, son indesligables lo "bueno" de lo "malo". No existen malvados absolutos, ni tampoco humanos totalmente positivos. Hay un axioma que rige para esta humanidad: lo blanco va junto con lo negro, lo cristalino con lo turbio. Son rasgos indesligables. Al aquietarlos, como propone Búden, los haríamos como sus ovejas o sus reses, y si quisiéramos retirar a sus malos, tendríamos que extraer lo "malo" que hay en todos ellos.
- Entonces veamos de acentuar sus espiritualidad -dijo el reflexivo Nun-. Ayudémosles en su adelanto científico para que puedan utilizar mejor sus recursos, pero que este progrreso vaya de la mano con el acrecentamiento de su positividad. Así podrán disminuir su pobreza, domeñando al mismo tiempo su malevolencia.
- Ya trató de hacerse esto, aunque ustedes no lo sabíais, pues no estaba hasta ahora para decíroslo. El último intento del Señor de la Luz se cumplió hace podo más de dos mil años terrícolas. Ahmé, quien para vosotros constituye una leyenda, fue un personaje real, especialmente preparado y enviado con esa misión a este planeta, y no sólo para espiritualizarlo, sino para morir en él y quedarse. Aún está, transfundido en cuarenta mil hombras sabios y buenos. Pero no parece que cuarenta mil pesen lo suficiente para más de seis mil millones de estos seres.
La expresión de los cadetes fue entonces de desilusión. Pasaron largos instantes. Serios, graves y algunos de ellos desolados, no sabían qué decir ni qué pensar. El instructor vio entonces llegado el momento:
- Jóvenes cadetes de esta expedición: Habéis sido escogidos para descender en este planeta y prepararos después para decantarlo. Losa cuarenta mil humanos mejores resultantes del trabajo espiritual de nuestro venerable Ahmé, necesitan apremiante ayuda para serenar su turbulento mundo. Todos vosotros habéis sido seleccionados como aptos para ello. Pero no podemos obligaros a aceptar. Es preciso obtener nueve voluntarios de estre ustedes.
El movimiento fue casi unánime. No nueve, ni quince, ni veinte, sino casi todos se adelantaron. Tan sólo cuatro se mostraron reticentes. El instructor sonrió:
- Gracias, valientes jóvenes. No esperábamos menos de vosotros. Seleccionaremos no nueve, sino dieciocho voluntarios. Y con vuestro aporte, dentro de quinientos años terrícolas este planeta se habrá convertido en lo que puede llegar a ser: un muindo donde reine no la disensión sino la concordia, no la violencia sino la paz, no la pobreza sino la abundancia.
Descenderemos ahora en una visita preliminar. Luego regresaremos y en nuestro mundo seréis minuciosamente preparados para retornar y trabajar aquí como intensos catalizadore espirituales. Seréis incomprendidos, maltratados y aun sacrificados, pero estaréis preparados para todo ello. Seréis los dignos continuadores de Ahmé, el venerado. El nuevo nombre de nuestra nave, pues yo también retornaré con ustedes, es hermoso y simbólico. Será llamada "Esperanza".
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