El milagro de los milagros
Zósimo Roberto Morillo
Cultural Cuzco
Zósimo Roberto Morillo
Cultural Cuzco
Lima, diciembre de 2005
Quizá debido a que la editorial Cultural Cusco es más bien conocida por dedicarse a las publicaciones de tratados de derecho, esta novela no ha tenido la repercusión que merecería, tanto por la originalidad del tema que trata como por lo singular de su enfoque. Para ser un autor primerizo, el diplomático Zósimo Roberto Morillo (Lima, 1959) lo ha hecho bastante bien.
Al inicio de la novela, aparece como personaje Georg Cantor, genial matemático que vivió entre 1845 y 1918 e inventó la teoría de los conjuntos. Este Cantor personaje va a tomar parte de un encuentro con los “Hermanos de la Luz”, misteriosos seres extraterrestres que le traen un importante mensaje. Cantor escribirá un relato pormenorizado de lo acontecido durante este encuentro, que luego olvidará haber redactado.
Abro un paréntesis para introducir algunos datos extraídos de la Wikipedia: los descubrimientos matemáticos de Cantor tuvieron un fuerte impacto en sus convicciones religiosas. Le dio por interpretar el infinito absoluto (reunión de todos los infinitos, y por lo tanto el último de ellos – este infinito no es concebible por la mente humana) como Dios, y escribió artículos religiosos sobre el tema. Murió en una clínica psiquiátrica, pobre y sin que sus padres reconocieran su genio. Hoy en día, la comunidad matemática reconoce plenamente su trabajo, y admite que significa un salto cualitativo importante en el raciocinio lógico.
Años después, en pleno siglo XXI, un sacerdote que es también matemático comunicará al mundo el siguiente descubrimiento: tomando como punto de partida las teorías de Cantor, ha logrado desarrollar un algoritmo, una fórmula matemática que permitiría probar la existencia de Dios. Esta noticia, como no podía ser menos, provoca un revuelo a nivel mundial y una serie de reacciones, algunas de índole bastante curiosa, como puede ser el inicio de acciones terroristas por parte de un movimiento psicoanalítico fundamentalista, para quienes Dios no puede ser otra cosa que la proyección del superego. Asistimos también a un futuro bastante cercano y parecido a nuestro presente, donde no faltan algunos avances tecnológicos, (por ejemplo, un microprocesador que insertado en el cerebro permite el tratamiento de ciertas enfermedades mentales como el autismo). Además, en este futuros se suscita un espantoso descubrimiento: un agujero negro desde el cual estaría por “emerger” nada menos que otro universo hecho de materia más densa que el nuestro, lo que podría destruirlo.
Ha de precisarse que los conocimientos y especulaciones matemáticas expuestas en este libro son algo complicadas de entender, al menos para quienes tenemos una cultura (digo, es un decir) basada principalmente en el cultivo de las letras. Empero, las teorías e hipótesis que continuamente formulan los personajes son fascinantes en sus implicaciones.
El matemático protagonista de la novela considera necesario exponer sus conocimientos a como dé lugar, por lo que escribe "La sociedad del tríptico", un thriller basado en sus convicciones acerca de la lucha entre el bien y el mal, la creación y el destino último de la humanidad, donde mezcla a partes iguales la teoría de conjuntos, especulaciones teológicas con reminiscencias gnósticas y la tópica trama de todo thriller que se respete: un grupo de iniciados – la Sociedad del Tríptico – custodia desde tiempos antiguos una pintura en la que se grafica un saber que debe permanecer oculto a ojos profanos. Un asesinato será el detonante para que un investigador entre en contacto con los miembros de la misteriosa organización, guardiana del secreto.
A su vez, esta novela dentro de la novela incluye otro texto ficticio, los “Cuadernos de Dobira”. Dobira es un mundo extraterrestre en el cual también se desarrolla un conflicto que enfrenta a las fuerzas del bien y del mal.
Los tres textos también funcionan como relatos independientes, siendo el mejor desarrollado el que involucra al sacerdote-matemático y sus especulaciones matemático-teológicas en su contexto de “futuro cercano”. En contraste, “La sociedad del tríptico” adolece de una trama algo infantil – hay un “juicio popular” de lo más hilarante – y “Los cuadernos de Dobira” cae en un exceso alegórico: los personajes son meras representaciones de ideas y conceptos.
Sin embargo, el balance general es positivo: pocas veces se puede leer un texto con esa perspectiva cosmológica –presente en toda la novela – que lleva a un tiempo a la duda respecto de las propias convicciones acerca del infinito, la existencia y lo que conocemos como realidad, y al mismo tiempo, a admirar ese misterio insondable, ese milagro de los milagros, que es el universo.
Y también, a admirar a quienes tratan de comprenderlo.
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