No se si es un atrevimiento mío, pero creo que no exagero al pensar que, a nivel hispanoamericano (España y América hispanohablante, para que no queden dudas), hay dos nombres a destacar como lo más representativo del género, sin que esto signifique considerar como menores a otros autores. La deficiente difusión y distribución de novelas y relatos hacen que cualquier comentario en este sentido pueda parecer siempre sesgado e injusto. De hecho, cualquier selección es subjetiva, aunque sería difícil negar la calidad e interés de la obra de Juan Miguel Aguilera y de Carlos Gardini, autores que considero como hitos en la narrativa de fantasía y ciencia ficción de los últimos tiempos. Al menos, son quienes pondría a la cabeza de cualquier lista de “recomendados” de ciencia ficción escrita por hispanohablantes.
En el caso de Juan Miguel Aguilera, “La locura de Dios” (pese a haber sido escrita con anterioridad y con algunos detalles en el debe que raspan un poco la garganta), confirma la grata impresión que deja su novela “Rihla”. Si bien ambas novelas juegan con la idea del viaje o expedición hacia tierras lejanas y aparentemente míticas como punto de partida, arriban a diferentes destinos. Para el caso de “Rihla”, pura especulación y fantasía desbordante pero sólidamente fundamentada, se llega al Nuevo Mundo antes que Colón. En "La locura de Dios", se busca hallar el mítico reino del Preste Juan, un legendario reino cristiano en tierras asiáticas.
Pero en “La locura de Dios”, el reto fue acaso mayor. Y es que no sólo existía la limitación que consiste en no alterar los hechos histórico-geográficos de todos conocidos, de manera que la historia no se convierta en un caso de realidad alternativa o paralela; sino que también debía considerarse la construcción del protagonista principal, esta vez, un fascinante personaje histórico que aún en nuestro siglo XXI, casi mil años después de su paso por la Tierra, sigue formando parte de lo que el concepto de persona culta incorpora como adalid del pensamiento: Ramón Llull o Raimundo Lulio.
Este Ramón Llull (así se lo denomina en la novela), conocido como el Doctor Illuminatus, uno de los hombres más sabios de su tiempo (con decir que anticipó de muchas maneras el advenimiento de la informática, al punto que se llegó a postularlo como Patrono de la Internet, pese a no haber sido canonizado por la Iglesia Católica por cuestiones teológicas), inventor del Ars Magna, un dispositivo ideado para generar proposiciones filosóficas definitivas… un adelantado a su época, en suma. Tal era su fama, que la corte del decadente Imperio Romano de Occidente - Bizancio - requiere su ayuda para desentrañar un misterio: asediados por los sarracenos (y por su propia corrupción, dicho sea de paso), los bizantinos sacan a luz un acontecimiento histórico que parecería fantástico sino fuera por que está perfectamente documentado. La historia registra, en plena guerra con los musulmanes en el siglo VII la aparición sorpresiva de una delegación proveniente de un misterioso país oriental, quienes enseñaron a los bizantinos la fabricación del fuego griego , cuya fabricación constituye un misterio aún hoy en día, y que permitió a Bizancio resistir el asedio de los musulmanes con éxito. Y además del fuego griego, estos extranjeros misteriosos han dejado una serie de artefactos y edificaciones basados en principios muy adelantados para la rudimentaria ciencia europea del medioevo. La conclusión a la que llegan los políticos y hombres ilustrados de la época es que estos extranjeros, liderados por un tal Calínico, provenían del mítico reino del Preste Juan, descrito en diversas leyendas como una tierra de abundancia, paz y prosperidad, regida por un sacerdote (preste) cristiano. Se decía también que estaba en medio de territorios agrestes y poblados por monstruos, caníbales y salvajes.
Siendo la situación desesperada para los bizantinos, encargan a Ramón Llull y a una partida de mercenarios almogávares (catalanes) la búsqueda de esta tierra mítica, con la idea de obtener la ayuda que en el pasado resultase tan efectiva ante los sarracenos.
Si la introducción se presentaba interesante, el resto de la novela, narrado en primera persona por el propio Llull, es una pirotecnia de eventos a cual más sorprendente. La sabiduría del filósofo mallorquín le permite descifrar los indicios que llevan a encontrar, en efecto, una ciudad perdida y alejada de casi todo contacto con el resto de la humanidad, cuyo origen es de lo más sorprendente aunque dentro de los alcances de lo posible (recordemos que el fuego griego y sus efectos son considerados hechos históricos y no leyendas, aunque aún se desconoce el secreto de su fabricación).
Difícil continuar este comentario sin revelar más de la cuenta. El recorrido que efectúan los europeos por una ciudad llena de avances incomprensibles, el contacto con las costumbres de sus moradores, y el conflicto entre las creencias de Ramón Llull y los secretos que le son revelados en este verdadero brave new world son tan emocionantes como la parte aventurosa de la novela, que de ser llevada al cine, daría lugar a una memorable obra de steampunk. Visualmente hablando, las descripciones de la ciudad, sus habitantes y los enemigos (otra sorpresa dentro de la sorpresa) son disfrutables por sí mismas. Uno lamenta que todo pertenezca al terreno de la ficción… ¿o no?
Claro, en el debe, hay que reconocer que se trata de una novela escrita con anterioridad a “Rihla”. Algunos detalles y anacronismos chirrían un poco, pero son mínimos ante una obra que, como la ciudad descrita en su interior, está llena de maravillas aún por descifrar.
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