“ Cántico por San Leibowitz ” nos ofreció un impactante cuadro de un mundo post-holocausto en el cual la ciencia ha encontrado como último refugio, paradójicamente, a la religión. Entre varias, la “Orden Albertiana de San Leibowitz” mantiene entre sus tradiciones documentos y técnicas que permiten al nuevo mundo emerger de una edad de tinieblas.
“San Leibowitz y la Mujer Caballo Salvaje” no es una continuación de “Cántico a San Leibowitz”. Comparte sí el mismo escenario, situado en el año 3322, es decir, en los años en los que se ha vuelto a “inventar” el telégrafo. Como pone la contraportada, esta vez el conflicto es político, entre los poderes eclesiásticos y los emergentes poderes terrenales de las multitudes de humanos (y mutantes) que habitan el territorio norteamericano.
Lo que nos lleva a una novela en la cual la ciencia ficción está apenas presente, por no decir que se encuentra ausente del todo. Los protagonistas (excesivamente numerosos) se ven envueltos en una serie de intrigas y negociaciones político – religiosas en las que la ciencia brilla por su ausencia. En “San Leibowitz y la Mujer Caballo Salvaje”, el único elemento de ciencia ficción reconocible es la extrapolación orientada a describir la sociedad norteamericana futura, compuesta por tribus nómadas que se la pasan guerreando entre sí, en un mundo que deben compartir con mutantes, lugares contaminados y la Iglesia Católica, cuyos objetivos y conflictos internos determinan las acciones de los principales protagonistas, entre ellos, el hermano Dientenegro, un ex – nómada perteneciente a la Orden Albertiana de San Leibowitz. Como pone la contraportada del libro – a veces aciertan- , “Dientenegro participa casi involuntariamente en las intrigas y conspiraciones del cardenal Ponymarrón, para ser testigo de rebeliones, asesinatos y sacrificios humanos y, también, para conocer el pecado”.
Lo demás es una novela de intrigas político-eclesiásticas, que no carece de interés. El conflicto entre la ortodoxia católica y las creencias que Dientenegro aún conserva de sus días de nómada – la Mujer Caballo Salvaje es una suerte de tótem en quien algunos quieren ver a la Virgen María y otros, simplemente a un producto de la idolatría – le otorga a dicho personaje un altísimo nivel de verosimilitud, pues vive cuestionándose constantemente, debatiéndose entre su lealtad a la Iglesia, a los gobernantes o a la mujer que ama, una mutante con el don de curar.
Comentario aparte merecen la minuciosidad con que se describen los desplazamientos de las tribus a lo largo y ancho de las Montañas Rocosas (EE.UU.), sus dialectos y costumbres, la relación de las mismas con ciudades y estados norteamericanos de la actualidad (difíciles de percibir por un no estadounidense), que permiten leer a “San Leibowitz y la Mujer Caballo Salvaje” como si fuera una novela de ciencia ficción hard escrita por un historiador del futuro, siempre y cuando la historia fuera una ciencia exacta. Una novela recomendable desde muchos puntos de vista, aunque no necesariamente desde el punto de vista de la ciencia ficción.
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