martes, 14 de julio de 2009

Autores peruanos: La bomba J (Héctor Velarde)

La bomba J

Héctor Velarde

Héctor Velarde Bergmann (Lima, 1898 - 1989) es uno de mis escritores humorísticos favoritos. Debo el placer de su lectura a la biblioteca de mi padre y a la labor editorial de Juan Mejía Baca; nombres que pertenecen a una época en la cual la industria editorial peruana se consideraba entre las tres principales de América Latina (junto a México y Argentina, qué tiempos aquellos). Así como la colección "Ediciones Populares" del citado Mejía Baca, que contó con asesores de lujo como Luis Jaime Cisneros y Sebastían Salazar Bondy, existió otra denominada "Populibros", que llegó a editar (algo raro en nuestro medio) "La guerra de los mundos" de H. G. Wells.

Reproduzco en esta página la breve reseña bibliográfica del autor, que aparece en la edición de "La perra en el satélite" de diciembre de 1958:

"En Héctor Velarde, limeño nacido en 1898, se reúnen dos personalidades excepcionales: la del humorista y la del arquitecto, a las cuales habría que añadir la de historiador del arte. En todas tiene un lugar prominente dentro de nuestra cultura, pero es como escritor satírico como ha destacado en las letras contemporáneas.
Desde Kikiff (1924) al volumen que publicamos en esta colección, la pluma ágil y traviesa de Velarde ha ido afirmándose en un estilo que puede llamarse propio: Tumbos de Lógica, Yo quiero ser filósofo, Lima en picada, El Diablo y la Técnica, La Cortina de Lata, El Circo de Pitágoras, El hombre que perdió el tacto, ¡Oh los gringos! y La pirámide invertida (que aparece en Buenos Aires simultáneamente a esta colección de artículos) forman la amplia bibliografía de este autor brillante y agudísimo."
El Perú de Héctor Velarde es un Perú en transición. Se ubica entre fines de la década de los 50 y mediados de los 60, cuando la Lima señorial y criolla empieza a ser invadida por la modernidad norteamericana y la migración andina. La misma época es retratada, desde otro punto de vista, por Alfredo Bryce Echenique en "Un mundo para Julius".

Ese proceso de transición se refleja en la temática de los artículos y cuentos que forman parte de "La perra en el satélite". Todos ellos hacen referencia a las "cosas nuevas" de su tiempo, como los satélites artificiales, las drogas, los cohetes, el rock, los platillos voladores, la amenaza de la bomba atómica... todo ello desde una perspectiva risueña y a veces ingenua, correspondiente a un profesional acomodado y "aggiornado" con el progreso. No era para menos, puesto que el inicio de los años 60 trajeron al Perú una ilusión de crecimiento y desarrollo (el número de ingenieros se multiplicó). Demás está decir que esa ilusión quedó en eso, en un sueño y una espectativas frustradas hasta el presente.

En ese contexto, no podía resultar una sorpresa la aparición de alguna novela o cuento de ciencia ficción, y precisamente, de un tipo de historias que se consideran tópicas del género: la del Último Hombre sobre la Tierra.

Dudo mucho que Héctor Velarde supiera que, al escribir este relato, estuviera escribiendo ciencia ficción. La bomba atómica era una amenaza muy real en ese entonces (¿no lo es ahora?), y no resultaba ocioso especular acerca de sus efectos.

Por supuesto, la idea de una bomba total que destruya TODO en la superficie terrestre y deje incólume una habitación (posiblemente dentro de una quinta) puede sonar fantástico, asi como el hecho de que el protagonista no muera por efectos de la radiación. Pero debe tenerse en cuenta de que la bomba que ocasiona todo, la "Bomba J", no necesariamente es una bomba atómica. Y que la intención primordial del autor, antes que presentar los efectos reales de una explosión tan radical, está en el tratamiento humorístico de una situación límite: la reacción del último hombre sobre la Tierra ante esa situación. Quien sabe, tal vez algún lector haría lo mismo.

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LA BOMBA J


¡¡¡Pum, pummm, pummmmm!!!
Y no quedó nada sobre la tierra. Si. Quedó el Doctor don Ismael Lanatta y Perales. Quedó en su cuarto del Jirón Camaná, solito, aterrado. Miró por la ventana de reja, miró por la puerta de calle, miró por la ventanita del baño; no vio sino suelo lívido de luna por todas partes, un disco de diámetro infinito, cuyos bordes se confundían con un cielo chato, bajo, inmensa capa de cacerola color violeta y con olor a agua oxigenada. ¡¡La bomba J!!
Todo había desaparecido.
Don Ismael sintió un friecito extraño que le entraba por una manga, cerró bien la puerta, las ventanas, los caños del lavatorio, la terma, los cajones y se metió a la cama.
- Caray. ¿Y ahora qué hago?, pensó, estoy solo en el mundo, que bomba tan rara, he escapado de milagro, mis cosas también han escapado de milagro, no se ha roto ni el florerito que me regaló Virginia que curioso, una falla de la bomba.
Don Ismael principió a hablar en alta voz como para acompañarse.
- Yo he sido todo lo que un señor bien puede ser en Lima: diplomático, hacendado, doctor en jurisprudencia, escritor de nota, profesor, político, abogado conocido, gran jugador de bridge y aficionado al arte, viudo de Doña Josefina de Balboa, de las mejores familias de Trujillo, querido y respetado por todos, luego no dejaba de tener mis coqueterías... ¿Quien cocinaba un pato con arroz como yo?
Esto lo dijo ya gritando.
Don Ismael se asustó con su propia voz, se levantó de la cama, rezó un Padre Nuestro bien bajito, se miró al espejo, tomó lápiz y papel y escribió.

"Lima, 26 de Mayo de 1960, año de Fátima a las 3 y 45 p.m.
La providencia no me ha dejado aquí sano y salvo sobre la calva de la tierra única y exclusivamente por mi linda cara. Yo debo tener una misión, si, una misión extraordinaria, fantástica. Fecundar nuevamente la humanidad! PROLONGARLA. Pero ¿cómo? No es cuestión de mujer. No hay nadie. No me queda sino ilustrar a la humanidad futura. Dejo pues los nombres y las explicaciones de todo lo que me rodea, de todo lo que tengo en mi cuarto, para que si alguien aparece de nuevo sobre el planeta sepa lo que han hecho los hombres desde Adán - por lo menos en la parte doméstica- y pueda conocer la elaboración y el funcionamiento de sus maravillosos inventos logrados en el transcurso de miles de años y con los mayores sufrimientos... Yo me voy a morir porque sólo tengo un poquito de agua y unas galletitas de Arturo Field que compré en la esquina, dejaré el nombre de cada cosa en un papelito prendido sobre la cosa respectiva y, en un cuaderno la explicación detallada de cosa por cosa.

Don Ismael puso un cartelito con la palabra "zapato" en el par de zapatos que tenía debajo de la cama, "ropero" en el ropero, "radio" en la radio, "jabón" en el jabón. "Virgen" en un cuadrito de la pared, "luz eléctrica" en la bombita del cuarto. "Bacinica" en el vaso de noche, "Código Civil" en un libro, "tela" en su abrigo, "agua de colonia" en un pomito, etc., etc. Luego pegó en la tapa de un cuaderno de contabilidad un título con grandes letras que decía:

"Función, componentes y fabricación de todas las cosas que existen en este cuarto".
Con las indicaciones más completas y minuciosas estaba todo lo que Don Ismael consideraba de mayor importancia para las civilizaciones futuras. Las indicaciones las subrayaba con lápiz rojo. Entre muchas cosas figuraban las siguientes por orden alfabético:

"Agua.-HO2 (sic) (Ver botella).
Bicarbonato.- Polvito para eructar.
Botella.- Vidrio. Fabricación: se sopla.
Brocha.- Para afeitarse; quitarse los pelos de la barba. Fabricación: con otros pelos.
Cama.- Catre: para acostarse. Fabricación: fierrofundido en tubos y perillas ("lit" en francés, "bed" en inglés, y "letto" en italiano. Han habido también otras lenguas).
Cuadrito.- Para adornar: buque en alta mar. Fabricación: pintura abstracta.
Chaleco.- Prenda de vestir que va desapareciendo. (Ver terno).
Dentadura.- Para mascar sin dientes. Fabricación: hueso.
Electricidad.- Corriente misteriosa. Fabricación EE.AA.
Espejo.- Vidrio para mirarse. Fabricación: azogue por atrás.
Foco.- Bombita (ver electricidad).
Gas.- Fluido. Fabricación: harina, masa y Tomasa.
Hojita de afeitar.- (Ver brocha).
Jabón.- Para lavarse. Fabricación: hervido de basura con potasa y sebo.
Lana.- Terno. Fabricación: pelos de carnero.
Pared.- Quincha. Fabricación: caña, barro y guano.
Peine.- Para adornarse la cabeza. Fabricación: cuerno.
Papel.- Para escribir. Fabricación: sopa prensada de suciedades.
Radio.- Aparato para oir de lejos y por el aire. Fabricación: onda, antena y estática.
Retrato.- Mi tía Amelia: recuerdo. Fabricación: fotografía en colores. Sale igualito.
Tirantes.- Sostén de pantalones. Fabricación: con caucho del Putumayo.
Water Closet.- Palabra inglesa para disimular el objeto. Fabricación: polvito de porcelana.
Zapato.- Cuero. Fabricación: pellejo.
"Aviso personal para quien encuentre mi cuarto. Nunca creí saber tan poco sobre lo que he tenido cerca toda mi vida. Soy una ostra en este universo vacío y no conozco ni mi propia y única conchita. Y pensar que he representado muchas veces a mi país en el extranjero! Hasta tengo una condecoración javanesa. Ay, si yo fuera un ingeniero industrial sabría explicar con pelos y señales cómo y porqué hierve el agua de la tetera, pero no sabría, eso si, como lo sé yo gracias a mis estudios filosóficos, lo que es la palabra, el Verbo, lo que nos ha comunicado Dios para que pueda Ud. comprender el miedo que tengo. "He dejado un resumen sobre esto punto en el cajón de la mesita de noche".
Firmado: ISMAEL LANATTA Y PERALES.

Don Ismael no sabía nada de lo suyo sino que estaba perdido. Lo demás había desaparecido para siempre...
- Ah, si tuviera a la mano mi diccionario, mi Petit Larousse, mi tesis universitaria, mis discursos sobre el comunismo y el derecho internacional!, exclamaba Don Ismael a cada momento. Pero el Petit Larousse se había quedado en la oficina y su tesis se titulaba: "Obligaciones legales para con los animales domésticos". No había ni un gato y Rusia no existía...
No quedaba afuera sino la costa desierta de la tierra cubierta por una sola nube de humo violeta.
A los veinticinco días del bombazo Don Ismael se quedó muerto en su cama con una galleta en la mano y rodeado de cartelitos. En el pecho se había colocado un último letrero que decía:

"Propietario.- El dueño del cuarto, 50 años, abogado, limeño. Fabricación: hijo único".

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Hector Velarde
La perra en el satélite
Librería - Editorial Juan Mejía Baca
Diciembre, 1958

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