A Franco,
Si no te di las gracias, te agradezco ahora de haber sido parte de mi misma.
¿Quién se fue hacia las estrellas
empujado por su enérgico deseo de volar
y desplazarse,
por su insondable curiosidad de escudriñar
la vida en los agujeros del recuerdo
de aquellos seres que entendió
con su inmensa comprensión,
tan capaces e incapaces
de fomentar guerras, amores y traiciones?
¿Quién se fue
dejando una huella de riqueza
en sus consejos vitales,
en sus reflexiones puntuales:
como un dedo que subraya,
en su fortaleza, humildad y disciplina,
en su espíritu austero,
libre,
allá arriba sobre las montañas?
¿Quién se fue
pidiendo levantarse
cada vez más allá de las fronteras
más allá de las cumbres y el espacio
hacia un mundo nuevo y renacer?
Agujeros en el alma
Me están creciendo agujeros en el alma
(por las palabras sin canto,
los mohines sin caricias,
los recuerdos mudos),
Como aquellos tan negros del espacio.
No me abandonen en medio del silencio
que estoy cabalgando en lo infinito.
Vuelo cuando se abren mis alas
y logro ver el planeta más allá
de las rocosas piedras,
del océano en tormenta,
más lejos de la línea horizontal
mientras voy manejando mi nave
al son de una canción de cuna
Que revolotea leve en mi memoria.
Ya sabes que
No he muerto, y mis ideas
Atraviesan las luces
Cibernéticas
Al llegar a otras lunas...
No he muerto y mi sonrisa
Va alegrando el recuerdo
Gris y lluvioso
Del mundo de tus sueños...
No he muerto, si aún mis cantos
Se escuchan cuando el viento
Sopla entre cimas
De un desierto de dunas...
No he muerto, si allí estoy
Dentro en tu corazón
Y todavía
Tú me sigues queriendo...
Ausencia
I
Se me está desbordando la tristeza de los ojos;
Por la boca en los sollozos.
No escucho nada y el silencio que me abruma
Nubla la mirada con su vaho penetrante,
Ya que cada vez
Nos alejamos más del centro de la tierra.
Implacable,
La eternidad nos revela sus sorpresas, repentinamente,
Mientras el corazón se va encogiendo
Por el morir paulatino de sus ecos.
II
Ha caído la sombra de la noche
Sobre mis pensamientos.
Los cubre y mientras desaparece la luz de la razón,
Me exprimo en versos y en congojas.
Espero a que salga el sol
E ilumine la galaxia de esplendores
Para no perderme en la bruma de recuerdos.
III
Me estoy ahogando de humedad
Por los ojos, por la boca
Por los órganos vitales
En el sexo y en los pechos…
Esa humedad que se desprende
Del invernadero que flota entre las nubes,
El mismo
Que me imprime la tristeza de su ausencia
Como un rastro
Y, mientras tanto,
Me estoy llenando de llanto, de saliva
De catarro, de estupor
Cubriéndome de musgo
Húmedo, dulce y mustio.
IV
Me aplasta el silencio
De lo que una vez fue mío y es de todos
De lo que diluyéndose en el aire
Lo he perdido
Dejando un dolor tan grande
Que corta las palabras,
La respiración
Como un nudo en el pecho
Que me oprime.
¿Por qué te fuiste así
Tan rápido
Sin saber ni adónde ibas?
Como un pájaro detrás de la nube,
Como un viento que silba y se aquieta.
V
Sufro por mí
Porque tu sufrimiento ya no existe
No es de este mundo,
Se fue lejos
Más allá de las estrellas,
Tan lejos
Que no puedo hoy alcanzarlo
Ni verlo, ni escucharlo.
Adiós, amor,
Si no te di las gracias
Te agradezco ahora
Que hayas sido
Una parte de mí misma.
© Adriana Alarco de Zadra
Mientras estuvo casada, vivió en campamentos de trabajo, alejados de la civilización, en varios continentes. Ella escribe para volcar en el papel y en la pantalla sus experiencias, investigaciones y sentimientos. Viaja con frecuencia a visitar a sus hijas y a sus nietos que le llenan la vida.
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